Claudia lo entendió. Ella apretó los dientes con sorpresa y celos, mientras que Joel estaba completamente perdido. Entró en la universidad de manera tramposa utilizando dinero, por eso era inculto y era difícil para él comprenderlo...
Alba también se sorprendió. ¡El señor Aguayo era tan generoso! Parece que Micaela dijo la verdad que tenía mucha ropa.
Mirando a Claudia y Joel, Alba les explicó amablemente:
—Excepto de estos, empaqueta el mínimo tamaño de cada color de todos los estilos de ropa.
Al ver que Joel se quedó asombroso, Alba sonrió con orgullo.
La empleada estaba tan contenta que se precipitó a pedir a otras empleadas empacar toda la ropa excitadamente.
—Es tan exagerado. ¿Cómo puedes comprar ropa como así?
Micaela miró a Carlos sin palabras.
Carlos miró a Micaela y dijo tranquilamente:
—Quiero que ellos sepan a través de mis acciones que lo compraré todo para ti siempre y cuando lo quieras.
¿Entonces Carlos escuchó lo que acababa de decir Claudia?
Micaela miró a Carlos con recelo.
—¡Cómo puedo aguantar que otros humillan a mi cariño que quiero mucho!
Al mirar a los dos que se miraban, Alba se conmovió y suspiró en su corazón.
«Si alguien me ayuda cuando yo esté maltratada, ¡valdrá la pena mi vida!»
¿Le humillaban?
Micaela se negó con la cabeza apresuradamente:
—Nadie me humillan. A ella le encanta esta falda, y no me gusta mucho. Si ella la quiere, la puede comprar...
Micaela siempre era razonable y no le gustaba causar problemas.
—Sr. Aguayo, ¡es verdad que alguien le acosa a Micaela!
Alba no tenía miedo de causar problemas.
Carlos miró de inmediato a Claudia y Joel, con una mirada fría, lo que los hizo temblar levemente. Esta persona tenía una fuerte sensación de opresión ...
Claudia asintió y explicó enseguida:
—No hice nada. Fue Micaela quien dijo que no quería esta falda, así que le pedí que se la quitara y me la dara...
Carlos escuchó que Claudia le daba voceríos a Micaela descomedidamente al entrar en la tienda, pero él no quería decir tonterías con Claudia, y solo le dijo en voz baja:
—Pide disculpas a Micaela.
Claudia se resistió y miró a su novio en busca de ayuda, pero Joel se quedó vacilante cuando Alba le llamó a Carlos el señor Aguayo...
¿El señor Aguayo?
¿Era ese señor Aguayo?
¿El Sr. Aguayo, era el que ocupa el primer lugar de las tres familias principales en Teladia?
Al ver que su novio la ignoraba, Claudia apretó los dientes y dijo:
—Lo siento.
—¡Y esa empleada también debe pedir perdón!
Alba señaló a la empleada que despreció a Micaela.
Diego también la miró. Esta empleada estaba empacando la ropa emocionalmente., mientras pensaba que el rendimiento hoy era un nuevo récord a lo largo de estos años. La bonificación debería ser muy significante. Así que se hundió en la alegría.
Carlos miró a la empleada e hizo un gesto a Diego, quien inmediatamente entendió y sacó su móvil.
—¿Qué le pediste a Diego que hiciera? —Micaela no sabía qué pasó, miró a Carlos y le preguntó.
—Lo sabrás pronto. —Carlos levantó la comisura de boca.
La empleada se los acercó con una sonrisa y dijo muy amablemente:
—Estimado señor, señora, su ropa ha estado bien empacada.
—Señor, salgamos. Te has quedado aquí durante mucho tiempo...
—¿Has hecho bien lo que te pedí? —Carlos ignoró lo que dijo, y le preguntó en cambio.
—Sí.
Justo cuando estaba hablando, sonó el teléfono de la tienda.
Uno de los empleados lo contestó, luego colgó el teléfono con sorpresa y le dijo algo al empleado quien despreciaba a Micaela antes. Y esa empleada se apresuró a Micaela asustada, se la entregó la Tarjeta Negra con ambas manos y le dijo a Micaela con lágrimas:
—Lo siento, señorita. Es mi culpa. No debería menospreciarte. Lo siento. Por favor perdóname. No me despidas...
Claudia miró a Carlos con sorpresa. ¿Quién era este hombre? ¿Tenía derecho a despedir a los empleados?
Micaela tomó la tarjeta y vio lo triste que estaba llorando la empleada. Lo que dijo sorprendió a Micaela.
—Carlos, de hecho, ella no hizo nada malo, entonces no hay necesidad de despedirla... —dijo Micaela.
—No permito que nadie te humille, de lo contrario, haré que se arrepiente.
Carlos dijo seriamente, tomó la mano de Micaela y salió de la tienda.
Alba los siguió enseguida, dejando a Claudia y Joel parados allí aturdidos, así como a la empleada llorando ...
Diego quería explicar a dónde enviar la ropa, por eso también salió de la tienda.
No sabía por qué, Micaela creó que la espalda de Carlos se vio nerviosa. Parecía que estaba reprimiendo algo...
¡Carlos pensó en el cabrón quien dañó a Micaela!
Había pedido a su subordinado dentro del país buscar a hacer una investigación de este cabrón la noche anterior, pero aún no lo encontró nada. Parecía que solo podía aprovechar la oportunidad de hablar con Alba, o encontrar a ese hipnotizador ...
Luego, Carlos cenó con Micaela, Alba y Diego. Cuando cayó la noche, ellos llegaron a una gran plaza, en el centro de la cual se situaba una fuente musical. Arriba de ella, había un río ancho con un flujo constante. Sobre del río, flotaban unos esquifes de remos. En el lado opuesto del río había un gran césped con muchas flores plantadas. El paisaje era muy hermoso.
Micaela y Alba se tomaron de la mano, miraron la cortina de agua de la fuente y dijo:
—¡Qué hermoso era el paisaje!
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