En Grupo Franco.
Marcos Franco rechazó las invitaciones de amigos sentado en el despacho. Dejó el móvil y seguía revisando los papeles en la mano.
La puerta se abrió. Antonio Franco entró. Sentía alegre al ver a Marcos así.
Como el hijo más mayor en la familia, Antonio era educado como sucesor, por eso Marcos no quería tratar los negocios de la familia y había prestado la mayor intención en su inversión. Pero cambió su actitud y le ayudaba activamente a administrar la empresa. Eso sorprendió a Antonio.
No quería discutir con Marcos. Agradecía que Marcos no lo resistiera más. Le dijo que aprendería administración con esfuerzo y lo certificaba con lo que hacía.
Trabajaba en la empresa a tiempo y no salió por la noche. Solo citaba con novias raras veces. Su cambio también satisfacía a sus padres pensando que si Adriana de verdad tenía encanto tan grande.
Pero solo Marcos sabía que no era por Adriana sino por otra mujer.
—Marcos. Es hora de almorzar. Nos han enviado la comida.
En este momento Marcos vio a Antonio..
—De acuerdo. Vengo después de revisarlo.
Antonio asintió con la cabeza y salió.
Alguien le envió un mensaje. Miró hacia la pantalla. Era Alba.
«¿Por qué me envió mensajes?»
No le quería desde que habían sido novios Marcos y Micaela. Incluso le había visto ir al hotel con otras mujeres. Lo había dijo a Micaela, pero ella creía la excusa que le inventó Marcos.
Alba lo odiaba. ¿Por qué le envió mensajes?
Lo revisó y se levantó de la silla enseguida. Cogió las llaves y salió corriendo. Pasó por el despacho de Antonio pero no le quedaba tiempo de decirlo que no podía almorzar con él.
En el estudio. Todos sudaban. Nadie salió y no se atrevía. Pero ya era doce, y tenían calor y cansancio. No querían estar aquí y empezaron a transigieron.
—Basta. Sr. Eric, ya reconozco la capacidad de Micaela.
—Hace mucho calor. Y es hora de almorzar. No pueden aguantarlo sin tomar agua.
—Termina. Micaela, no le molestaremos, termina.
Pero no les hacían caso. No movieron como si fueran piedras.
En realidad, Adriana había llegado el límite pero no quería perder a Micaela.
El sudor humedeció las pestañas y el rímel le hacía doloroso los ojos. Se destruyó la pintura. Estaba tan agotada.
Y Eric también. Nunca había llevarse zapatos así tantos tiempos. Temblaba las piernas y se cayó el libro. Le sorprendió y dejó el en la cabeza.
Todos se reflejaron y lo sostenían. Llevaron una silla. Eric quitó los zapatos y se sentó. Tomaba agua y luego dijo,
—Joder. No puedo ganaros.
—Es tan impresionante con insistir tres horas.
—No podemos hacerlo.
La animaba a Micaela en su mente.
Micaela miró hacia Eric y Alba.
—No os preocupéis. Puedo insistir.
Todos se sorprendieron. La admiraba por su conducta y las palabras. Era tan profesional que no perdía a ninguna de ellas.
Eric también se alegría de encontrarse con tesoro así.
Alba puso una bombilla en la botella y la dio a Micaela.
—Toma.
Ivanna quería que la tomara porque si tenía ganas de orinar, perdería.
Sin embargo Micaela solo miró a Alba y rio. No abrió la boca.
Alba abandonó y se fijó en Adriana fríamente.
En realidad, Adriana deseaba que alguien la convenciera porque no podía aguantarse pero no quería abandonar por la dignidad.
¡Qué carajo Eric! Se le ocurrió remedio así.
Admiraban la modelas a Micaela y no era difícil hacer que todos la reprochara. Con esta situación, ¿cómo podía perder una competencia tan simple?
Pero en este momento, se abrió la puerta del estudio. Entró un hombre con traje grisis. Corrió tan rápido tan respiraba profundmente. Todos se volvieron la cabeza sorprendidos.
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