Ellas siguieron la línea de visión de Micaela y vio un Passat negro estaba aparcado junto a la carretera, del que salió un hombre alto y guapo.
Era Carlos, que llevaba una camisa negra, pantalones occidentales, haciendo que su figura pareciera larga y perfecta. Miró fijamente a Micaela, como si no pudiera ver a nadie ni nada a su alrededor...
«Corre hacia mí y abrázame.»
Ella se sintió un poco tímida, pero aun así, sin dudarlo, corrió hacia él com rapidez, lanzando a sus brazos.
Carlos le acarició la nuca, le rodeó la cintura, y olió la fragancia de su cuerpo.
Entonces Katarina le cogió la mano a Alba y dijo:
—¡Qué romántico!
«¡Voy a buscar a mi novio!»
Katarina tomó una decisión en ese momento:
—Alba, nos vemos la próxima vez. ¡Me voy!
—Bien, adiós.
—¡Adiós!
Alba miró a Micaela, estaba de espaldas a ella, pero Carlos estaba frente a ella. Así que su mirada se encontró con la suya de él, que estaba llena de agudeza, haciendo que Alba se estremeciera.
´´Alba, sabes la verdadera razón por la que Micaela fue a la hipnosis, ¿por qué me mentiste?´´
Se le ocurrió a Alba las palabras de Carlos, así que se dio la vuelta para marcharse, pero oyó su voz:
—Srta. Gilabert, espera un momento.
Alba lo vio que se dirigió a su coche, abrió la puerta del asiento trasero y dijo:
—Baja.
Solo entonces Micaela se dio cuenta de que Ernesto también sentó en el coche.
Los dos se saludaron y él mientras salía del coche.
—Micaela, tu novio quería dejarme a mitad de camino. Todavía es muy pronto, y debería haberme enviado de vuelta primero.
Pero Carlos dijo:
—No te preocupes, he preparado un conductor para ti.
Luego miró a Alba:
—Srta. Gilabert, ¿podrías acompañarlo a casa?
Alba miró a Ernesto y no dijo nada, y este no se negó.
En cambio, Micaela no se sentía bien:
—Carlos, los dos se llevan mal...
—Está bien, vamos a casa.
Mientras estaba sentada en el coche, Micaela miró con inquietud a su mejor amiga y se dio cuenta de que realmente no se había peleado con Ernesto. Cuando seguía inquieta y quería decir algo, Carlos ya había cerrado la puerta.
—Srta. Noboa —Diego saludó.
Cuando ella estaba a punto de responderlo, un muro se había levantado repentinamente, separando el asiento delantero del trasero...
Antes de que Micaela pudiera decir nada, Carlos ya la había llevado a sentarse en su regazo y empezó a besarla.
Micaela negó con la cabeza.
—No, fue Srta. Bianca le encargó a Katarina que me lo diera en el día que firmé con Brillantella.
Carlos recordó la caja en el coche aquel día, cuyo tamaño sí podía caber en una revista.
Había visto varias veces la marca y supuso con razón que debía contener lencería.
Por ello, sintió curiosidad y le preguntó a Micaela cuándo se había familiarizado tanto con Katarina como para enviarle ropa íntima.
¡No sabía que en realidad era un truco de Bianca!
Micaela se enderezó y lo miró seriamente:
—¿Le pidió a Sr. Mariano que retirara el artículo?
Aunque ya era un hecho cierto, Micaela no pudo evitar confirmarlo.
—Sí.
«Tiene miedo de que yo fuera celosa, imaginativa, con baja autoestima, y entiendo todo eso. Me emociona que haya hecho tanto por mí en silencio.»
Micaela se sintió de repente un poco agradecida por el lujoso coche, que se podía aislar del asiento delantero, para poder besarlo...
—Sr. Aguayo, hemos llegado...
La voz aprensiva de Diego llegó.
De hecho, el coche llevaba un rato aparcado. Como Sr. Aguayo aún no había cenado, Diego no tuvo más remedio que recordárselo y luego darse prisa en marcharse.
Cuando sus labios estaban a solo unos centímetros de los de él, fue interrumpida repentinamente. La carita de Micaela se sonrojó y trató de alejarse apresuradamente, pero Carlos volvió a besarla.
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