Te Quiero Como Eres romance Capítulo 243

Absolutamente Carlos sabía que Micaela lo amaba. Si no lo amara, no aceptaría su ayuda ni el contacto íntimo, ¡ni dormiría con él!

Pero cuando la escuchó reconocerlo, él todavía se sumergió en una gran alegría y sorpresa…

—Antes creía que el gusto y el amor son los mismos. Me gustas desde hace mucho tiempo. Pero ahora, sé que no son iguales. El gusto es un conjunto de mucha pasión. Y mucho gusto acumulado se convierte en el amor —Micaela habló antes de que dijera algo.

Carlos se sintió muy emocionado. La amaba mucho más que a él mismo. También estaba convencido de que Micaela entendía su amor hacia ella.

—¿Sabes qué es lo que quiero hacer ahora? —Carlos le enarcó las cejas.

—¿Qué?

—¡Levantarte para besarte!

Si ella no necesitara descansar ahora, él querría levantarla dando vueltas.

Enrojecida, Micaela se sintió muy nerviosa. Después de dejar los palillos, se levantó y se le acercó.

—Estoy lista... —con los brazos tendidos, ella lo miró y dijo seriamente.

Sonriendo, Carlos la sentó en sus rodillas y empezó a besarla…

¡Qué linda esta chica era! De vez en cuando le daba sorpresa. Y su comportamiento podía derretir su corazón.

Se besaron durante mucho tiempo, hasta que ambos se quedaron sin aliento.

Abrazarla parecía a abrazar todo el mundo...

—Carlos, ¿quién quiere hacerme daño? —Micaela preguntó en sus brazos.

—Mañana lo sabrás, ahora descansa bien. Tenemos muchas cosas que hacer mañana —para que no se preocupara ella, Carlos dijo con vaguedad.

De hecho, ella ya sabía la razón por la cual no le respondió esa pregunta.

—Qué tenemos que hacer mañana? —conmovida, Micaela levantó la cabeza y le preguntó curiosamente.

Él la levantó y descubrió que estaba descalza. La puso en la silla y se fue a recoger zapatillas del hospital.

—He invitado un famoso médico cerebral de Yakydiza para que averigüe por qué no recuerdas tu infancia —él le explicó mientras le calzaba las zapatillas de rodillas.

Originalmente, Micaela se sintió avergonzada debido al comportamiento de Carlos. Pero al escuchar sus palabras, ¡se sorprendió un poco!

En realidad, ella también quería encontrar una oportunidad para ver al médico.

Después de ver el álbum con Alba, ya estaba dispuesta a ir al hospital. Pero no había esperado que Carlos ya le prepararía todo.

Muy agradecida, ella no supo qué decir.

—¿Puedes ducharte sola? ¿Necesitas que te ayude? —Carlos le preguntó, señalando la dirección opuesta del baño.

Con la cara rojiza, Micaela movió la cabeza.

—¿No? ¡Pues te ayudo! —él enarcó las cejas y la levantó.

Ella se apresuró a ponerse de pie.

—Quería decir que no necesito que me ayudes. ¡Puedo hacerlo por mi cuenta!

—No cierres la puerta. Llámame si no te sientes bien, ¿sí? —mostrando la pena, Carlos abandonó la idea de ayudarle.

La cara de Micaela su puso más roja…

—La secuela de conmoción cerebral es el mareo. En caso de que te caigas, podré entrar para salvarte —él le levantó la mandíbula y dijo seriamente.

—Ya lo sé...

Ella entró en el baño precipitadamente.

—Entonces hagamos otra cosa... —él le dijo al oído y le abrazó en la cintura.

Micaela se asustó y lo repeló.

—¡No, estamos en el hospital! —ella dijo en un tono inquieto.

Sostenida la cabeza con la mano, él pensó que ella era adorable cuando estaba desconcertada.

—No pasa nada. Estamos solos en este piso. Además, has terminado la infusión y nadie va a entrar a molestarnos... —él le bromeó.

—¡Me has dicho que esperemos hasta la noche cuando nos casemos! —ella negó con la cabeza.

Y como estaban en el hospital, ¿qué pasaría si la enfermera o el médico entrara para examinarla?

—¿La noche cuando nos casemos? —él se hizo el tonto.

Micaela se quedó atónita.

—¿En qué estás pensando, chiquita? ¿O también estás esperando ese asunto como yo? —él le acarició la mejilla con una sonrisa astuta.

¿Acaso ella se malentendió y Carlos no se refirió a hacer el amor?

—Tú lo esperas. ¡No lo pienso! —Micaela se quedó muy sonroja.

—Soy hombre. Deberías llorar si no lo esperara.

Ella tomó la sábana y se escondió la cara. Le dio mucha vergüenza por haber mencionado el sexo…

Carlos se sintió alegre viendo que estaba tímida.

—¿Pues de qué hablabas? —ella asomó los ojos tras un buen rato.

—Decía que nadie entra para molestarnos a discutir lo de tu compañero de estudio —Carlos dejó de hacerle bromas.

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