Te Quiero Como Eres romance Capítulo 29

Así que Carlos no se había ido hacía poco, ¿verdad?

Micaela miró el sofá, ¿había vuelto a pasar la noche allí?

Micaela se mordió el labio y abrió el paquete. El de hoy era unas gachas con unos cuantos aperitivos, muy del gusto de Micaela.

Después de comer y recoger, encontró una bolsa y se sonrojó mientras doblaba la chaqueta del traje del sofá, luego los pantalones del traje del baño y las camisas, eran ropa que valía mucho dinero y que habría que enviar a la lavandería.

Micaela se mordió el labio y lavó los calcetines que quedaban, luego lavó su propia ropa y la colgó en el balcón…

Preparó las cosas necesarias para el trabajo, tomó la ropa para lavarla en seco, pensando que había una tintorería en el barrio, cerró la puerta y salió.

Después de dejar la ropa en la tintorería, Micaela tomó el autobús para ir al trabajo.

Una vez en el edificio Nubcanción, el departamento de diseño estaba en la 8ª planta.

Al entrar en el ascensor vacío, la puerta se iba a cerrar, y un hombre se acercó corriendo a ella, Micaela se apresuró a detener el cierre de la puerta.

El hombre entró y le dio las gracias.

Sonrió a Micaela con su traje gris y sus gafas de montura dorada, con un aspecto esbelto.

Con un educado movimiento de cabeza, Micaela apartó la mirada.

Luego le siguió una mujer elegantemente vestida, y se colocaron a la izquierda y a la derecha del ascensor.

El hombre, sin embargo, miró a Micaela pensativo durante un largo rato, hasta que la otra mujer tosió secamente un par de veces y luego apartó la mirada.

Micaela era inmune a las miradas de los hombres, y cuando llegó a su piso, salió sin fijarse en el hombre y la mujer que estaban detrás de ella…

Era de suponer que Kiki se lo había explicado de antemano y que la recepcionista se encargó directamente del proceso de iniciación.

Era una oficina tipo suite con un cartel en la puerta que decía Departamento de Diseño 2.

Cuando entró, era una gran sala con plantas verdes alrededor y una zona de despachos compartimentada en el centro, a la que aún no había llegado gente. Las dos mujeres que habían llegado, echaron una mirada curiosa a Micaela y luego bajaron la vista para hacer sus cosas.

Más adentro, el letrero de la puerta decía: «Oficina del diseñador».

El hombre de la recepción abrió la puerta enseguida y le dijo a Micaela que pasara al despacho y esperara.

Micaela entró y examinó la zona.

¿Era aquí donde solía crear la Sra. Kiki?

El mobiliario era sencillo, sin demasiadas cosas y bien organizado.

No tardó en llegar Kiki, todavía con el mismo traje profesional sencillo de ayer, con colores discretos, sin maquillaje y muy accesible.

Vio a Micaela y la saludó cordialmente.

—Micaela, estás aquí. ¿Has completado el proceso de incorporación?

—Sí.

—Bien, ven conmigo.

La propia Kiki la llevó al exterior, a la zona de oficinas, donde ya había gente y se podía ver a alguien en todos los cubículos excepto en el vacío.

Vinieron al único cubículo que estaba vacío.

Kiki dio una palmada y todos levantaron la vista.

—¡Hoy tenemos un nuevo miembro en nuestro equipo, Micaela!

Micaela sonrió amablemente y miró a su nueva compañera que se levantó.

Dos compañeros y tres compañeras.

Uno de los hombres silbó y miró con entusiasmo a otro compañero, como diciendo: «Oh, ¡qué guapa!».

—¡Hola a todos, mi nombre es Micaela!

Micaela saludó brevemente y los colegas se apresuraron inmediatamente a decir sus nombres.

Kiki adoptó la postura de hermana mayor, poniendo cara de circunstancias y diciendo:

—Mirad vuestras caras, ¡nunca habéis visto una chica guapa o qué! ¡No la asustéis!

Luego se rio.

—A partir de ahora somos todos colegas, así que seamos amables.

La oficina se llenó de risas.

El estado de ánimo de Micaela también era mucho más relajado.

—Alba…

—Te he traído comida. ¿En qué piso estás?

¡La figura de acción era ella!

Ana recogió sus cosas, hizo un gesto con la mano a Micaela y salió.

Alba no tardó en llegar con dos fiambreras.

Micaela recogió la mesa y Alba sacó sus cosas mientras miraba a su alrededor un momento.

—¡No es un mal ambiente! Conozco un poco a la señorita de la familia Núñez, ¿quieres que la llame y le pida que te cuide?

—¡No, no!

Micaela se negó rotundamente.

—¡Sabía que serías así, sin aprovechar un recurso tan bueno! Si te hubieras ido directamente a trabajar a la empresa de mi hermano, ¡habría sido una simple cuestión de que lo dijera!

Micaela distribuyó los cubiertos desechables y acercó una silla para que su amiga se sentara.

—No me gusta eso. Me gusta tener los pies en el suelo y mantenerme por mis propios méritos.

Alba miró el perfil delicado y sereno de Micaela.

Así era cuando estaba en la universidad, Micaela no pedía un céntimo a la familia Elvira, se lo ganaba todo ella.

A veces, cuando veía que estaba en una situación realmente difícil quería ayudarla, pero ella no lo aceptaba, y cuando realmente no tenía otra opción, lo tomaba prestado y luego se lo devolvía como era de esperar.

Micaela, que era débil por fuera pero fuerte por dentro, daba pena a Alba.

Micaela miró los platos, todos los cuales le encantaban.

Micaela miró a Alba, la señorita mimada debería haber empaquetada comida de algún gran hotel.

Como no contestaba al teléfono, ella misma vino con las fiambreras.

Tras la comida, Micaela sacó la basura y cuando volvió, vio a Alba esperándola con las piernas cruzadas.

—Querida Micaela, ¿hay algo que no me estás contando?

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