Carlos se sentía muy incómodo ahora, así que le dio un firme beso antes de tumbarse a un lado.
—Cariño, lo haremos la próxima vez...
Sintiéndose un poco culpable, Micaela le dijo:
—Lo siento...
—Pequeñita, no pasa nada, ya soy muy feliz —Carlos dijo y le frotó la cabeza.
Ya sabía la verdad sobre lo que ocurrió hace dos años, y sintió más feliz.
«¿Debo ir a comprarle tampones?»
Entonces se levantó y le dijo:
—Espérame, ahora vuelvo.
Micaela estaba un poco confundida, pero aun así asintió obedientemente.
Se levantó apresuradamente y entró en el baño después de Carlos salir.
Debería haber pensado que era su período cuando se sintió incómoda, ¡pero no prestó atención en ese momento!
«No debería haber dejado ir a Carlos, debería haber ido a casa con él...»
Dejó de pensar y se volvió a la cama pensando que ya hablaría con él más tarde para volver a Barrio Fanslaño.
«Por cierto, ¡no sé qué pasó con Alba!»
Por suerte llevó el teléfono consigo y se apresuró a enviarle un mensaje.
—¿Cómo estás?
—Estoy preparando para ir a la cama —Alba le respondió.
—No estáis teniendo sexo, ¿verdad? —Micaela preguntó.
Podía ver cómo iba a responder, y efectivamente fue así.
—¡Si se atreve le mataré!
—¿Y tú? No me digas que has terminado tan pronto.
Micaela se sonrojó y respondió con sinceridad:
—Estoy en mi período.
Alba hizo una pausa antes de responder:
—Sr. Aguayo está tan desafortunado.
Se sintió muy tímida.
Esto no era algo que ella podía controlar...
Se apresuró a cambiar de tema y preguntó:
—Se lo prometiste, ¿realmente te gusta?
—Tengo tiempo para desarrollar la relación con él lentamente —Alba tardó en responder.
«¿Significa esto que todavía no le gusta?»
Micaela aún quería responder, pero Carlos volvió y llevó una bolsa de la compra de la tienda.
—Aquí tienes.
Micaela la cogió y su carita se sonrojó rápidamente.
—No sabía qué tipo te gustaba, así que los compré todos —explicó Carlos.
Micaela ya se imaginaba cómo se vería cuando estuviera de compras, cómo miraría todos los tipos de envases y cómo el vendedor lo miraría con asombro...
—¿Todavía no vas o quieres que te ayude?
—Buenos días, pequeñita.
Micaela enterró la cara en sus brazos, sintiéndose un poco avergonzada.
Carlos le soltó la mano para indicarle que era hora de levantarse.
Sin embargo, Micaela no lo sintió, sino que rodeó su cintura con más fuerza pensando que era tan bueno que no podía sentirse culpable por él y podía ser generosa y despreocupada con él.
Carlos luchó por contener su deseo.
Envolviéndola con sus brazos y se enterró en su cuello:
—¡Intenta atraerme de nuevo, pequeñita!
Micaela enrojeció su cara y no supo si sujetarlo o no...
Después de un rato, Carlos se levantó y entró en el baño.
Media hora más tarde, los dos salieron y cuando pasaron por la habitación 666, Micaela pensó en su buena amiga y dijo:
—¿No pedimos a Alba y a Ernesto que se van con nosotros?
—Es mejor no molestarles...
Micaela dio un respingo y murmuró:
—Crees que todo el mundo es como tú...
Carlos sonrió, pero no le contestó y entró con ella en el ascensor.
Tras entrar, Carlos la abrazó hábilmente.
—¿Qué quieres hacer? Micaela preguntó.
—¿Quieres ser noticia?
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