Alba sintió que su corazón era apuñalado...
—Pero, en mi mundo emocional, tú eres todo lo que tengo —Ernesto continuó a decir.
Alba sintió que su corazón latía rápidamente, pero aun así habló:
—Tonterías, ¿te atrevas a gustar a otra mujer?
Ernesto sintió inmediatamente que la atmósfera romántica que le rodeaba había desaparecido...
Arrancó el coche para seguir al que le precede y dijo:
—¡Sí, no me atrevo!
***
Carlos miró a Micaela en sus brazos que tenía las pestañas largas, la piel suave y unos seductores labios rojos...
Carlos recordó que hace un momento en la sala de hipnosis. Todo el tiempo el hipnotizador estuvo hablando y ni siquiera estaba seguro de que Micaela le oyera. Pero entonces el hipnotizador preguntó de repente:
—¿Te acuerdas de la persona olvidada?
Micaela respondió muy claramente:
—Sí, lo recuerdo.
Inmediatamente, el hipnotizador preguntó:
—¿Quién es?
—Es Adriana.
—Bien, duerme un rato.
Entonces se durmió realmente...
«¡Era realmente esa mujer!»
Carlos estaba muy furioso.
Resultó que su encuentro con la pequeñita en Hotel Estencell no era la primera vez que le tendía una trampa.
«No es de extrañar que la segunda vez dijera que sabía que el físico de Micaela era diferente al de la gente normal.»
El hipnotizador percibió el cambio en su estado de ánimo y dijo:
—Sr. Aguayo, la hipnosis se ha liberado, por favor regrese.
Carlos miró al hipnotizador y dijo con indiferencia:
—Dime todo lo que sabes.
—Acabas de intentar hipnotizarme sin éxito, así que deberías saber lo que pasará.
El hipnotizador no tuvo más remedio que responder:
—Cuando Srta. Noboa era una niña, sus padres me buscaron para hipnotizarla, por eso es mi cliente especial.
—Sr. Aguayo, perdóneme por no poder decirle la razón, porque yo tampoco lo sé. No estaba presente y fueron sus padres los que le hablaron de la hipnosis. En otras palabras, sus padres no querían que una tercera persona conociera...
El coche se tambaleó de repente, Carlos retiró sus pensamientos y miró hacia abajo para ver a Micaela despertarse tranquilamente.
Cuando Micaela vio que estaba acurrucada en los brazos de Carlos.
De repente se sintió un poco avergonzada y quiso levantarse, pero Carlos no la dejó y la preguntó.
—Pequeñita, ¿cómo se siente?
Micaela tardó en recordar por qué estaba en el coche.
Una profunda pérdida y desesperación surgieron en su corazón.
Rodeó el cuello de Carlos sin hablar.
Carlos sabía que Micaela estaba recordando los recuerdos que habían sido sellados.
Pensando en lo que el hipnotizador se dijo a sí mismo después, Carlos supo que su pequeñita realmente llevaba muchos secretos...
Al oír la voz sollozante de Micaela, Carlos levantó la barbilla de ella besando las lágrimas de sus mejillas.
Cómo no iba a sentirlo, simplemente lo contuvo con una superfuerza de voluntad.
Micaela miró el lugar que había tocado, se sonrojó y dijo:
—Lo siento...
Por suerte, el asiento trasero era un espacio separado del asiento delantero, de lo contrario Micaela se habría sentido tan avergonzada que habría querido buscar un hueco para esconderse.
Se oyó un golpe en la puerta del coche y luego la voz de Ernesto:
—Llevamos un tiempo aquí. ¿Has considerado los sentimientos de Raúl?
Micaela se sonrojó aún más y no se atrevió a mirar a Carlos:
—¿Puedo bajar?
Carlos respiró profundamente y soltó su mano.
Micaela echó una rápida mirada a su expresión y preguntó:
—¿Estás bien?
Carlos sintió que incluso solo escuchar su voz era tentador, así que tomó la delantera y abrió la puerta del coche para bajar.
Cuando Micaela vio la escena que tenía delante, se olvidó al instante de lo que acababa de pasar...
Estaba en la montaña.
Un césped plano del que no se ve el borde, rodeado de frondosos árboles, y unas cuantas personas agachadas para solucionar algo no muy lejos.
—Micaela.
Alba la llamó corriendo desde la hierba abierta en la distancia.
Micaela se apresuró a alcanzarla y fue abrazada por ella y retrocedió unos pasos antes de poder quedarse quieta. Los dos hombres que estaban detrás de ella querían acercarse inconscientemente para ayudarla...
—Sr. Aguayo es tan impresionante fletado este campo de vuelo. Vamos a jugar parapente! —Alba dijo con entusiasmo.
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