Te Quiero Como Eres romance Capítulo 388

Los cuatro se separaron abajo.

Antes de entrar en el coche, Micaela oyó a Olivia decir:

—Leonardito, déjame conducir, has bebido mucho...

Micaela no escuchó lo que dijeron después, porque Carlos la había traído al coche.

Tras abrochar el cinturón de Micaela, Carlos se subía a la cabina.

Pensando en lo que dijo Olivia, Micaela se apresuró a decir:

—Carlos, también has bebido bastante...

Carlos levantó las cejas. Una sonrisa apareció en la comisura de su boca.

—Entonces, ¿conduces tú?

Pues...

No tenía la licencia de conducir...

Micaela miró hacia atrás, como esperaba, allí estaba el coche del guardaespaldas. Micaela dijo con alegría:

—Hagamos que un guardaespaldas conduzca...

—Pero quiero estar contigo solo.

Micaela quedó en pausa y tuvo que transigir.

—Así pues, ten cuidado.

Tontorrón, ¿cómo podía bromear con su seguridad?

La vuelta a casa fue tranquila.

Apenas se cerró la puerta, Carlos la abrazó por la cintura y la llevó a sentarse en el armario de los zapatos, luego la besó en los labios.

Micaela percibió el leve aroma del vino, y parecía que ella también iba a emborracharse.

Pero no, ¡aún tenía algo que preguntarle!

Lo apartó con fuerza y preguntó de prisa:

—¿Cuál es la prueba que me inhabilitaba para Super Ángel?

Carlos solo podía ver los labios rojos de Micaela, ignorando su pregunta, se le acercó para besarla de nuevo...

Micaela levantó la mano para detenerlo, y solo entonces Carlos movió su mirada en ella.

La mujer estaba sonrojada, pero insistía en lograr la respuesta.

—Has hecho mucho por mí, ¿verdad?

Carlos le besó la palma de la mano, y Micaela la retiró como si se hubiera electrocutado.

Bajándola del armario, Carlos la tomó de la mano y entró en el estudio.

Sacó una de las carpetas de la estantería, en la que estaban la carta anónima y las fotos de aquel día.

Se la dio a Micaela.

Micaela miró a Carlos, luego bajar la mirada para hojearla con curiosidad.

Después de leer la carta anónima, Micaela sacó las fotos y vio por sorpresa a Marcos en la imagen...

Esto fue en Rioslaider. Recordó aquella noche de hacía dos años.

Como aquel entonces tenía prisa por encontrar a alguien que le mirara las marcas de la nuca, quería pedirle el favor cuando vio a Marcos. Por suerte, se detuvo a tiempo...

Por eso, en el momento de darse la vuelta, ella vio a un hombre vestido de blanco pasar rápidamente. Ahora volvió a pensar, ¡sería quien tomó las fotos a escondidas!

Micaela estaba más seguro de que la persona detrás de todo, ¡fue Adriana!

Se esforzó tanto para impedir a Micaela participar en la competencia, ¡incluso aprovechó su novio Marcos!

Dicho esto, ¿ella debería haber encontrado una casa y haber salido de la villa?

Carlos recogió la carpeta y la puso en la mesa. Luego rodeó a la mujer en sus brazos, y dijo en voz baja.

—Cariño, ya has retrasado bastante, es hora de responder.

Micaela lo miró, luego volvió a bajar levemente la cabeza.

—Lo sé, lo haré.

Carlos dio un beso en la frente de ella.

—Veré qué pasa.

—¿Por qué no me lo has dicho?

—Vaya, qué atractiva es Micaela. Pero Carlos, no lo hagas parecer cruel, qué dejar a Leonardito en paz. No le puse un cuchillo en el cuello para obligarle a actuar conmigo, ambos tratamos de ganar lo que queremos. Él aceptó colaborar conmigo ayer.

Carlos se pellizcó el entrecejo.

—Él te comunicará más tarde para terminar vuestra colaboración.

—Carlos, conoces mi carácter, ¿le dejaría retractarse de lo prometido? Tantas personas en el banquete de anoche me vieron elegirlo, no puedo permitir que surja esa vergüenza aun cuando Familia Núñez sea de bajo perfil.

Carlos sonrió con desprecio.

¿Vergüenza?

Si fuera vergonzoso o no, depende de la persona. Familia Núñez no tenía nada que temer por un asunto tan pequeño. Sobre todo Natalia, quien había visto situación más grave, podía resolver todo con poco esfuerzo.

Natalia continuó:

—Si Leonardo realmente ama a su novia, la actuación entre nosotros no tendría ningún impacto en su relación. Ambos salimos ganando, ¿por qué te preocupas tanto?

—Natalia, no es tan simple como un espectáculo, ¿estás segura de que tu abuelo y padre no le hará nada a Olivia?

Natalia no contestó.

Carlos suspiró y preguntó:

—¿Qué hace falta para que te rindas?

—Ni hablar, a menos que, vengas a ayudarme.

Las cejas de Carlos se fruncieron con fuerza, y en su voz se sentía cierto escalofrío.

—¿Será este el fin de nuestros años de amistad?

Se mantuvo callado al otro lado de la línea durante mucho tiempo, y luego habló:

—Déjame pensar.

Dicho esto, se colgó el teléfono.

Carlos se quedó sentado en silencio durante un buen rato.

Nunca admiraba a nadie, especialmente a las mujeres, pero Natalia contaba como una sin duda.

Ella era muy competente y tenía una alta opinión de sí mismo. ¿Qué tipo de hombre le gustaba tanto, que andaba tantas molestias solo para acompañar a su novio en su carrera?

Después de mirar la hora, Carlos se levantó y subió las escaleras...

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