Te Quiero Como Eres romance Capítulo 567

Micaela levantó la vista, acariciando la mejilla de Carlos con su mano, y le miró con cariño.

—Carlos, hoy es un día especial y debemos estar tristes. Pero después de hoy, espero que puedas ser fuerte y te enfrentes a todo con valentía. No importa lo que haya pasado antes, el abuelo te quiere y ha admitido su error. Aunque no puedas perdonarlo, es tu abuelo y ya tiene mayor edad y tenemos la obligación de ser filial... Creo que tu madre deberá estar feliz si ve que te quiero tanto y que me quieres tanto.

Carlos escuchó atentamente lo que dijo Micaela, se quedó muy conmovido y la tristeza enredada en el corazón se dispersó lentamente.

«Sí, mamá se alegrará de ver que tengo Mica a mi lado ¿Quizás el mayor deseo de mamá es que yo deje atrás el odio y acepte de nuevo a esa familia?»

Carlos la abrazó más fuerte y le preguntó:

—Mica, ¿has sido enviada por ese Señor para salvarme?

Micaela sonrió, se puso de puntillas, le besó suavemente en los labios y le preguntó a su vez:

—¿Y te he salvado o no?

—Sí.

Justo cuando Carlos estaba a punto de besarla, se oyó golpes a la puerta.

Acto seguido sonó la voz de Diego:

—Señor, es hora de partir.

Micaela se apartó del abrazo del hombre precipitadamente, y se sonrojó ligeramente.

Carlos le cogió de la mano, se dirigió hacia la puerta y dijo:

—Venga, volvamos a casa.

Al ver que el tono suyo se volvió ligero, Micaela supo que el hombre había salido de esa sombra y no pudo evitar una ligera sonrisa.

El viaje de vuelta a Salamentro tardaría más o menos tres horas. Diego era el conductor, porque su pueblo natal también estaba en Salamentro. Y Raúl y dos guardaespaldas tomaron otro coche detrás de ellos.

Micaela empezó a ponerse nerviosa tan pronto como subió al coche.

Mientras tanto, Bianca le seguía enviando mensajes sin cesar:

—Micaela, ¿ya has llegado?

—¡Todos ya están y solo faltan tú y Carlos!

—Me alegro de que vuelvas a Salamentro. Si no, ¡me quedaría avergonzada aquí!

Bianca había vuelto a Salamentro unos días antes. Probablemente, era la primera vez que celebraría la Navidad en la casa de su marido, así que estaba un poco incómoda.

Micaela y Bianca charlaron casualmente por el teléfono móvil y la tensión se le fue poco a poco.

A su vez, Carlos tenía a Micaela en sus abrazos, le besaba la mejilla de vez en cuando y a veces le quitaba el teléfono como si fuera un niño travieso para llamar su atención.

Diego suspiró para sus adentros:

«En poco más de seis meses, Micaela ha cambiado por completo al señor Aguayo. La madre difunta debería de alegrarse mucho al ver que sus dos hijos han encontrado su felicidad respectiva.»

A las cinco de la tarde llegaron a la mansión de la familia Aguayo en Salamentro.

Micaela miró el portal magnífico y se quedó petrificada.

«¡Aquí parece una finca de lujo en vez de una villa simple!»

Micaela siempre había pensado que la villa de la familia Campos ya era muy lujosa, ¡pero no era nada comparada con la villa de la familia Aguayo que ahora ella tenía delante!

En este momento, el portal lujoso se abrió y varios porteros se colocaron en una respetuosa fila para dar la bienvenida a la pareja joven.

El coche entró en el interior y condujo durante otros diez minutos antes de detenerse frente a una enorme villa.

Micaela se bajó del coche y miró a su alrededor.

«¿Aquí es donde vivía Carlos? Allí hay columpios. ¿Carlos jugaba allí cuando era niño?»

Y los primos de Carlos miraron a Micaela y también se sonrojaron, pensando para sí mismos: «¡Micaela es tan hermosa!»

Carlos les echó una mirada feroz como para advertirles que no pusieran ojos en su mujer.

Ellos desviaron obedientemente la mirada. ¡La primera regla de supervivencia en la familia Aguayo era no meterse nunca con Carlos!

Los sirvientes en la cocina ya habían preparado la cena, así que el anciano anunció que era la hora de la cena familiar.

Todos se levantaron y se dirigieron al comedor.

Era un lujoso comedor con cinco mesas, en cada una de las cuales se colocaban muchos platos exquisitos.

El abuelo estaba de muy buen humor y el ambiente de la cena era estupendo. Y a Micaela le fue bastante fácil adaptarse a la familia. Micaela miró a Carlos, que estaba sentado a su lado y cuidaba de ella atentamente, y sintió una cálida sensación en su corazón.

«Resulta que así es un hogar acogedor.»

***

En marcado contraste con la villa animada de la familia Aguayo, la familia Gilabert de Teladia era fría y silenciosa.

En la mesa solo estaban Alba y Mateo.

La comida era muy deliciosa, pero Alba no tenía ningún apetito de comer.

Ella tenía la cabeza baja, muy enfadada y molesta.

Ernesto se había ido sin decirle a ella nada después de llevarla de vuelta a la villa de la familia Gilabert, por eso Alba se quedó bastante enojada.

«Si lo vuelvo a ver, ¡le daré una buena paliza!»

—Alba, ¿por qué llevas una cara tan fea? —la voz de Ernesto sonó de repente detrás de ella.

Alba se dio la vuelta sorprendida y vio que Ernesto estaba de pie detrás de ella y llevaba su habitual sonrisa pícara.

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