El anciano levantó su bastón, golpeó pesadamente a sus hijos y nueras habladores y regañó furiosamente:
—¡Cállense! ¡Todos salgan de aquí!
Al instante, la sala se puso alborotada.
Micaela se quedó estupefacta.
«¿Salamonsa? ¿La madre de Carlos es de Salamonsa? No me extraña de que me resulte familiar su foto. ¿Me encontré con ella alguna vez en Salamonsa cuando era niña?»
Carlos no estaba menos sorprendido que Micaela, y le surgieron muchas dudas en la mente, pero su primera preocupación seguía siendo su Mica, y rápidamente la tomó entre sus brazos.
Su madre era de Salamonsa y su Mica también era original de Salamonsa, por lo tanto, ¡de ninguna manera podía permitir que las dos mujeres más importantes de su vida fueran insultadas así!
Los miró a sus tíos con una mirada extremadamente indiferentes y les advirtió:
—Tío Barceló, tío Ramón, por favor, ¡tengan respeto por mi madre difunta!
Tomás también dijo exasperado:
—¡Sí, tengan cuidado con lo que dicen! Mi madre siempre era mi mujer virtuosa y decente. ¡No les permito que le humillen la reputación!
Eso era lo que Carlos intentaba decir.
Los dos hermanos todavía eran de menor edad cuando su madre murió, pero sabían muy bien que su propia madre era una persona gentil, amable y generosa, y que no podía ser el tipo de persona que describían sus tíos.
Barceló se puso enfadado por la actitud de los dos hermanos y se mofó:
—Carlos, ¡Soy tu tío! ¿Con qué actitud estás hablando con conmigo? Todavía no se sabe si eres hijo de Fernando o no. ¡A lo mejor, tu padre biológico es algún bárbaro al que tu madre que había seducido!
Antes de que Tomás y el anciano pudieran defender a Carlos, Micaela se adelantó, protegió a Carlos detrás de ella, y lo miró ferozmente con sus ojos claros a Barceló y dijo con voz severa.
—Señor Barceló, ¡no le permito humillar a Carlos así! Usted es el mayor y proviene de una familia noble, por lo tanto, debe ser muy culto y tener muy buena educación. Pero, ¿cómo puede hablar de una manera tan grosera con tu sobrino? No importa cuál sea el origen de Carlos, ya que el señor Matthew lo trata como su propio hijo y el abuelo lo trata como su propio nieto, ¡entonces es miembro de la familia Aguayo! Además, Carlos es mucho más sobresalientes en comparación con sus hijos. Si no hubiera sido por la ayuda de Carlos en la crisis del año pasado, ¿cómo usted todavía podría vivir aquí con tanta comodidad?
Ante las palabras justificadas de Micaela, Barceló, Ramón, y sus esposas respectivas se quedaron sin palabras sin saber cómo refutar por un momento. Especialmente Paco y Mauricio se quedaron tan avergonzados que bajaron la cabeza.
Carlos se quedó tan conmovido por la valentía de la mujer de defenderlo que la hostilidad y la furia se le desvaneció al instante.
¿Cómo sería posible que él no se quedara atraído por una mujer así?
El anciano le lanzó una mirada de aprecio a Micaela. A él le gustaba cada vez más esta chica pura, pero tenía un humor muy complicado. Detrás del lujo y la nobleza de su familia, había tantas suciedades que le daba vergüenza al anciano mirarla a Micaela a los ojos claros.
—Barceló, Ramón, salgan primero —mandó el anciano.
Ellos se quedaron tan avergonzados y humillados después de escuchar las palabras de Micaela que no querían quedarse más tiempo allí y salieron todos.
Carlos, Tomás, Micaela, Bianca, el anciano y Matthew, que estaba acostado en la cama del hospital, eran los únicos que quedaban en la sala.
El anciano miró a su hijo tumbado en el lecho y a su mente le vinieron muchos recuerdos antiguos. Al pensar que el secreto que había estado tratando de ocultar se quedó revelado, se puso algo molesto y dijo indignado:
—¡Esa mujer de Salamonsa es una desgracia para mi familia!
Por la culpa de esa mujer, ¡su hijo segundo y su hijo menor se volvieron uno contra el otro y finalmente este último rompió la relación padre-hijo con él y abandonó la familia Aguayo!
—¡Abuelo, no fue culpa de mi madre! —gritó Tomás.
Hasta hacerse adultos, los dos hermanos entonces se enteraron de que Barceló y Ramón codiciaban la belleza de su madre. Para evitar molestias innecesarias, sus padres se trasladaron de la villa antigua y vivieron solamente. En la adolescencia, Carlos y Tomás incluso discutieron violentamente con su abuelo porque el anciano siempre le echaba toda la culpa a su madre. En una de las peleas más feroces, Tomás incluso se fue de casa para que el abuelo dejara de culpar a su madre.
No obstante, al final nada cambió y su madre se vio obligada a tomar veneno bajo la presión del anciano y murió.
Carlos dejó Salamentro y se fue a Teladia porque no pudo salir de la sombra de la muerte de su madre durante años.
Las emociones que el anciano había estado reprimiendo durante años, estallaron en este momento:
Carlos apretaron los puños con toda su fuerza, con muchas emociones entremezcladas en el corazón, y Tomás se mantuvo silencioso sin decir nada.
***
Cuando llegó la noche, el anciano volvió a la villa. Y Tomás, que había sido herido y había donado sangre, también regresó con Bianca a casa para descansar, dejando a Carlos y a Micaela solos en la sala.
Carlos se sentó en una silla y miró fijamente a Mateo en el lecho, con ojos inescrutables.
Micaela se sentó a su lado y le cogió la mano. Carlos la tomó en brazos, con la frente pegada a la suya, y dijo:
—Mica, muchas gracias.
No habría estado tan tranquilo si ella no hubiera estado a su lado.
Micaela le miró a los ojos y le dijo seriamente:
—No me lo agradezcas. Quiero que dejes de pensar demasiado y enredarte en cosas que no podemos cambiar. La muerte de tu madre no fue tu culpa. Seguramente, ella no quería que vivieras culpándote a ti mismo. Además, quiero que sepas...
Micaela se detuvo y bajó la cabeza tímidamente, pero luego se armó de valor, miró a los profundos ojos de Carlos y le susurró:
—Quiero que sepas que en mi corazón eres el único Carlos, el que más amo.
Carlos sí se culpaba, sí se sentía desgarrado, pero gracias a las palabras de Micaela, las emociones pesadas que se habían estado acumulando se aliviaron bastante.
«Mamá se negó a decir quién era mi padre hasta el último de su vida. Supongo que ella debía de tener su propia razón. Como Mica dice, para las cosas que no podemos cambiar, debemos dejar de enredarnos. En el universo, cada cosa tiene su propio destino. Mientras yo tenga a Mica a mi lado, tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz...»
Con eso en la mente, Carlos se sintió mucho más tranquilo, la abrazó a Micaela con más fuerza y quiso besarle los labios, pero ella le tapó los labios y dijo:
—Carlos, conocí a tu madre.
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