Micaela estaba un poco nerviosa e incluso un poco incoherente:
—Lo siento. Me he tomado la tarde libre, pensando volver a la oficina para esperarte antes del trabajo...
«Micaela, ¿qué hacías en ese barrio?»
«¿Por qué te mojaste bajo la lluvia?»
«¿Y por qué lloraste tanto?»
«¿Por qué no me llamaste para que te recogiera?»
Carlos tenía muchas ganas de preguntarle, pero cuando la vio tan ansiosa sin saber cómo explicar, se sintió aún más triste...
«¿Por qué no confías en mí?»
«¿No soy lo suficientemente sincero?»
Micaela no sabía qué más explicar, se mordió el labio y lo miró.
—Me voy y te remojas en agua caliente. El albornoz está colgado ahí.
Tras decir eso, Carlos salió decepcionado, cerrando la puerta del baño.
Micaela hizo una pausa antes de levantarse, quitarse la ropa y volver a sumergirse en el agua caliente.
Ella podía ver la pérdida en su mirada, pero no podía abrir la boca.
El vapor la asfixió y respiró profundamente. No estaba preparada para contarle su desordenada vida, porque en su corazón, todavía tenía un complejo de inferioridad.
¿Cómo iba a decirle algo confundido para ella?
No había contado con nadie y no sabía cómo hablar de ello...
Cuando estaba tocando el piano en casa de su profesora, tenía una vaga imagen de sus padres en su mente, especialmente la cálida sonrisa de su madre. Pero al pensar que habían muerto, de repente sintió una tristeza enorme.
Una vez más, las palabras de su profesora resonaron en su mente:
—Llevo tres años enseñándote, y también he entrado y salido de tu casa durante tres años. ¡Puedo confirmar que la casa es de tu padre! ¡Tu padre dirigía Grupo Noboa! Tus tíos y su hija, los tres se alojaban en tu casa...
Lo que dijo ella y lo que le había dicho Tía Marta eran completamente diferentes.
Micaela estaba confundida y sorprendida.
«¿Cuánto me había mentido mi tía?»
«¡No puedo estar más confundida!»
Si ella creía en la profesora, entonces el actual Grupo Elvira debería haber sido suya, ¡y Tía Marta sería una ladrona!
Adriana le arrebató la casa, el piano y Marcos...
—Tengo una buena vida y no me falta nada. No puedo entender tu vida que no tienes nada.
La voz orgullosa de Adriana sonó en su mente...
¡Resulta que todo se debía a ella!
Afortunadamente, ya se había retirado de la relación con Marcos, y había conocido a Carlos...
«Carlos... »
¡De repente supo cómo se sentía! Cuando vi a Carlos en el coche, se relajó al instante porque encontró a alguien en quien podía confiar. Así que no pudo evitar llorar...
¡Todavía contaba con Carlos en este mundo!
Aunque nunca había prometido nada, sus acciones siempre le habían dicho que estaría a su lado para siempre.
Micaela se levantó del agua, salió de la bañera, se puso el amplio albornoz, y se apresuró a salir descalza.
«¡Debe estar en el estudio!»
No llevaba nada más que una bata de baño...
Carlos la miró, de muy buen humor:
—¿Sientes timidez ahora?
Micaela no habló, solo se mordió los labios, y se miró los pies.
Solo entonces Carlos vio que estaba descalza, y se apresuró a llevarla en brazos a su habitación, colocándola suavemente en la cama.
Micaela se sentó nerviosa, con el corazón latiendo rápidamente.
Carlos la envolvió con una colcha, y luego se sentó detrás de ella, sosteniéndola, con la cabeza apoyada en su hombro...
Fuera de la ventana, soplaba el viento y llovía, pero la imagen del interior era romántica...
Micaela se apoyó en los brazos de Carlos, sintiéndose especialmente cálida. Levantó ligeramente la cabeza, se encontró con la mirada suya, que llenaba de ternura.
—¿Por qué lloraste?
Micaela inclinó la cabeza, se mordió los labios, respiró profundamente y habló con él lentamente.
Desde sus padres, el accidente de coche y el orfanato hasta la adopción por Los Elvira...
Micaela contaba en voz triste. Recordaba a sus padres, que la querían mucho. Ese afecto extraño y familiar, de repente golpeaba su corazón. Pero los había olvidado e incluso no había guardado todo lo que sus padres dejaron...
Cuando Carlos se acercó y la besó, Micaela se puso cómoda de repente y Carlos preguntó en voz baja:
—Entonces, ¿los recuerdas ahora?
—No...
Micaela se sonrojó, bajó la cabeza y siguió hablando.
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