- Entra, ¿tienes hambre? - Me pregunta, casi con cariño, mientras me permite entrar en el castillo, que ya me resulta familiar y lleno de esplendor. Todo me da vueltas en el pecho. Estoy aquí de nuevo. En su casa. Y de nuevo soy... su prisionero. Sólo que ahora mi encierro no durará siete noches de calor, sino mucho más. Casi nueve meses...
Una parte de mi interior se regocija con alegría y la otra parte hace lo contrario.
Sinceramente, tengo hambre.
Asiento con modestia.
- Siéntate en el sofá, y tendré la comida servida aquí mismo. Victoria está en el hospital en un estado muy grave, así que su padre vendrá pronto y firmará los papeles por ella. He contactado con él, Myron Titov está en camino.
Me acomodo en el mullido sofá, suspirando de alivio mientras mi cuerpo cae literalmente en la suave tapicería del sofá, como si cayera en una mullida nube.
¡Dios, estoy tan cansado!
Mucho estrés y medio día de pie.
En mi opinión, este ritmo de vida es indeseable.
En la mesa de cristal hay un jarrón con trozos de chocolate, cojo una rodaja y me la pongo debajo de la lengua. ¡Mmm! Qué felicidad. El sabor celestial de una golosina cara y de alta gama se derrite literalmente en mi lengua: es una tranquilidad para mis nervios.
Bulat todavía está aquí. No lo miro, puedo sentir que me quema la nuca con ojos desorbitados. Y cómo me está viendo correr con un trozo de chocolate en la boca. Mirando demasiado de cerca...
No seré yo quien lo críe... Pero al menos vivirá. Tendrá todo lo que pueda desear. Tal vez eso sea aún mejor. ¿Y qué puedo darle?
Un pobre huérfano que vive en un albergue...
me pregunté.
Tal vez todo tenga sentido.
Bulat se va, dejándome solo. Cinco minutos después me traen una comida deliciosa y sana, recién cocinada. Asumo con gusto la tarea, y en otros quince minutos llega a la mansión de Basmanov un invitado muy importante.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado