¡Viene como la mierda! Sinceramente, ¡con alma! Está tan apretada que me aprieta tanto la polla que me corro como un niño que acaba de llegar a la pubertad y tiene su primera erección. En un par de segundos... Porque es difícil contenerse con un petardo tan delicado.
Ya ha pasado casi un mes, y aunque estoy enfrascado en mi rutina de trabajo, no me ha ayudado a deshacerme de su pensamiento.
Estaba empezando a perder la cabeza. Nastya... He soñado con ella. Me desperté en medio de la noche cubierto de sudor, con una erección de piedra en mis pantalones y no pude luchar más contra mí mismo. Fui al gimnasio y golpeé un saco de boxeo hasta que me sangraron los nudillos, pero seguía sin poder calmarme.
Luego se emborrachó.
Ni siquiera eso ayudó.
¡Mierda! ¿Qué me pasa?
Por la mañana marqué el número de Cerberus y pregunté... pedí saber cómo estaba Nastya. ¿Dónde está ella? ¿Cómo vive?
Unas horas más tarde recibí una respuesta con un mensaje:
"Vive en la residencia, rompió con Ilya, va a la universidad y a trabajar - pluriempleo como camarera."
"Bien, sigue observando", respondió.
Un par de días después sonó una alarmante llamada telefónica:
- ¡Jefe! - La voz de Cerberus estaba innecesariamente tensa.
- ¿Qué quieres?
- Noticias... ¡hay noticias! Hay que prestar atención a esto.
La agenda en mi vida es ahora muy apretada, la vida está programada al minuto. No puedo permitirme el lujo de distraerme con charlas triviales.
- ¿Y bien? ¡Habla o no te distraigas!
Oigo una fuerte respiración en el receptor.
Cerberus da lugar a una respuesta después de todo.
- Anastasia parece estar en una posición.
- ¿Qué?
Hago sonar mi puño sobre la mesa, gruñendo.
- La hemos vigilado como nos dijiste, y nos hemos dado cuenta de que ha hecho muchos viajes a la clínica prenatal. La oí hablar con otra paciente en el vestíbulo de la clínica, una amiga suya desde hace mucho tiempo, al parecer. Anastasia le dijo que estaba... embarazada de ocho semanas.
Me puse pálido.
Dos meses.
Ese es el tiempo que llevaba sin verla.
¡Qué noticia!
Necesito un trago. Quiero beber, quiero beber toda la botella hasta el borde.
¿Qué va a pasar ahora?
Maldito...
No dudé ni un segundo de que el bebé era mío. No había estado viviendo en vilo todos estos días, volviéndome loco con una extraña y agotadora sensación de presentimiento.
Tengo los instintos de un animal.
Al final, mi intuición no me defraudó.
¡La intuición que había estado esquivando!
¡He dejado a la maldita chica embarazada!
Y ella... trató de ocultarlo.
Y así es como me cabreó.
Así que me he puesto en marcha.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado