Te tomo prestado romance Capítulo 61

- ¡Ve a City One!

Doy un portazo, dando la orden al conductor.

- ¡Deprisa! ¡Pedal a fondo! ¡O te despediré!

Entiende lo que le digo y acelera el coche hacia la velocidad máxima. Yo me pierdo en mis propios pensamientos, sin saber qué hacer.

Estoy enfadado.

Irreal.

Porque sólo hay una decisión sensata dando vueltas en mi cabeza: este embarazo no va a ser.

He estado soñando con tener un heredero, pero no tengo otra opción.

Las emociones me ahogan y me desgarran.

Creo que incluso siento algo que parece dolor.

En el centro de mi pecho...

Pero no hay otra manera.

Mi heredero debe nacer en el matrimonio, de alguien a quien he unido oficialmente mi vida, no de una aventura de una noche. ¡Una vergüenza para la reputación de los Basmanov!

El todoterreno se detuvo justo delante de la entrada de la clínica. Fue entonces cuando la vi. Me he puesto en plancha. Como un toro en un trapo rojo, pateando la puerta del coche.

Nastya...

Era aún más hermosa y deseable.

Un poco más redondo, más bonito, más femenino.

Casi me doy por vencido cuando vi su rostro delicado y asustado y esos ojos profundos e inigualables que me miraban con miedo. Y... lágrimas congeladas.

- ¿Intentaste ocultarme el embarazo? - En lugar de un saludo, voy directamente al grano.

Le agarro la nuca y le aprieto un puñado de pelo con fuerza, apretando su frágil cuerpo contra mi pecho de plomo.

Mis fosas nasales se agitan con su aroma.

Tan delicada, ligera, femenina. Con un toque de flores y vainilla.

Aspiro el aroma de su pelo y casi me rindo a la debilidad ante esta chica. La cabeza me da vueltas. Tan apetecible... que casi me desmayo.

Quiero arrancarle las bragas aquí mismo, apoyar mi vientre en el capó y hundirme hasta la ingle en las tiernas profundidades del placer.

Ahógate.

Olvídate.

Para siempre...

¡La echo de menos como un loco! Y tiembla como un cordero indefenso en las garras de la bestia, sabiendo que está acabada.

Y ese temblor, el miedo en sus ojos le da la vuelta a la cabeza.

Pero en cuanto veo una lágrima rodar por su blanquecina mejilla, me obligo a reprimir la debilidad interior y a actuar como es debido.

- ¡¿A dónde me llevas?! - la niña trata de patear.

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