- ¡Qué estrecho eres, joder! No puedo parar. ¡Es irreal contigo!
- No te detengas, n-no... ¡No te detengas!
De repente se congela. Levanta la cabeza y me quema la cara en llamas con sus ojos negros
- Bulat. Quiero que me llames por mi nombre.
Sonrío.
- Lo que tú digas, Bulat. ¡Vamos, por favor!
- Voy a poseerte ahora, chica. ¡Eres mía!
Se abalanza sobre mi pezón endurecido. Como un depredador feroz, lame la apretada parte superior con calor, prestando especial atención a la aureola, y pronto pasa al otro pecho.
Sus labios y su lengua pican mi cuerpo, volviéndome loca. Gimo más fuerte que una sirena de incendio, pasando mis dedos por el grueso y tieso cabello del hombre. Los aprieto con fuerza. Es como si pidiera con este gesto que no se detenga.
Bulat muerde un pezón, lanzándome a un abismo voluptuoso. Un gemido se convierte en un grito. Porque estoy temblando por todo el cuerpo y cubierto de pequeñas olas de placer. Sus hábiles dedos martillearon mi meloso y maleable vientre como un martillo neumático. Es suficiente para convertirse en polvo y volar alrededor de la luna durante unos segundos.
Respiro con fuerza, casi jadeando, gimiendo, gritando el nombre del hombre. Agarrando la sábana con los dedos, revolviéndome como un endemoniado, sabiendo que estaba a punto de tener un orgasmo convulsivo.
El más poderoso, el más agudo, el más loco.
Como nunca antes en mi vida.
- ¡Increíblemente sabroso! Quiero que tengas un segundo orgasmo.
Bulat se arrodilla en la cama, inmediatamente encuentro su polla en mi mirada. Con sus ojos negros, el hombre pone su mano en el eje y comienza a acariciarlo.
- Ahora me toca a mí colocarme.
Se me cae la mandíbula al pecho. ¡Grande! Impresionante. Muy apetecible. A mí también me gustaría probarlo, sostenerlo en mi mejilla, chuparlo como una piruleta. Mi boca segrega demasiada saliva, como suele ocurrir con una golosina favorita.
Bulat me empuja suavemente sobre los cojines, encaja sus caderas entre las mías y separa mis piernas con la gracia de un depredador. El hombre toma suavemente mi pómulo y cubre mis labios con los suyos, dándome el beso más suave y húmedo. Me separa los labios con su lengua y la desliza suavemente en mi boca, tocando mi paladar y mis encías con la punta de su lengua. Juguetea con mi boca, provocando una nueva oleada de sangre en mis labios. Me estoy poniendo cachondo otra vez.
- Déjame entrar, chica", gruñe con nostalgia, presionando sus caderas. - Quiero ser amable esta noche.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado