Te tomo prestado romance Capítulo 85

Obedientemente, abrí aún más las piernas, sintiendo su polla contra mi bajo vientre. Comienza a burlarse de mí a propósito. Rodea con su mano el tronco de su polla y recorre lentamente la cabeza hinchada de arriba abajo hasta llegar a mi clítoris, dejando un rastro húmedo de lubricante en ese tramo.

La emoción vuelve a retorcer mi estómago en forma de cuerno de oveja. ¡No puedo soportar más esta tortura! Agarro el cuello de Bulat con más fuerza, clavando mis uñas en su piel, y gruño:

- ¡Tómame! ¡Ahora mismo! ¡No me tortures!

Su enorme polla se sumerge inmediatamente en los pliegues de terciopelo, encuentra el agujero hinchado y se sumerge insistentemente en mi cuerpo. El pecho se estira con fuerza. Lleno de un objeto poderoso y gigantesco, empujando con fuerza dentro de mí.

- ¡Ah!

¡El tan esperado empujón!

Apretado, cauteloso.

Seguido de un segundo.

Una más codiciosa, más áspera.

- Joder... yo. No puedo. Puedo. Más... Contención. Lo siento. ¡Es imposible ser comedido contigo!

Me retuerzo en las sábanas húmedas y arrugadas, abriendo las piernas todo lo posible. La polla de Bulat se mueve libremente, segregando demasiado lubricante. Pero es tan grande que es como tener sexo con él por primera vez.

Mi corazón latía con fuerza y mi cuerpo estaba cubierto de gotas de sudor. Quiero seguir meneando las caderas, dando placer no sólo a mí, sino al hombre en primer lugar.

- No puedo seguir, Nastya. No puedo... ¡Ohhh! Lo romperé...

Pero no quiero que se detenga. Me siento bien... Muy, muy bien, para presionar la llave de paso.

Pero aún así Bulat es cauteloso, se contiene para no dañar al bebé. Pero gracias a mi fondo hormonal, gracias al embarazo, ¡ahora tengo un deseo especial de sexo! Probablemente por eso olvidé y me olvidé de mis principios, cediendo completamente a mis sentimientos.

El arranque.

El empuje.

Su gigantesco pistón se desliza hasta el fondo de mi vientre, hasta el fondo.

- Mmm...

Los labios temblorosos susurran por sí mismos:

- Bésame. Bésame, no pares.

Le rodeo el cuello con mis brazos y lo atraigo hacia mí.

Dios, me deleito con sus labios. Dulce como la mermelada.

Podría besarlas durante mucho tiempo sin saber cuánto.

Empiezo a besarle de nuevo. Ahora soy yo, no él. La primera. Besando felizmente sus labios y atrapando mi lengua, chupando rítmicamente. El hombre tiembla, gime y empieza a moverse de nuevo, moviendo las caderas.

- ¡Te quiero, Bulat! ¡Dios, lo quiero profundo, hasta el fondo! Hasta el alma...

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