Tenias que ser tu romance Capítulo 38

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Mientras el puerto se volvía loco buscando a Fernando y a Paula, ellos se encontraban en un increíble paraíso lejos de todos. La playa donde él la había llevado era en verdad preciosa, con una arena blanca y un agua casi transparente que invitaba a meter los pies. Sin embargo, la pareja se encontraba separada ya que ambos estaban molestos por razones diferentes. Fernando por lo lograr que Paula le siguiera la corriente y ella porque estaba entrando en una tipo catarsis que le hacía sobre pensar las cosas.

Ella, había pasado parte de la mañana encerrada en la habitación mientras Fernando había disfrutado del mar y del maravilloso clima que hacía afuera. Después, él entró a la sala para acostarse sobre el sofá y ella salió a caminar por la arena para luego sentarse sobre una de las rocas y observar el precioso atardecer. Por su mente sólo pasaban las palabras que Fernando le había dicho, el engaño de sus tía y Minerva en hacerles pensar que eran hermanos y sin querer, desbloqueo de su mente la última interacción que tuvo con su madre.

Recordó el último día que la vio, como ella se encontraba un poco preocupada pero trataba de esconderlo. Sintió el beso sobre su mejilla una vez más y las últimas palabras que salieron de sus labios antes de irse: Te amo hija, no lo olvides jamás. Para después irse y dejarla sola por el resto de su vida.

―Si ese día no te hubieses ido, todo ahora sería diferente― murmuró mientras veía como el sol se metía a lo lejos.

Paula se dió la vuelta para caminar al obscuro bungaló donde por ahora se refugiaban. Ignoraba si Fernando estaba ahí, ya que ambos habían estado sin hablarse durante el día y ella sabía que en algún momento tenían que hacerlo, aclarar las cosas y así regresar al puerto para no preocupar más a Iván y a los demás.

Cuando abrió la puerta, éste se encontraba completamente a obscuras, así que dio por hecho de que Fernando no se encontraba ahí y que tal vez había ido a darle de comer al caballo. Así que decidió preparar algo de comer antes de qué el regresara e insistiera en hablar con ella. Sin embargo, entró primero a la habitación para encontrarse a Fernando recostado sobre la cama.

―¡Ah!, ¿aquí estás? ― dijo Paula mientras pasaba a la habitación.

―No que no nos hablábamos― respondió Fernando a duras penas, con una voz seca.

Paula entrecerró los ojos y aún sin prender la luz le preguntó ―¿qué te pasa?

―Nada Paula, no me me pasa nada, sólo me siento cansado ― respondió él.

Sin embargo, ese tono indicaba otra cosa sumamente diferente, algo le pasaba a Fernando y él no le quería decir. Por lo que Paula encendió la luz de la mesita de noche y lo pudo ver recostado con un rostro que detonaba un dolor intenso. Ella a pesar de todo, no lo pudo ignorar y se acercó a tocar su frente ― Fernando, estás ardiendo en calentura― habló en tono preocupado―¿qué te pasó?

Fernando no dijo nada pero ella se fijó en la pierna que tenía estirada y al tocarla Fernando dío un grito tan fuerte que la asustó y la actitud de Paula cambió por completo ―¿qué te pasó?

―No me toques, me duele ― habló Fernando tratando de que su voz no reflejara dolor, pero era muy tarde.

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