Registrada en SAFE CREATIVE
Bajo el código: 2011045801413
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©
Fernando no supo cuántas horas habían pasado desde que yacía recostado sobre la cama ardiendo en temperatura. Incluso ni siquiera sabía que pasaba a su alrededor, sólo recordaba el intenso dolor de la pierna y la voz de Paula preguntándole lo que le había pasado. Por lo que le extrañó escuchar la voz de un desconocido mientras iba recuperando la conciencia, ¿acaso Paula se había dejado y alguien más lo había encontrado?
―No se preocupe, no es nada grave pero si es doloroso. Le pico un erizo mientras nadaba en el mar y las púas traen veneno lo que hizo que la pierna se inflamara. Ya las saqué y le inyecté algo para el dolor. Sólo debe bajarle la fiebre con fomentos de agua. Verá que con la medicina todo debe mejorar― explicó la voz que al parecer era un doctor. Él cerró su maletín y le dejó una caja a Paula ― déle esta medicina cada ocho horas y en dos días debe estar como nuevo.
―Claro que si, no hay problema― contestó Paula de inmediato.
―Estará dormido un rato, aproveche para bajarle la fiebre.
Paula se llevó las manos al cuello y se quitó el precioso collar de su madre ― lo que acordamos― murmuró.
El doctor tomó el collar y los aretes y luego salió de la habitación dejándolos solos. Paula fue hacia el baño y tomó las toallas del baño para empaparlas de agua, luego regresó con Fernando para comenzar a seguir las indicaciones del doctor. Ella removió la sábana que lo cubría y en seguida vio el torso desnudo de Fernando que por un momento le hizo sonrojarse. El doctor, le había ayudado a desnudarlo por lo que ahora sólo traía encima el bóxer, dejándole ver a Paula su cuerpo desnudo y marcado por el ejercicio.
Ella aprovechó para tocar su piel con la punta de los dedos, sintió el calor de su cuerpo, las líneas de sus músculos y no pudo evitar esbozar una sonrisa. En verdad, Fernando era un hombre muy guapo y al verlo tan vulnerable, le enterneció.
―No puedo creer que me hagas esto ― murmuro ella. Tomó la toalla y la puso sobre su frente y otra sobre su abdomen. Al sentir el frío estremeció a Fernando y su piel se erizó por completo. Él se movió incómodo ― tranquilo, sólo es una toalla. Debo bajar la fiebre.
Fernando abrió los ojos con cuidado y al verla , le sonrió― Creí que no nos hablábamos― murmuró.
―Pues al parecer esta etapa ya pasó. Ahora me tienes que decir todo lo que sientes, ¿está bien?― respondió ella preocupada.
―Ya te lo dije hoy por la mañana y hace tiempo atrás. Estoy enamorado de ti como nunca lo he estado de nadie.
Paula se sonrojó y no pudo evitar sonreír ― de síntomas Fernando√ aclaró.
―¡Vaya!, primera sonrisa después de días ― habló a duras penas.
Paula tocó la toalla sobre su frente y luego le dijo ― ya no hables, sólo duerme. Necesitas descansar.
―Yo no te torturo Fernando. Simplemente que las circunstancias no se han dado como se debe. Tal vez no debamos estar juntos.
―En mis sueños si lo estamos ― te quiero tener en mi piel, en mis labios aunque ya te tengo en mi mente y en mi corazón. Me vuelves loco Paula de la O y me da celos pensar que tú quieras casarte con alguien más que no sea yo. Dime que o te casarás con Iván― le pidió.
Paula sonrió y puso su manos sobre el pecho de Fernando para sentir su piel, al parecer, la fiebre iba disminuyendo. La piel del hombre se erizó sólo con sentir su mano ―¿ves?, me pones muy mal ― dijo entre sonrisas. Ella se mordió los labios tímida, aunque nadie lo creyera este era el momento de más intimidad que había tenido en toda su vida ― me mata cuando te muerdes los labios, cuando me miras así con esos ojos grandes que tienes, ¿sabes?, yo no te creo nada de que no sientas nada por mi, cuando sé bien que o es así.
―Creo que no es momento para hablar de eso Fernando ― dijo ella tratando de bajar la intensidad de la conversación ya que la estaba llevando a otros lugares.
―Recuerdo la primera vez que te besé en ese estúpido juego y luego en en el mirador. No debí besarte, no debía probarte ― dijo él a punto de cerrar los ojos ― en ese momento supe que estaba en problemas ¿sabes?, fue un completo suicidio besar tus labios, pero si así he de morir, te juro que lo haría una y otra vez.
Fernando tomó la mano de Paula y la obligó a acercarse a él, pasó sus manos por su cabello y le murmuró ― mátame otra vez Paula, bésame porque si he de morir aquí quiero que sea por tus hermosos labios y no por este dolor.
Él acercó sus labios a los de ella y la besó lentamente. Sus labios estaban completamente calientes y parecía que eran un hierro. Fernando entrelazó su lengua con la de ella y por un instante se olvidó del dolor de la pierna que lo aquejaba. Pasó sus manos sobre el cabello de ella, la pegó lo más que podía a él y la besó como si fuera la última vez que lo hacía. La respiración de ambos comenzó a agitarse pero ninguno de los dos lo tomó en cuenta. Por fin, él la alejó lentamente y mordió cuidadosamente sus labios dejando un poco más de deseo.
―Ves ― dijo a duras penas con un poco de picardía ― no te creo nada Paula de la O, tú y yo ardemos en el mismo infierno, y estoy seguro que me amas tanto como yo te amo a ti ― y después de decir esto, poco a poco volvió a quedarse dormido.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Tenias que ser tu