Tenias que ser tu romance Capítulo 13

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Paula lo miró por un momento, recordando ese beso que hace mucho tiempo atrás se habían dado en aquella habitación que ahora era donde su tía dormía. Con los ojos brillantes y el corazón latiendo a mil por hora decidió dejarse llevar por lo el momento y sin pensarlo mucho rozó los labios de Fernando para probarlos leve y tímidamente. Se separaron un momento para ver la reacción del otro y cuando él vio que todo estaba bien, que los ojos de ella se encendían llenos de deseo, con las manos aún sobre su rostro, la besó cortándole todo signo vital que en ese momento les quedaba.

Por arte de magia sus labios se sincronizaron y la respiración comenzó a agitarse sin poder evitarlo. Fernando había recibido decenas de besos, de novias pasadas, de su propia prometida, pero el beso de Paula lo encendió por dentro como nada en la vida lo había hecho. Él bajó las manos hacia la cintura de Paula acercándola sutilmente a él provocando que la piel de ella se erizara como nunca en la vida había pasado.

Paula sentía un ardiente deseo por él como nunca lo había hecho por nadie, una ternura inexplicable y a la vez un mar de sensaciones se apoderaron de ella en ese instante haciendo que sus manos viajaran hacia el pecho de Fernando y las posara ahí acariciándolo suavemente con la yema de sus dedos.

―Eres tan hermosa Paula de la O― murmuró Fernando cuando se separó un momento de ella― tan hermosa, y sensual.

Luego, volvió a rozar sus labios para continuar con el beso, esta vez con un poco más de seguridad. Era tan raro que ambos supieran como besar para satisfacer al otro, como si por años hubiesen practicado y ahora fueran unos expertos en besar uno al otro. Fernando acariciaba la cintura de Paula con las yemas de sus dedos, y luego subió su mano para acariciar un poco a la altura de sus pechos cuando ella se alejó de inmediato.

―Lo siento― murmuró él agitado por lo que acababa de pensar.

Paula con el corazón latiendo tan fuerte se bajó de la parte de atrás de la camioneta para caminar unos segundos por el mirador y así tranquilizarse. Sentía la piel erizada, la mente hecha un desorden y sus labios aun sentían los de él.

―¿Puedes llevarme a mi casa? ― Preguntó.

―Paula.

―Sólo llévame― pidió tratando de sobrellevar todo lo que sentía en ese momento, no era miedo, ni vergüenza, era puro y vil deseo que había despertado en ella con sólo un roce y que ahora le recorría todo el cuerpo.

―Sí, yo te llevo― contestó Fernando quitando el telescopio y guardándolo en la caja de madera.

Después, ambos se subieron a la camioneta y sin decir una sola palabra, él arrancó para manejar de nuevo el camino curvado y bajar al puerto que se encontraba hermosamente iluminado por la luna llena que de lejos se veía de un azul muy singular con pequeños destellos de rosa.

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