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Paula de la O al siguiente día se despertó como si viviera en un sueño, como si todo estuviera bien. Abrió los ojos y lo primero que hizo fue sonreír al recordar el beso de Fernando y la frase esa tan famosa que había iniciado todo. Se sentía como una adolescente, ni siquiera cuando tuvo su primer beso de adulta con Iván se había sentido de esta manera, feliz, sensual, deseosa, atractiva, con una pizca de erotismo que acababa de describir.
Con todas las sensaciones que sentía por dentro, se levantó y se vio frente al espejo, con ese camisón blanco casi transparente que se ponía para dormir para contrarrestar el calor ya que debido a los problemas económicos que tenían no podía tener refrigeración dentro de cada habitación y debían hacer lo posible por alivianarlo.
Por primera vez en su vida se vio sensual, bonita, atractiva, deseada. Durante años había bloqueado de su mente su imagen, trataba de vestirse lo más discreta posible para no llamar la atención porque ya había mucha sobre ella. Quería esconder cada parte de su cuerpo que era atractiva, sus pechos, sus caderas, su abdomen, que gracias a la herencia de su madre estaba lo bastante plano como para poder usar tops que le ayudarán a lucirlo. Los trajes de baño habían quedado descartados hace tiempo atrás, así como la ropa tan pegada que le hiciera mostrar de más.
Sin embargo, no importaba lo que hiciera, los hombres sabían que era guapa y atractiva, sus hermosos ojos, su cabello rubio, lacio y largo, al igual que su rostro la delataban. Paula tenía bonita sonrisa, al igual que una voz y personalidad tan sensual que enamoraba en el acto, por lo que, además de Iván, hacia que varios hombres la desearan de buena o mala manera incluyendo ahora a Fernando Saramago, que sin que ella supiera aún, había caído en sus encantos desde la primera vez que la vio en esa noche de tormenta donde tuvieron su primer encuentro.
Así que, haciendo honor a su felicidad, esa mañana Paula decidió ponerse uno bonito vestido largo, de rayas de colores con botones en medio que resaltaba sus mejores atributos al abrochar los botones adecuados y se ponía un cinturón. Se puso unos zapatos tenis para poder estar cómoda todo el día ya que hoy le tocaba quedarse hasta noche en el bar trabajando, por lo que la zapatillas no eran una opción.
Cuando estuvo lista, bajó las escaleras de su casa, sólo para percatarse de que se encontraba sola, tal vez Eugenia había ido al mercado aprovechando que había llevado a Martina a la escuela, por lo que tomó una manzana y sin mirar atrás salió de su casa para dirigirse al almacén donde ella se encontraría sola ya que Salma e Iván habían viajado a la ciudad contigua para cerrar un trato que expandiría más la empresa.
Paula, con una gran maestría se encargó de todo, revisó la nueva mercancía, indicó a los trabajadores los precios, que se hiciera un nuevo inventario, para luego irse al bar, a las diez de la noche, y comenzar a hacer la contraloría como solía hacerlo tres veces a la semana.
Al llegar se percató que éste estaba completamente lleno, ya que la promoción de las bebidas había funcionado además de que parecía estaban festejando algo más porque los meseros brindaban con una copa.
―¿Qué pasa?― preguntó ella a Francisco el barman.
―Los patrones cerraron el trato y se abrirá no sólo un almacén, si no un bar más… lo que significa más trabajo.
―¡Qué bien!, Iván desde estar feliz… ¿ya llegó?
―No, pero… ¿por qué no te unes al festejo?, digo, sin ti y tu excelente trabajo no se hubiese hecho realidad.
Paula sonrío y negó con la cabeza ― lo siento, sólo termino de recoger los libros y me voy, tengo cosas que hacer y ya es tarde.
―¡Vamos Paula!, todos están celebrando.
Paula se quedó viendo a Francisco mientras él le sonreía.
―Sólo es una copa, digo, debemos festejar ¿qué no?
―Creo que los que deberían festejar son los patrones ¿qué no?―respondió mientras tomaba su bolsa.
―Nosotros también podemos, vamos, una copa, sólo una y ya te vas.
Paula observó alrededor y vio a todos los trabajadores brindando por la apertura del nuevo almacén en la otra ciudad.
―Va, pero sólo una porque debo irme, mañana me toca ir a la central de abastos.
―¡Perfecto!― expresó Francisco feliz― por eso me agradas.
Francisco tomó un vaso y preparó la bebida mientras Paula se ocupaba cobrando otra de las cuentas que acaban de llegar. Después, él se acercó con dos vasos y le entregó uno.
―¡Brindemos por los patrones! Y por sus éxitos que nos dan trabajo.
―¡Por los patrones!― brindo ella y le dio un sorbo a la bebida que en seguida le supo un poco fuerte haciéndola toser― te pasas Francisco, le pusiste muchísimo alcohol.
―¿De verdad?, te la rebajo si quieres― le comentó y tomando su vaso fue a echarle un poco más de soda y regresó para dársela.
Paula tomó otro sorbo que le supo mucho mejor y disfrutó de la bebida que el barman le había preparado. Dio otro sorbo, y otro más, y en menos de medio vaso se percató que empezaba a sentirse cansada, por lo que dejó el vaso sobre la barra, vio el reloj de pulsera y se percató que ya era tarde.
―¿Sabes?, creo que me voy a ir, me siento cansada y quiero llegar temprano a dormir.
―¿De verdad?, bueno, buenas noches Paula― respondió su compañero de trabajo y a dar un paso ella sintió que las tiemblas le temblaban ―¿estás bien?― preguntó.
―Sí, sí… creo que la bebida estuvo en verdad fuerte― se quejó mientras tomaba su bolsa y trataba de salir.
―Si quieres te acompaño― se ofreció Francisco dejando la franela con la que limpiaba la barra y tomándola de la mano y haciendo que ella se recargara sobre su cuerpo.
Las personas alrededor comenzaron a ver la escena, y comenzaron a hablar, Paula no se percataba de eso porque iba lo suficientemente “borracha” como para enfocarse en eso.
«Me pusieron algo en la bebida», pensó para sí mientras trataba con todas sus fuerzas de mantenerse despierta y erguida, la desesperación comenzó a ganarle.
―Me siento mal, ¿qué le pusiste? ― preguntó a duras penas.
―¿De qué hablas Paula? ― preguntó Francisco mientras la cargaba― sólo no sabes tomar.
Durante años Paula había vivido aquí, los rumores eran rumores pero al parecer la gente ya no se conformaba con eso, ahora querían pruebas o hacer realidad todo lo que se decía. Francisco comenzó a besarla sobre el rostro y los labios, posando su cuerpo pesado sobre ella que, a pesar de que se encontraba dormida, entre sueños podía sentirlo, podía escuchar lo que le murmuraba que provocaba un asco increíble, quería defenderse y lo hacía, movía las manos y trataba de hablar.
―Nadie te va a escuchar Paula, nadie sabe que estás aquí― le murmuró mientras sentía como sus manos desabrochaban el vestido de rayas de colores.
―¡Ayuda!― murmuró.
―Shhhhh, no nos arruines el momento, ¿quieres?― habló el hombre que comenzó a tocar lascivamente sus pechos― de verdad estás bien guapa Paula de la O, y con este vestido te ves… ¡fantástica!
De pronto, las puertas de la van se abrieron y ella sintió como el cuerpo de Francisco se separaba del suyo. Paula veía sombras negras y luego escuchó gritos, unos tan fuertes que sabía que alguien había notado su ausencia.
Era Iván, que como siempre había notado que algo andaba mal. Lo tomó de los hombros y con toda la fuerza que tuvo lo azotó sobre el suelo haciendo que éste se golpeara en la espalda.
―¡Qué demonios estás haciendo! ― gritó enfurecido.
―¡Cómo te atreves a arruinar mi momento con Paula!, ¿qué no ves que estamos ocupados? ― le respondió el barman mientras se levantaba y se acomodaba el pantalón.
Iván volteó dentro de la camioneta y vio a Paula semi desnuda e inconsciente recostada sobre el alfombrado piso.
―¡Qué le diste!
―Nada, Paula tomó de más, es todo.
―¡Qué le diste!― gritó Iván igual de nuevo y sin pensarlo dos veces se lanzó sobre Francisco para comenzar a molerlo a golpes. Los que estaban en el bar salieron de inmediato para ver lo que pasaba.
―¡Llamen a la policia!― se escuchó el grito de una mujer mientras Iván furioso no dejaba de golpearlo, lo quería matar.
Lorenza, la mesera, se percató que Paula yacía adentro de la camioneta inconsciente y sin pensarlo dos veces saltó dentro y comenzó a cubrirla.
―No― murmuró Paula.
―No te preocupes Paula, soy Lorenza― le consoló mientras la veía con un rostro que denotaba preocupación.
A Lorenza le agradaba Paula, por lo que sabía que esto que le había pasado era obra de alguien más.
―No te preocupes, estás bien, estás bien.― Le consoló pero Paula ya había quedado dormida.
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