Tenias que ser tu romance Capítulo 19

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Paula se quedó admirando el enorme anillo sobre la mano de Natalia Martí y lo único que hizo fue sonreír, aunque por dentro se estuviera preguntando decenas de cosas que en este momento no tenían respuesta.

―¿Quiere que le surta esto para qué día? ― fue su pregunta ignorando completamente la situación.

―Para el fin de semana, la fiesta de compromiso se hará el fin de semana― dijo Minerva recalcando la palabra compromiso.

―¿Crees que podamos tener todo esto para el viernes? ― se volteó Paula a preguntarle al joven que estaba al lado.

―Sí, podremos traer todo de otros almacenes Paula― respondió.

―Perfecto, entonces lo tendremos para el viernes― contestó viendo a Minerva a los ojos.

―Gracias― habló con ese tono autoritario que siempre usaba con ella y se dio la vuelta― vámonos Natalia, tenemos muchas cosas que ver y hacer antes de regresar a la casa con Fernando. Paula te pido que personalmente me lleves el recibo de cuánto será por la tarde.

―Bien― respondió sin rodeos.

―Oye Minera, ¿por qué no la invitamos? ― preguntó la prometida de Fernando mientras le sonreía a Paula ― si dices que es su amiga de la infancia podría ir, creo que a Fer le gustaría tener a su amiga en un día tan especial.

Paula no sabía si la mujer estaba haciendo esto para provocarla o en verdad lo hacía inocentemente sin percatarse de la situación.

―No sé si Paula de la O pueda, Natalia, ella debe trabajar todo el día, su padre no está en condiciones para mantener la casa, está enfermo de alcohol y la pobre no tiene tiempo para ir― contestó Minerva aprovechando la oportunidad de humillarle una vez más.

―¡Qué lastima!― respondió Natalia cambiando su rostro.

―Claro que puedo ir― respondió Paula con una sonrisa― nada me dará más gusto que ir a la fiesta de compromiso de mi amigo.

Minerva la lanzó una mirada desafiante, ¡cómo se atrevía Paula de la O a semejante situación!, ¡jamás permitiría que se presentara en la fiesta de su hijo! Sin embargo, en esta ocasión no podía decirle que no, ya que para Natalia Martí ella era la mejor de las personas respetada y amada por todos.

―Será un placer invitarte Paula y, ¿por qué no te traes a Iván?― sugirió― podría hacerte compañía.

Paula esbozó una ligera sonrisa― con gusto iremos.

―¡Perfecto!, nada me daría más alegría que ver a los amigos de la infancia de Fernando, tal vez me podrían contar más cosas sobre él.

―Es hora de irnos Natalia― le interrumpió Minerva― Paula, quiero la cuenta para hoy por la noche ¿entiendes?

―Sí señora― respondió Paula en un tono tranquilo y después volvió a tomar la lista para revistarla, pero en verdad lo hizo para ignorarlas y esperar a que se fueran.

Cuando salieron por la puerta del almacén, Paula del coraje tomó la hoja donde estaba escrita la lista y la hizo bola apretándola con fuerza. No estaba molesta por la visita de Minerva de Saramago, si no por el engaño del hombre que hace unas horas atrás le había dicho que amaba, que estaba dispuesto a estar con ella, cuando a sus espaldas estaba a punto de casarse con otra.

―¿Todo bien Paula? ― escuchó la voz del joven que estaba a su lado, interrumpiéndola del pensamiento que tenía.

―Sí, todo bien― extendió la lista ― encárgate de surtir todo esto para hoy, no quiero que esperemos mucho tiempo en enviárselo a la señora Saramago.

―Sí, Paula― respondió y sin decir ni una palabra más la dejó sola para irse a la trastienda.

Por unos instantes ella sintió una gran traición, la alegría que traía por la mañana se había esfumado y ahora el coraje recorría todo su cuerpo, no cambia duda, sólo podía confiar en una persona y esa se se encontraba en su casa recuperándose de una larga noche en la cárcel.

―Ya decía yo que era demasiado bello para ser verdad― murmuró― y después de quitarse las lágrimas, volvió a concentrarse en su trabajo, lo que por el momento era lo único que le quedaba, porque el soñar ya no era una opción.

Así, mientras Minerva de Saramago había hecho de las suyas con Paula de la O y asegurándose de que todos supieran que su próxima nuera se encontraba de visita desde Barcelona Fernando no tenía ni idea de la situación él, gracias a la golpiza que le habían puesto, se encontraba indispuesto en su habitación, recostado sobre la cama e imaginando que besaba a Paula de la O una y otra vez, sin pensar que su madre y su prometida estaban planeando una fiesta de compromiso sin que él estuviese enterado del asunto.

Toda la noche Fernando pensó cómo es que le diría a su prometida que ya no la quería más, que su corazón había sido robado por otra persona y que no podía casarse con ella. Él sabía que romper un compromiso sería de lo más difícil, sobre todo después de 10 años de relación, pero era lo mejor porque él no podría vivir una vida al lado de una mujer que ya no amaba, que ya no era parte de sus fantasías ni sueños y que no deseaba lastimar, porque después de todo Natalia era tan inocente como Paula lo era de todas las situaciones que su madre le había inventado.

Los pensamientos de Fernando se interrumpieron cuando escuchó que alguien tocaba la puerta de su habitación.

―Joven Fernando, tiene visita― escuchó la voz apagada de Hortensia al otro lado de la puerta.

―¿Quién es?

―Su tío Fausto― respondió.

Fernando se puso de pie, se puso los zapatos y abrió la puerta para ver a Hortensia frente a él con su típica sonrisa amable que siempre le daba.

―Ahora bajo― respondió.

Ella se dió la vuelta y Fernando la tomó del brazo para que lo viera de regreso ―¿dígame joven?

―¿Te puedo preguntar una cosa?

―¡Ey tío!― Saludo con alegría.

―Fernando, veo que ya te sientes mejor, ayer me preocupé por ti porque no llegaste al bar, pero después escuché por ahí que te fuiste al hospital solo.

―Al parecer en este lugar todo se sabe… ― Respondió él entre sonrisas ― lo siento tío, la verdad después de todo necesitaba estar solo.

―Lo sé y te entiendo, a veces todo lo que pasa en este lugar te puede agobiar, en fin, pasé rápido para ver como estás y para entregarte esto.

Fausto sacó de la bolsa de su pantalón un papel cuya leyenda decía “correos de México” y se lo entregó.

―¿Qué es esto? ― Preguntó.

―Pues me quedé pensando en las cartas que me dijiste y ayer aproveché para ir a ver qué había pasado y describía que jamás las enviaron.

Fernando se quedó en silencio mientras trataba de entender la situación―¿cómo que jamás las enviaron?

Su tío quería explicarlo sin sentir que traicionaba a su hermana pero tarde o temprano Fernando se iba a enterar por lo que decidió decirlo de una vez ― tu madre le pagaba a un empleado para que las aventara a una caja, todas las cartas que Paula te enviaba jamás salieron del puerto, todas se quedaron aquí, es por eso que nunca las recibiste y pues yo confiaba que las enviaban.

―¡Cómo es eso posible!― expresó enojado Fernando mientras tomaba el papel fuertemente entre sus manos― no puede ser posible.

―Te pido que no le digas a tu madre que yo te pasé la información. Con ese papel podrás recogerlas al parecer no las enviaban pero si las guardaban, están en el correo perdido.

―Lo haré, y no te preocupes, yo arreglaré esto sin que tu nombre resalte.

―¿Joven Fernando? ― Escuchó la voz de Hortensia en la puerta.

―Dime Hortensia.

―Tiene visita― dijo y de pronto Paula de la O entró por la puerta con un semblante tan diferente al que él estaba acostumbrado.

Fernando se acercó a ella con una sonrisa que no pudo esconder cuando de pronto sintió una bofetada sobre el rostro que hizo que el efecto del analgésico se le pasara.

―¡Me engañaste! ― Expresó ella firme viéndolo a los ojos― ¡Confié en ti y me engañaste!

―¿De qué hablas Paula?― Preguntó Fernando sin saber qué sucedía.

―No sé, tal vez pueda explicártelo tu prometida, Natalia Marti― habló en tono enojado y ahí Fernando supo lo que había pasado, su madre lo había hecho de nuevo.

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