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―¿Qué haces aquí Natalia? ― le preguntó Fernando sorprendido.
Natalia, aún con una sonrisa sobre su rostro se acercó a él y cuando estaba a punto de abrazarlo se paró en seco al ver su rostro.
―¿Qué te pasó? ― Preguntó preocupada.
―Nada, no pasó nada― negó con la cabeza.
Natalia acarició su rostro con cariño y luego lo besó en los labios― ya estoy aquí para cuidarte.
―¿Qué haces aquí Natalia? ― volvió a repetir.
―Bueno, hablé con tu madre hace unos días y me invitó a venir al puerto, tenía muchas ganas de conocer el lugar donde creciste, así que ayer que te llame ya me encontraba cerca de aquí y quisimos darte la sorpresa― habló emocionada.
Fernando vio a su madre a los ojos y ella simplemente esbozó una sonrisa ― No me habías comentado Fernando que Natalia y tú se iban a casar, no sabes el gusto que me dio.
―Sí, cuando le enseñé el anillo gritó de felicidad― agrega Natalia mientras lo muestro de nuevo.
―Es precioso― dijo su madre― me recuerda al que me dio el padre de Fernando.
―Madre…― trató de decir él para zafarse y poder irse a su habitación, se sentía cansado y muy adolorido.
―Ven hijo, cuéntame como es que te le declaraste.
Natalia lo tomó de la mano y sin prestar atención a lo demás lo llevó hasta la sala para sentarlo sobre el sofá. Fernando, no podía creer lo que estaba viviendo en este momento, él venía decidido a enfrentar a su madre y ella le había salido con un truco barato de invitar sin su permiso a su prometida a visitarlo al puerto.
―Fue en el Parque Güell― empezó a explicar ella ― lleno de colores al atardecer, Fernando se arrodillo y con esa voz tan bonita que tiene me lo pidió, claro que iba a decir que si― afirmó Natalia tomándolo del brazo.
―Hermosa declaración y qué bien escondido lo tenías, hijo, no entiendo porqué no habrías querido compartirme una noticia así.
Fernando permaneció en silencio mientras observaba a su madre con detenimiento, ¿cómo era posible que ella hubiese hecho tanto daño a una mujer?
―¿Qué no vas a decir nada?― Preguntó Minerva a su hijo que la observaba fijamente.
―Madre, Natalia, en este momento estoy un poco cansado, como ven tuve un accidente y tuve que ir al hospital.
―¿¡Accidente!?― Reaccionó por fin su madre y se puso de pie.
―Estoy bien, muy bien… sólo que me dieron analgésicos y me los acabo de tomar, así que con su permiso iré a mi habitación.
―Nuestra habitación, porque vamos a dormir juntos― aclaró su prometida con una sonrisa.
―Sé que va contra las reglas de la casa pero dije, si ya están próximos a casarse, ¿por qué no?
―Natalia, no es por llevar la contraria, pero hoy me gustaría dormir solo, tengo la mano lastimada y cualquier movimiento podría empeorarla― habló con sinceridad Fernando mientras fingía una sonrisa y la miraba tiernamente.
―Tienes razón, no pasará nada con que yo duerma en otra habitación.
―Pero… la de visitas no…― Interrumpió Minerva.
―Madre, Natalia y yo hemos tomado ya la decisión, si no está lista la habitación de visitas yo puedo dormir ahí esta noche― habló en tono firme mientras ponía un rostro más duro hacia ella.
Minerva sintió la mirada fulminante de su hijo y supo que algo no estaba bien, y que la visita de Natalia había empeorado las cosas en este momento.
―No, ve a tu habitación y descansa hijo― dijo en tono tierno―en este momento le pido a Hortensia que haga el cuarto de invitados para que Natalia se sienta como en su casa.
Paula, después de desayunar algo ligero, salió de su casa para dirigirse directo al almacén y averiguar la situación de Iván. En cierto sentido ella se sentía apenada por lo que había pasado, ya que de nuevo lo Iván estaba en problemas por su culpa y ella no podía hacer nada. Sin embargo, la familia tan solo verle la abrazó y le pregunto si se encontraba bien, le dijeron que Iván ya estaba en casa porque había salido bajo fianza y le había pagado los gastos hospitalarios a Francisco quién aún no había declarado nada del suceso.
Ella se sintió mucho mejor, prometió que tan sólo terminara su turno en el almacén iría a verle para agradecerle y contarle todo y que le llevaría algo de comer. Después, se puso el mandil y se puso manos a la obra para sacar el trabajo que se había acumulado del día anterior y no se le juntara con el de este. Sacó las cuentas, ordenó los víveres e hizo la lista de los faltantes cuando escuchó que alguien la llamaba en el mostrador.
―¡Paula!― volvió a escuchar su nombre― te llaman.
Ella dejó la libreta sobre uno de los costales de garbanzos y luego caminó hacia el mostrador donde se sorprendió al ver a Minerva de Saramago con una sonrisa y al lado una mujer muy bonita que veía curiosamente el techo.
―Diga― respondió ella en un tono serio y de defensa, ya que no sabía que era lo que esta mujer quería en esta ocasión.
―Paula, ¡qué gusto verte!― le saludó como nunca.
―Igual señora, ¿qué se le ofrece? ― contestó seca.
Minerva de Saramago sacó de su bolsa una hoja de papel y se la dio a Paula, ella la desdobló y vio que era una lista de víveres tan grande que iba del principio al final de la hoja.
―¿Quiere que le surtamos esto?― Preguntó.
―Sí, es que los Saramago tendremos un evento muy importante en unos días y haremos una gran fiesta― habló.
―¡Ah si!, que gusto― fingió sorpresa mientras veía la hoja y las cantidades.
―Sí, es que…¡ay que tonta soy!, y ¡qué grosera!, es tanta mi emoción que no te presente. Natalia, ella es Paula de la O, amiga de la infancia de Fernando.
―Mucho gusto― contestó la mujer.
―Igual.
―Paula de la O, ella es Natalia Martí, nada más ni nada menos que la prometida de Fernando― dijo con orgullo mientras levantaba la mano de Natalia y le mostraba el brillante anillo sobre su dedo.
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