Tenias que ser tu romance Capítulo 27

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Era un desastre, la vida de Paula había dado un giro de noventa grados y todo había cambiado. No sólo estaba a punto de perder su hogar si no que parecía que a su padre y a su tía no les importaba, era como si dieran por hecho de que en algún punto eso sucedería y que ella por más que luchara no podría hacer nada.

Paula salió de la habitación de su padre furiosa, llena de rabia, de desilusión, dolida por completo. Estaba cansada de ser víctima de las circunstancias, de todo lo que su madre había provocado tiempo atrás aunque ella sabía que nada de lo que decían sobre ella era verdad, pero de tanto que se lo repetían ya empezaba a creerlo. Entró a su habitación y comenzó a dar vueltas en ella, dando pasos agigantados expresando su ira para no romper las pocas cosas que le quedaban.

—¡Maldición! — gritó aventando la almohada de su cama hacia el espejo de pie que era de su madre—¡Por qué!, ¡por qué!

Ella había hecho todo lo que podía con tal de no dejar que su hogar se cayera, había dedicado su tiempo desde los dieciséis años para mantenerla, para cuidarla, ya que su madre se la había dejado a ella según el testamento previo. Eugenia muchas veces le había dicho que se olvidara de eso, que era más importante irse de ahí que esa casa vieja y desordenada, pero Paula no lo veía así, no iba a permitir que su padre se quedara con lo único que tenía después de haber vendido la fábrica, la ropa y las joyas de su mamá para pagar el vicio; ahora había fallado, su padre lo había logrado.

Eugenia entró a la habitación de Paula mientras ella lloraba desesperadamente—¿pero qué pasó hija? — preguntó consternada.

—¡Qué pasó!, ¡qué pasó!, que me he quedado sin hogar Eugenia, eso pasó. Mi padre ha puesto como garantía la casa para poder obtener un préstamo y pagarle a los usureros y al parecer no es suficiente, todavía les debe.

—¡Qué! —expresó Eugenia—pero… pero ¿cómo?

—Lo que escuchas— respondió Paula quitándose las lágrimas. Odiaba llorar, lo odiaba con todo el alma porque eso le hacía caer en este especie de drama que tanto le molestaba porque no se lo merecía, no sentía que fuera suyo.

—¡Ay no! — murmuró Eugenia mientras se sentaba a la orilla de la cama— no puede ser no, los usureros son increíblemente vengativos y si tu padre no les pagó por completo entonces quiere decir que las golpizas no se han terminado, un día lo matarán.

—¡Pues ya no me importa! — gritó Paula enfurecida— ¡no me importa para nada!, ya le había perdido el respeto a mi padre desde hace años pero hoy le perdí el poco cariño que me quedaba.

—Y, ¡qué harás! — preguntó Eugenia esperando la solución que Paula siempre tenía a las cosas.

—No lo sé, por primera vez no lo sé y no tengo idea al respecto, si te soy honesta no me importa ya, así que, me iré de la casa.

—¡Qué! — expresó Eugenia de inmediato— pero, eso sería echar a la basura todo lo que haz hecho por tu casa, por ti.

—Y, ¿para qué?, no puedo pagar una deuda de un banco, no gano lo suficiente, esto es asunto de mi padre, él se metió en esto y él saldrá de esto de una manera u otra, estoy harta de resolver, de preocuparme mientras mi tía vive aquí como si fuera la dueña del lugar y mi padre como un pobre perro sin oficio ni beneficio, no, se terminó Eugenia, me voy, me voy de aquí.

Paula, con todo el fuego en el corazón y pensando en todo lo malo que le había pasado no sólo a lo largo de los años si no en los días pasados, tomó la única maleta que tenía y comenzó a echar su ropa con furia. Eugenia simplemente la observaba, no sabía qué hacer, qué decirle, la solución no era irse y dejar todo tirado pero al parecer ella la había tomado ya.

—Y, ¿dónde irás? — preguntó asustada.

—No lo sé, no importa, sólo quiero salirme de aquí.

—Bueno, pues…— entonces Eugenia se puso de pie — me voy contigo, déjame decirle a mi marido y empezamos a recoger lo nuestro.

Paula al escuchar eso volteo de inmediato a ver a Eugenia. En su furia y enojo había olvidado que Eugenia sólo se había quedado a soportar los desplantes de su tía y la borrachera de su padre por ella y por nadie más. Que si vivía con un salio tan bajo y en una casa llena de drama y una familia disfuncional era para no dejarla sola.

Al día siguiente, la noticia de la golpiza al padre de Paula de la O volvió a quitar la atención de la familia Saramago para volver a enfocarse en ellos. Los rumores de que Santiago de la O había puesto como garantía su casa para un préstamo bancario para poder así pagar la deuda que tenía con los usureros, de nuevo llegó a oídos de Minerva de Saramago quién se regocijó sin poderlo evitar. No importaba lo que su hijo pensara, los de la O eran por si solos culpables de su propia desgracia y eso nada ni nadie se lo podía negar.

Al contrario de su madre, Fernando se preocupó al saber que Paula estaba a punto de perder su hogar así que, una vez más, se despertó temprano para luego ir a su casa y hablar con ella para tratar de encontrar una solución al problema y demostrarle así que no importaba lo que ella pensara, él se preocupaba y sobre todo la quería. Sin embargo, no contó con lo siguiente, que justo cuando Francisca abrió la puerta Iván se encontraba en el recibidor de la casa con el mismo propósito con el que él iba, a buscar a Paula de la O.

—¡Ah!, el otro pretendiente— dijo Francisca con una sonrisa tan turbia como su carácter— pensé que Paula tenía controlados a sus pretendientes pero al parecer no es así.

—¿De qué está hablando? — se escuchó la voz de Iván quién iba saliendo de la sala y al ver a Fernando supo que algo no estaba bien.

—De nada— respondió Fernando cortando todo.

—No, no, no seas tímido Fer, todos aquí sabemos la situación— volteó a ver a Iván y sabiendo lo que provocaría lo dijo en voz alta— Fernando también viene a buscar a Paula, Iván, la pretende desde hace semanas atrás e incluso estuvo con ella en su habitación.

—¡Eso no es cierto! — Defendió Fernando enojado.

Iván cambió su rostro de inmediato, confundido, decepcionado—¿es verdad eso?, ¿es verdad que pretendes a mi novia? — dijo con los puños cerrados al lado de su cuerpo.

Fernando sin poder más abrió la boca y le dijo— así es, estoy enamorado de Paula y no pretendo rendirme— sentenció provocando una enorme tensión en la habitación.

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