Tenias que ser tu romance Capítulo 40

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A la mañana siguiente Fernando abrió los ojos y milagrosamente no sintió nada de dolor. Al voltear su cabeza pudo ver a Paula que yacía a su lado dormida, con la mano sobre su pecho y con una de las toallas en la mano. Posiblemente ella se había quedado toda la noche cuidándolo hasta caer rendida. El movimiento de Fernando hizo que Paula abriera los ojos y cuando sus miradas se juntaron ella le sonrío.

―¿Qué dices?, ¿lo hacemos por las buenas? ― preguntó Fernando.

Paula le devolvió la sonrisa y, aunque no le contestó, Fernando supo que eso era un sí, que al fin Paula de la O estaba decidida a hablar.

―Ven, sube a la cama― le pidió Fernando.

Paula se levantó de inmediato y vistiendo ese vestido tan bonito como pijama se recostó a su lado. Al sentir el colchón sobre su espalda la alivió por completo. Fernando se movió hacia su lado derecho y acomodándose junto con Paula volvieron a quedarse dormidos una vez más.

▪︎▪︎

El intenso calor obligó a Fernando a abrir los ojos de golpe. Al parecer, el aire que entraba por las ventanas no era suficiente para mitigar el horrible calor que hacía, posiblemente estaban a unos 37º o 38º grados centígrados y eso porque se encontraban al lado del mar.

Él se había quedado dormido junto a Paula pero, ahora, se encontraba completamente solo en la cama y eso por un momento le alarmó.

―¿Paula? ― preguntó su nombre y al no obtener respuesta se movió con cuidado tratando de no rozar la pierna con la sábana y evitando que se lastimara de nuevo. Por un momento la pierna le dolió, nada que no pudiese soportar, pero la inflación ya se había bajado.

―No te muevas Fernando, dijo el doctor que debes descansar y estar al menos en la cama un día más ― escuchó la voz de Paula quién iba entrando a la pequeña habitación.

―¿Qué hora es?, ¿desde cuándo estás despierta? ― inquirió el hombre.

―Son las cuatro de la tarde. Dormiste toda la mañana.

Paula le sonrío, y se acercó a Fernando. El contraste con la luz del sol dejó ver un poco la figura de Paula. A él, le gustaba imaginar su cuerpo debajo de los vestidos tan bonitos que siempre vestía. Ese breve momento que tuvo gracias a la transparencia de la tela le sonrojó.

Ella tocó su frente ― parece que ya estás mejor. Tal vez no tenga que llamar al doctor de nuevo.

―Estoy mejor porque tuve una excelente enfermera ― le susurró, Paula sonrío. ―¿Te puedo preguntar algo?

―Dime.

―¿Cómo encontraste al doctor?, ¿cómo es que le pagaste?

―Bueno, no podía cargarte hacia la playa y luego al caballo, así que lo monté y seguía la carretera libre hasta que llegué a un pequeño pueblo y busqué al doctor. Le pagué con mi collar y aretes― confesó.

Fernando abrió los ojos asombrado, ese collar y esos aretes eran de la madre de Paula y supuso que tenían una valor sentimental increíble. Él tomó su mano y la besó ― te juro que te regresaré ese collar y esos aretes.

―No, está bien― murmuro ella― al menos estos se vendieron para algo bueno, no para borracheras y apuestas ―Paula, acarició la mejilla de Fernando y le sonrió ― me alegra de verdad que estés bien. Me asustaste un poco cuando no despertabas.

―No pensé que te importara tanto― respondió él.

―Me importa más de lo que crees― dijo Paula.

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