Tenias que ser tu romance Capítulo 64

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Las pistas y las conexiones se iban dando poco a poco, así como los descubrimientos. Aitor, moviendo sus influencias, había puesto una orden de arresto domiciliario a Iñaki, para que no se moviera del puerto hasta que no se supiese la verdad.

Sin embargo, el tiempo se terminaba, ya que la principal sospechosa estaba encerrada en la cárcel y aún no se resolvía lo que había pasado con Natalia Martí, ¿tenía alguna relación el atentado contra Paula con el asesinato de la esposa de Fernando?, ¿qué era eso que Natalia y Minerva alegaban? Y, ¿quién era esa persona, “ella”, que Natalia había dicho en sus últimas palabras?

Mientras tanto, era momento de hablar con otro testigo. Uno que tenía las últimas palabras de Minerva Saramago, antes de arrollar a Iván y a Paula de la O, y luego, ir a la cárcel: Fausto, el tío de Fernando.

Después de dejar a Paula al cuidado de Eugenia y de asegurarse de que estuviera bien. Ambos fueron hacia la casa de Fausto, a quien Fernando, no había visto en algo de tiempo debido al trabajo y después a lo que había pasado en la familia.

A Fernando se le hizo muy raro que al llegar, su Tío no hubiese salido a recibirle como siempre y que prácticamente la casa estuviese sola. Antes de entrar, tocaron varias veces en el portón y, al no haber respuesta, abrieron la puerta y caminaron hacia el interior de la casa. La puerta estaba emparejada, así que se atrevieron a entrar sin sospechar que hubiese algún tipo de problema.

―¿Tío?― murmuró Fernando, mientras lo buscaba con la mirada entre la sala y la cocina ―¿estás por ahí?

Aitor, con los ojos de investigador, comenzó a observar cada detalle de la casa. Al parecer, hacía tiempo que estaba descuidada y por ende sería normal que el personal no estuviese para recibirlos.

―¿Crees que tu tío pueda estar en otro lado? ― inquirió el investigador.

―No, es muy tarde para que esté en su trabajo y mi tío no es una persona que le guste mucho salir por las tardes, excepto a su jardín.

Después de decir esto, Fernando comenzó a caminar hacia la puerta de atrás que llevaba al bonito jardín que su tío cuidaba con mucha atención y recelo. Cuál fue su sorpresa al encontrarlo en sentado sobre una de las bancas de cemento del jardín, cerca de la fuente, con una botella de tequila al lado y prácticamente inconsciente.

―¿Tío? ― preguntó Fernando desde lejos.

Lo más rápido que pudo se acercó caminando y se sentó al lado de él para tratar de reanimarlo con unas palmadas sobre las mejillas y sacudiéndolo levemente. Momentos después, su tío abrió los ojos y al verlo se hizo para atrás, como si quisiera alejarse de él.

―Tío, espera, soy yo, Fernando― murmuró el joven con ternura.

Fausto se irguió de repente y sin poder aguantar más simplemente pronunció las palabras― yo no la quería matar.

Tanto Aitor como Fernando se quedaron fríos al escuchar esas palabras. Fernando le ayudó a que se levantara un poco más para que pudiese estar más cómodo.

―¿De qué hablas Tío? ― preguntó Fernando sin entender, o más bien, tratando de sacarla más información.

―Yo no la quería matar, no quería…― volvió a repetir para romper en llanto.

―¿A quién no quería matar? ― insistió Aitor.

El tío volteó a verle y supo que su confesión había llegado a los oídos equivocados. Sin embargo, no podía más, haba guardado tantos secretos ahora que era momento de decirlos a viva voz para poder liberarse de ellos.

―No quería matarla, a Natalia Martí, yo no quería matarla.

―¿¡Cómo!? ― preguntó Fernando con un rostro de confusión tan grande que hizo que su tío bajara la mirada―¿por qué a Natalia?, ¿qué tenías que ver tú con Natalia?

Su tío comenzó a llorar, tomo una vez mas la botella de tequila y le dio el último sorbo como si quiera tomar valor antes de confesar todo de corrido― la pobre mujer solo quería atención, solo quería atención― repitió.

―¿De qué está hablando?, ¡dígalo ahora!― insistió expresando su frustración en un grito.

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