Tenias que ser tu romance Capítulo 68

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―Mi madre, mató a mi padre― murmuró Fernando mientras trataba de asimilarlo ―lo mató y mató a la madre de Paula también.

Aitor recogió el diario y luego trató de ayudar a Fernando― ¿te encuentras bien?

Fernando lo miró ― por años, por muchos años, ella le echó la culpa a otros por la muerte de mi padre, hizo de la vida de Paula un tormento y luego… ella fue quién lo provocó. Eso era el gran secreto que Natalia guardaba y que mi madre necesitaba que no supiera, por eso quería deshacerse de ella pero Natalia jugó sus cartas mal.

―Y, ¿tu tío?, qué tiene que ver con todo esto― inquirió Aitor.

―No lo sé, pero esto debe saberlo Paula también, debemos ir con ella― habló y comenzó a recoger los diarios que faltaban por leer del suelo para apilarnos en sus brazos―¿vienes?

―Me cambio, me enjuago el rostro y bajo en unos segundos.

―Bien.

Aitor, entró al baño mientras Fernando salía de la habitación con los diarios en mano. Todo comenzaba a tomar sentido ahora, el porque Iñaki y ella eran tan cercanos, este tipo de chantajes que hacía Natalia y como su desesperación por irse lejos de aquí la llevó tomar decisiones que la llevarían a una muerte accidental.

Sin embargo, fuera de las estafas, de la manipulación y los secretos, el hecho de saber que su madre había sido la causante de la muerte del hombre que ella aclamaba amar y que por mucho tiempo había culpado a otras personas, especialmente a la familia de la O.

Esas acusaciones habían hundido al padre de Paula en la ruina, y había convertido la vida de la mujer que amaba en un infierno del que no podía salir y donde su madre era su propia torturadora, al grado de querer deshacerse de ella a como diera lugar.

Unos minutos después, Aitor apareció en la entrada del hotel y, sin chistar, se subió al auto de Fernando para que ambos, junto con los diarios, fueran a casa de Iván, donde Paula de la O se encontraban reposando después del accidente.

Tal vez, desde el punto de vista médico, no era buena idea llevar este tipo de noticias a Paula, pero Fernando sabía que era una mujer fuerte, que podía sobrellevarlo y estaba consciente que, después de este hallazgo, muchas cosas cambiarían en su vida.

Sin decir nada sobre lo que se había leído, Fernando y Aitor se dirigieron a la casa y al llegar, tomaron los diarios y bajaron a toda prisa para tocar la campana de la casa que resonó en toda la calle. Cuando la hermana de Iván abrió la puerta, ellos entraron sin decir nada, como si estuvieran temerosos de que alguien pudiese descubrirlos o robarles las pruebas.

―¿Dónde está Paula? ― preguntó Fernando.

―Ella, está arriba con mi hermano, ¿qué quieres Fernando?, sabes que no eres bienvenido a esta casa― le advirtió Salma.

―No me importa, lo que tengo que decirle a Paula es mucho más importante y no pienso irme de aquí hasta no verla ― amenazó.

Él se dirigió a la puerta junto con Aitor y ambos, al entrar, subieron las escaleras para llegar hacia la habitación de Paula que yacía abierta debido a que tenía visita de Eugenia e Iván se encontraba adentro.

Cuando él los vio llegar salió a su encuentro ―¿qué pasa aquí?, ¿qué hacen tan temprano? ― inquirió.

Fernando entró a la habitación y justo encontró a Paula poniéndose el albornoz ya que acababa de salir de la cama. Al verlos sonrío.

―Buenos días, ¿pasa algo? ― preguntó.

―Necesito decirte algo muy importante pero, me gustaría que nos dejaran a solas― pidió.

Eugenia negó con la cabeza ― lo siento, pero no voy a dejar a mi niña sola nunca más, así que mejor dinos que pasa.

―¿Es algo sobre tu tío? ― pregunto Paula.

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