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El velorio del tío de Fernando fue uno de los más tristes a los que él había asistido, el más injusto y le recordó mucho al de su papá. Cuando Fernando Saramago padre murió, las personas fueron a ofrecerle todo tipo de flores y de oraciones ya que, a pesar de lo que había había hecho, era un hombre bondadoso, justo y que le gustaba ayudar a las personas.
El caso de Fausto fue muy similar. El gran espacio que había en la sala se llenó por completo de flores, de incienso, y las oraciones para salvar su alma se elevaron al cielo con tanta fe y tanta bondad, que era imposible que la nostalgia no estuviese presente.
No hubo más familiares, solo Fernando, por lo que todas las condolencias se repartieron entre él y su compañera de vida, que aún seguía impactada con la noticia. No era posible todo lo que estaba pasando y sobre todo, que la mujer que lo había planeado, yacía en la cárcel lejos del puerto sin ni siquiera dar la cara. Si todo era obra de Minerva, ella era la única que debía pagar, por lo que Aitor, Paula y él tenían que averiguar todo de fondo antes de que alguien mas lo pagara.
Así, unas horas después, Fernando salió de nuevo para su casa a ver a su hijo y le encargó a Hortensia que cuidara de él, que le protegiera y que si veía que estaba en una situación de peligro se lo llevara lejos, que él iría a buscarlo. Tal vez las instrucciones que le había dado eran un poco exageradas, pero, después de todo lo que había pasado, era mejor prevenir que lamentar.
Acto seguido, Fernando se dirigió al hotel de Aitor, donde él esperaba desde hace unas horas ya a su encuentro. Se había encerrado en la habitación de su hotel con todas la cajas que contenían la ropa, accesorios y archivos de Natalia para ver si podía averiguar algo más. Al parecer, la familia de Natalia ya se había enterado del asunto y ahora le daban poco tiempo para poder cerrar el caso antes de pedir que sus cosas fueran enviada a España; por lo que él trabajaba lo más rápido que podía para ver si podía resolver más de una incógnita.
Cuando el agente abrió la puerta de la habitación, Fernando se percató que había papeles, fotografías y cuadernos dispersos en el suelo y que algunos, al lado, tenían algunas anotaciones en pequeños papelitos con números; al parecer había mucha tela de donde cortar.
―Pasa, pasa― le invitó ― ¿quieres café?
― No gracias, vengo del velorio y he tomado mucho― respondió Fernando viendo a su alrededor.
― Disculpa si no me presenté, pero ahora, hay cosas mucho más importantes que averiguar― le aseguró ― Fernando volteó hacia una de las mesas y vio que había un celular cargándose― es el móvil de Natalia, apenas hace unos minutos conseguí un cable para cargarle la batería ― agregó al ver su rostro.
Cuando Fernando llegó en frente de la pila de cuadernos un sentimiento de nostalgia le pegó en el pecho, ¿cuántas horas había pasado Natalia escribiendo para tener tantos cuadernos?, definitivamente había sido pésimo esposo para ella.
― ¿Has leído algo de interés? ― preguntó Saramago.
Aitor asintió ― tu ex esposa registraba todo lo que pasaba en su vida, lo empezó a hacer desde que llegó a San Carlos. Primero lo hacía de forma espontánea, pero conforme van pasando los meses lo empezó a hacer día a día e incluso llegó a escribirlo por horas del día.
Aitor le enseñó uno a Fernando y sus ojos alcanzaron a leer una frase que le llamó la atención “Sé que Fernando está enamorado de Paula de la O, y que se ven como amantes. Lo que él no sabe es que yo también he encontrado a alguien. No es el tipo de hombre que mis padres quisieran para mí, pero, me hace feliz”.
― Natalia tenía de amante a uno de los jóvenes que atienden tu casa, un hombre llamado Mario, ¿te suena?
― Sí, es uno de los primos del esposo de Hortensia― afirmó Fernando.
― Pues, él era el padre del niño que esperaba… aún no sé si él sabía.
Fernando dejó el cuaderno sobre el suelo ― pobre Natalia, no puedo dejar de pensar en todo lo que dije e hice.
― Ya es muy tarde…― habló sin vacilar Aitor― ahora bien, hasta ahora en los diarios solo habla de sus encuentros con Mario y de algunas cosas que siente, pero no hay revelado información que pueda servirnos… por lo que infiero que tal vez, todo esté en los diarios recientes― entonces él, tomó otra pila de cuadernos y se los dio― a leer…
―A leer― murmuró Fernando.
[…]
―¡Exacto!, y, cuándo Natalia murió por eso dijo que era un hombre libre.
Sin embargo, Fernando volvió a releer el párrafo ― ¿le daba dinero?, ¿de dónde sacaría dinero Iñaki si no tiene donde caerse muerto?
―¿Qué quieres decir?
―El dinero lo controla mi madre, él prácticamente es un mantenido, tuvo que sacarlo de alguna u otra manera, pero, ¿cómo?
Ambos siguieron leyendo el diario para ver si encontraban con otra pista que pudiese resolver esa incógnita y, como si Natalia quisiese que toda la verdad se supiera, apareció.
“Iñaki no me ha dado parte del dinero de este mes porque dice que ya no tiene nada más que vender… ha venido algunas de las joyas de Minerva que tenia guardas en la caja fuerte y al parecer una que otra que la señora ha dado por desaparecida. Me ha dicho que tendrá que recurrir a otras cosas… sin embargo, ya no me importa mucho, porque lo que acabo de descubrir me dará más del dinero que él puede darme”.
―¿Descubrir? ― murmuró Aitor.
Ambos empezamos a buscar con la mirada y vemos que complementa la idea más al rato.
“Descubrí el más grande secreto de Minerva de Saramago, uno que ha estado guardando desde hace mucho tiempo y que solo sabían dos personas, su hermano, Fausto y ella… ahora lo sé yo. No he sido cautelosa, porque me ha descubierto escuchándole pero ahora sabe que yo lo sé y me aprovecharé de eso para poder seguir con mi plan”.
―¡Qué secreto!― expresó Fernando un poco apurado por saber.
Él volteó la hoja y continuó la lectura “si esto lo supiera Fernando, jamás se lo perdonaría a su madre… jamás. Por ahora no pienso decírselo pero este diario será mi testigo de que yo lo sabía, en caso de que algo pudiese pasar… Si tan solo Fernando supiese que fue su madre quién mandó matar a su padre, jamás se lo perdonaría…¡jamás!”
Fernando al leer eso se quedó frío, y tiró el diario de las manos. Entonces era verdad, había otra versión sobre la muerte de su padre y ésta, era la verdadera… ahora todo tenía sentido.
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