Tenias que ser tu romance Capítulo 71

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Paula de la O, se había alejado de su padre hace muchos años a pesar de que ambos vivían en la misma casa. Él desde el momento que murió su esposa, la había enterrado entre botellas de alcohol, apuestas, desprecios e insultos. Sin embargo, Santiago de la O no había sido de esta manera, antes del accidente era un hombre amoroso, trabajador y muy feliz. Consentía su única hija como a nadie en el mundo y solía abrazarla y decirle que era lo mejor que le había pasado.

Paula, por mucho tiempo se aferró a esos recuerdos para poder seguir amando a su padre, pero entre más pasaba el tiempo más se borraban y quedaban enterrados en el olvido, por lo que ahora, su relación era una simple convivencia donde no había sentimientos, ni aprecio, nada que pudiese atarlos.

Aún así, ella esta segura que el amor por su madre aún seguía existiendo y que en honor a eso, su padre, podría al menos recibirla y responderle las preguntas que en este momento eran muy importantes para resolver todos los enigmas que se habían planteado. Porque, a pesar de todo, Santiago de la O, sabía que su esposa Claudia era inocente, aunque las pruebas, hasta ahora, hubiesen demostrado lo contrario.

Así, Fernando, Iván y ella llegaron a la casa de la infancia de Paula donde, como siempre, el sentimiento de melancolía y pesar se sentían por toda la casa. Lo que antes había sido un hogar amoroso, lleno de color, risas y fiesta, ahora era uno decaído que se deterioraba con el paso del tiempo.

Al abrir la puerta, nadie les dio la bienvenida y ni siquiera se sabía si Francisca se encontraba ahí, por lo que los tres subieron las escaleras directo a la habitación De Santiago de la O que se encontraba enfermo, muy enfermo, recostado sobre su cama solo esperando la muerta y nada más.

―Creo que lo mejor será que entre sola― les dijo Paula en un murmuro― tal vez si los ve a todos no hable y si soy honesta, no creo que tenga fuerza para repetir todo una vez más.

―Bien, te esperamos afuera ― dijo Fernando― iremos al jardín.

Paula asintió para luego abrir la puerta y entrar a la obscura habitación de su padre. El olor a alcohol y a cigarro le dio un golpe el en rostro y ella no pudo evitar hacer una mueca de lo fuerte que se sentía.

La habitación estaba completamente hecha un desastre se notaba que hacía tiempo que no se limpiaba y que su tía ni su padre tenían la mínima intención de hacerlo. Paula, se acercó a su cama y con leves movimientos movió su cuerpo para que Santiago despertase.

―¡Déjame, mujer! ― respondió con una voz aguardentosa.

―Papá, soy yo, Paula― dijo bajito ella para no molestarle.

Santiago de la O, se tomó su tiempo para voltear, pero finalmente lo hizo y al verla sonrío ― hija, hace mucho que no te veía.

―Hola papá― saludó con ternura.

Santiago, se levantó como pudo para recargarse sobre el respaldo de la cama y con la mano buscó la última botella de alcohol que tenía sobre el buró.

―¡Como puede ser posible!― preguntó enojado ―¿que no se supone que debería haber alcohol?

―Pa, sé que no tienes mucho humor de verme, pero necesito platicar contigo, es urgente.

Santiago de la O le dirigió una mirada de despreció y luego buscó la botella al otro lado de la cama ― si me traes una botella llena, tendré el valor para platicar contigo.

Paula se puso de pie y fue hacia el armario de la habitación, abrió los cajones de hasta abajó y sacó una botella de whisky completamente llena para llevársela. Tal vez era mala hija por hacer este tipo de cosas pero, para su padre ya no había remedio.

Santiago la abrió y como si fuera agua le dio un sorbo tan grande que llegó hasta la mitad de la botella, luego con la mano le hizo el movimiento a Paula para que hablara.

―Papá, ¿aún recuerdas el día cuando mamá murió? ― preguntó.

Santiago asintió con la cabeza ― tan claro como si hubiese sido ayer― respondió― tan claro como te veo a ti.

―Y, ¿qué pasó?, ¿recuerdas alguna plática?, ¿algo?

―¿Para qué?, ¿ahora cuál es el interés? ― le preguntó.

―Es que… nunca hablamos al respecto, siempre temeríamos peleados o tú lo niegas pero creo que es el momento de que lo hablemos para dejar algunas cosas en claro.

―¿Qué quieres dejar en claro?, ¿qué ella me engañó?, ¿a eso viniste?

―Pa, tú sabes que eso no fue así. Durante mucho tiempo, antes de que me dejaras de hablar y de que las habladurías formaran parte de esta familia, tú me juraste que mi madre jamás sería capaz de engañarte, pero, ¿por qué?

Santiago se quedó en silencio viendo a la nada y sonrío ― tu madre y yo éramos almas gemelas. Estábamos muy enamorados y planeábamos darte un hermano o una hermana para finales de ese año. Yo la amaba con locura y pensé que ella también a mí, pero como ves― terminó la frase.

―¿Qué pasó esa mañana del accidente? ― insistió Paula.

―Tu madre me dijo que iba un evento de negocios, que no la esperara porque llegaría muy tarde. Me pidió que te cuidara y que pasara por ti a la escuela. Yo le dije que si.

―Y, ¿se llevó algo?

―¿Cómo qué?― preguntó Santiago borracho ― se llevó mi vida si a eso te refieres. Recuerdo que por la mañana, mientras estaba en la empresa, llegó Minerva para decirme que tu madre y Fernando estaban planeando escaparse y que por eso iban juntos a ese evento para no regresar.

―¿Minerva vino a decirte eso?

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