¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 225

—No va a venir. Es un hombre ocupado, Alejandro. Quizás no vaya a volver más. No lo extrañes mucho—Anastasia miró a su hijo con una expresión seria, intentaba deshacerse de su anhelo.  —Pero lo extraño—el pequeñín hizo una cara de puchero ya que extrañaba a Elías con todas sus fuerzas.  —Ya deja eso. No podemos molestarlo, ¿está bien?—dijo Anastasia luego continuó con un tono más feliz—. Quizás vaya a tener un auto mañana, así que cuando me lo den vamos a pasear, ¿te parece?  — ¡Yupi! ¡Sí! Mami va a conducir.  Anastasia llevó a su hijo a casa y llevó pizza para cenar. Debía de trabajar en la noche, por lo que el niño no la interrumpió. Seguía trabajando en sus bocetos cuando de pronto la pantalla azul de la muerta apareció en su computadora. Ella había avanzado bastante, pero ahora se encontró con una pantalla azul.  «¿Qué es lo que pasa? ¿Qué pasará con mis documentos?  Anastasia llevó su cabeza a sus brazos y gruñó. Eran las 9 de la noche y debía enviar sus bocetos mañana a las 10 de la mañana. Si no terminaba su trabajo hoy, Alexis lo deduciría de su bono.  «¡No puede ser! Acabo de comprar un autor y estoy corta de dinero. ¡Tengo que hacer dinero.» Anastasia se desesperó por unos segundos, luego de inmediato pensó en alguien; Óliver del bloque 10. Es bueno con las computadoras, pero no podía hacer que la arreglara por lo que sólo podría pedirle que le dé un vistazo. Además, Óliver parece ser una persona de confianza. Ella miró la hora, sabía que debía molestarlo por ayuda.  «Me pregunto si está trabajando tiempo extra. ¿Estará en casa?» Anastasia marcó el número de Óliver. Éste sonó por ocho segundos antes de que una voz varonil se escuchara del otro lado de la línea.  — ¿Aló? ¿Señorita Torres?  —Óliver, ¿estás ocupado? Mi computadora se acaba de poner la pantalla azul y tengo que enviar varios bocetos mañana. ¿Podrías venir y darle un vistazo?—Anastasia rogó.  —Claro, ahí estaré. Dame un momento.  —Claro, claro. Disculpa por la molestia.  —Para nada—dijo Óliver con seguridad.  Anastasia le dijo a su hijo que Óliver iba a venir para arreglar su computadora. El niño asintió. Ella cambió sus pijamas a algo más casual como una camiseta y unos pantalones de mezclilla. Esperó a que Óliver llagara a tocar la puerta. Después de 10 minutos, Óliver tocó la puerta y Anastasia le dio la bienvenida. Él estaba usando una camisa azul junto unos pantalones de mezclilla. Como programador, era raro verlo con un cabello negro y grueso, esto le daba un aura relajada y alegre, sin mencionar sus facciones de galán.  — ¡Has llegado, Óliver! ¡Pasa, pasa! No hay necesidad de quitarse el calzado—le dio la bienvenida con entusiasmo.  Óliver llegó preparado para arreglar su computadora, llevó una memoria USB y entró a la habitación de Anastasia. El niño se acercó a ver mientras le daba un vaso de agua a Óliver.  —Señor Rosales, tenga un vaso de agua.  —Gracias, Alejandro. Voy a arreglar la computadora de tu mamá primero—Óliver tomó el vaso de agua y lo puso a un lado, luego empezó a trabajar con esmero en el dispositivo.  Mientras tanto, un misterioso y lujoso auto de color negro se detuvo en la entrada del condominio. Ray miró al hombre en el asiento trasero, el cual tenía los ojos cerrados. —Presidente Palomares, ¿está seguro de que no quiere ir a casa a descansar? No ha dormido en las últimas 24 horas.  —No lo necesito—Elías abrió los ojos. Se apresuró a regresar pronto para ver a aquella mujer y su hijo.  — ¿Lo acompaño? —No, está bien—Elías abrió la puerta del auto y salió de éste. Ya era conocido por los guardias de seguridad, por lo que el guardia de mediana edad le permitió pasar.  Aunque el bello rostro de Elías se veía cansado parecía estar de buen humor al pensar en la mujer y su hijo. Caminó hacia su destino mientras la brisa le pasaba por el rostro.  «Me pregunto si esa desgraciada me extrañó en los últimos días,» Elías fue hacia la unidad número 1502 del 15vo piso del bloque 8. Él poseía una copia de la llave, pero Anastasia se la tomó por lo que sólo pudo tocar la puerta. Anastasia estaba en su habitación viendo como Óliver reparaba su computadora. Ella frunció el ceño cuando escuchó a alguien tocar la puerta. ¿Quién sería a esta hora? ¿Sería algún trabajador para revisar el gas? Después de todo había un aviso pegado en su puerta en la tarde. Ella caminó hacia la puerta y procedió a abrirla sólo para quedar pasmada justo en el lugar, pues había reconocido al hombre bajo la luz.
 

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