¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 282

Capítulo 282

Anastasia se encontraba sentada en su mesa cuando levantó la cabeza y notó a un grupo de invitados entrar y hablar en voz baja con un hombre frente a ellos. Era obvio que dicha persona era Elias, quien lucia elegante y atractivo en su traje negro y con una actitud educada. Esa noche parecía menos dominante y más modesto y sofisticado, pero sin importar el lado que mostrara, su encanto no disminuía.

Su mirada se enfocó en el mientras pensaba y, como si él la pudiera sentir, sus profundos ojos la miraron sobre todos los invitados. Frunció sus cejas, irritado, cuando notó que ella se cambió de lugar. Por su parte, al cruzar sus miradas, Anastasia sintió que su corazón se aceleró sin explicación alguna. No estaba segura qué hacer en ese instante, por lo que tomó su taza de té y pretendió beber unos sorbos.

Al otro lado del salón, Helen observó todo. Cuando Elías entró, su mirada se enfocó en él de inmediato, por lo que presenció lo que había ocurrido, incluido como atendía a los invitados y como coqueteaba con Anastasia.

Al mismo tiempo, un carro negro y elegante se detuvo a un lado de la fuente afuera del salón principal. Una pierna delgada salió de este, seguido de una mujer que portaba un vestido de noche plateado. Las luces resaltaban sus ojos brillantes y el maquillaje perfectamente colocado sobre la mujer de 25 años. Caminaba moviendo las caderas mientras se acercaba a un hombre mayor, quien también se había bajado del carro, y lo tomaba del codo.

-Entremos.

El hombre viejo le lanzó una mirada complicada, pero dejó que ella lo guiará con sus brazos entrelazados. Subieron las escaleras y Elías, quien ya se había enterado de su llegada, los esperaba al pie de la entrada principal.

-Hola, Lucas. Me alegra que haya podido venir. iPor favor, entren! -saludó Elías con cortesía al señor mayor. Él era uno de los pocos amigos cercanos que tenía el padre de Elías cuando estaba vivo.

– iHola, Elías! ¡Ha pasado un tiempo desde la última vez que te vi! – Luis le dio unas palmadas al hombro de Elias.

– Papá, preséntame también. —Se escuchó la dulce voz de la joven que lo acompañaba.

– Elías, esta es mi hija, Alma —respondió Luis con rapidez, aunque su sonrisa se tensó cuando la escuchó hablar.

-Hola, señorita Durazo. —Elías estaba sorprendido. Sabía que Luis tenía un hijo, pero esta era la primera vez que oía que también tenía una hija.

– Hola, joven Elias. Soy Alma -contestó ella, sonriendo.

-Alma, puedes entrar primero. Tengo algo de que hablar con Elías – indicó Luis a Alma.

–Claro, papá —respondió, todavía sonriendo.

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-Elías, Alma es mi hija ilegítima, a quien acabo de reconocer hace poco. Por favor, cuídala en el futuro -pidió Luis, tomando la mano de Elías con una expresión complicada.

-Lo haré.

Elías asintió, entendiendo lo que quería decir.

Casi todos los invitados ya habían llegado, por lo que la cena fue servida. Anastasia vio que Elías regresó a su asiento y Miguel estaba con él, aunque poco antes este último se había acercado con ella para saludarla. La mesa estaba servida ya con todos los platillos y cada uno tenía su propio significado. Los ingredientes eran frescos, apetitosos y agradables para todos.

Anastasia alimentó a Alejandro con la ayuda de Franco, mientras que Érica continuó mirando hacia Elías, como si estuviese esperando algo. Helen también se dio cuenta de esto y, en silencio, se burló de ella.

«¿También quiere estar con Elías?».

-Señor Torres, déjeme brindar por usted. -Se escuchó una voz grave de hombre detrás de Anastasia mientras ella estaba comiendo,

No necesito girar su cabeza para saber de quién se trataba. Además, su mano grande reposaba sobre su espalda, acariciándola y desprendiendo una calidez que aceleraba su corazón, aunque. nadie en la mesa notó eso, pues estaban muy ocupados respondiendo al brindis de Elías. Anastasia también se tuvo que parar con los demás, pero la mano en su espalda no se movió y ella seguía muy tímida como para mirarle.

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-Hola, damas y caballeros, por favor, disculpen mis malos modales -dijo Elías con un tono modesto en su voz grave y rasposa.

-Para nada.

Todos en la mesa eran familiares mayores de la familia Palomares. Sintieron un gran respeto al ver al joven pilar de la familia frente a ellos.

 

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