Último Beso en el Invierno Eterno romance Capítulo 1

"Srta. Mendoza, ¿no vino tu familia contigo?"

Lorena Mendoza estaba confundida, ¿no era solo recoger un informe médico? ¿Realmente necesitaba que alguien la acompañara?

Y, además, ¿qué familia tenía ella?

Su madre murió al dar a luz, su padre la utilizó como una herramienta para ganar dinero y su hermano culpó de la muerte de su madre a ella, odiándola hasta la muerte. Y su amado... Ella ya no tenía familia. Si no fuera por el médico que la recordó la palabra "familia," casi se habría olvidado de su significado.

Lorena se quedó atónita por un momento y luego negó con la cabeza. "Solo yo".

El médico frunció el ceño, empujó sus gafas sobre su nariz y suspiró profundamente. Mirando con lástima e impotencia a Lorena, le entregó un montón de informes de laboratorio que estaban sobre la mesa.

"Srta. Mendoza, aquí están los resultados. Estás en la etapa avanzada de cáncer gástrico".

Parecía compadecerse de la joven mujer que tenía una enfermedad terminal a tan temprana edad, hablando y actuando con cuidado.

Lorena contuvo la respiración, tomó los informes y observó cuidadosamente los resultados. No era médica, pero podía ver cuán grave era el cáncer en su estómago.

De hecho, durante la endoscopia, ella había presentido que algo andaba mal, pero no se atrevía a pensarlo.

El médico señaló la imagen y le explicó a Lorena, quien escuchaba distraída y dejaba pasar la otra mitad de la información. A grandes rasgos entendió que no tenía mucho tiempo y necesitaba comenzar la quimioterapia pronto.

"Srta. Mendoza, te recomendamos ingresar al hospital para el tratamiento lo antes posible".

"¿Y si me hospitalizo... puedo mejorar?" preguntó Lorena con una voz ronca, como hablando consigo misma.

El médico no respondió, solo negó con la cabeza con una expresión incómoda.

Lorena decidió no tratarlo, lamió sus labios secos y se levantó para meter todos los informes en su bolso.

Dicho "gracias", salió de la consulta.

Cuando salió del hospital, estaba lloviendo. La lluvia ligera mezclada con el viento frío dolía como si rasparan su rostro con un cuchillo. Lorena abrió su paraguas, pero el viento helado era insoportable.

A pesar de que la temperatura en marzo no era muy fría, Lorena sentía el frío de sus huesos, y fue extendiéndose por su cuerpo.

Agazapada en su asiento, no pudo evitar temblar por el dolor de su estómago y soltó un gemido.

El conductor levantó la vista cuando escuchó los sollozos y la vio encorvada en el asiento, temblando incontrolablemente.

"Señorita, ¿qué te pasa? ¿Desamor, o problemas en el trabajo?"

Nadie respondió desde atrás, así que continuó: "No hay nada imposible de superar. No te rindas. El llanto no resolverá nada. Vuélvete a casa, descansa bien y mañana, cuando salga el sol, será un nuevo día".

Lorena levantó la cabeza y sonrió amargamente. "Gracias", dijo, sin imaginar que el primer consuelo que recibiría después de recibir la terrible noticia provendría de un extraño.

El conductor sonrió sin decir nada y siguió concentrándose en manejar hasta que llegaron a la Mansión Cristal, donde estacionó el auto en un espacio temporal.

El viaje duró media hora y costó en total 28 pesos. Lorena pagó escaneando un código antes de bajarse del auto, y luego rasgó en pedazos el informe médico que tenía en sus manos para tirarlo en un basurero.

Una ráfaga de viento frío sopló mientras Lorena secaba las lágrimas ya secas en su rostro. De nuevo, parecía la mujer madura con expresión calmada y serena de siempre, aunque sus ojos estaban un poco hinchados y rojos, y su cara no tenía color.

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