Lorena volvió a casa tambaleándose, le llevó veinte minutos recorrer un camino que normalmente tomaba diez. La casa estaba helada, ya que no había calefacción en la gran mansión.
Lorena se quitó los zapatos de tacón y, como si estuviera borracha, entró tambaleándose al baño. Abrió el grifo de agua caliente y llenó la bañera hasta la mitad. Un momento antes había estado tratando de mantenerse en pie, pero ahora caía en la bañera como un muerto. El agua caliente se extendió y ella no hizo ningún ruido. Su largo vestido rojo llenó la bañera, pareciendo sangre irritante y haciendo que Lorena se viera pálida.-
Ella cerró los ojos y metió la cara en el agua. El agua subió lentamente sobre su cabeza, bloqueando todos sus sentidos. La falta momentánea de aire adormeció su corazón, y después de un rato, no pudo evitar abrir la boca. El agua caliente entró en su boca y sintió náuseas. Empezó a llorar.
Al final, Lorena frotó sus ojos irritados y vio la sangre en el suelo mezclada con el vómito. Tenía una sonrisa amarga en su cara, pero sus ojos estaban llenos de tristeza y soledad.
Se quitó el vestido rojo y lo tiró al suelo, limpiando la sangre. No quería que Jorge viera la sangre.
La oscuridad comenzó a caer afuera, y Lorena volvió descalza al dormitorio y se metió en la cama. No podía dormir. No sabía qué pensar sobre su situación.
Cuatro años, habían pasado cuatro años desde que había perdido todo. Su desesperación no tenía fondo.
Aquel día, pareció que había llorado todas las lágrimas de su vida. Lorena puso su mano en su corazón y se burló amargamente. Su estómago estaba pudriéndose, pero su corazón le dolía.
El teléfono en su bolso comenzó a vibrar de repente y Lorena se reajustó por reflejo, buscando su teléfono a toda prisa. Pero cuando vio la información en la pantalla, se quedó impactada.
No era él... ¿Qué esperaba Lorena en realidad?
Lorena miró el teléfono durante un par de segundos antes de deslizar el dedo y contestar.
"Bruno Heras", la voz de Lorena era ronca y áspera.
Bruno era su amigo de la infancia, más cercano que un familiar. Cuando era niña, había pasado mucho tiempo viviendo con los Heras. Para Lorena, Bruno era como un hermano mayor.
Al teléfono, Bruno preguntó preocupado: "Lorena, ¿por qué tu voz está tan ronca? ¿Estás enferma?"
"Estoy resfriada y acabo de despertarme con esta voz ronca..."
Antes de que Lorena pudiera terminar, Bruno la interrumpió: "¿Me quieres engañar también, Lorena? ¿Olvidaste que soy médico? Sé diferenciar entre una voz de alguien que acaba de despertar y la de alguien que lloró".
Lorena intentó explicarse, pero no pudo. Bruno preguntó: "Lorena, ¿puedes decirme por qué has llorado?"
Divorcio... Lorena nunca había pensado en divorciarse de Jorge. Para ella, él lo era todo, la luz que deseaba capturar desesperadamente en su vida. Pero, ¿cómo podría atrapar esa luz?
Lorena apretó fuertemente el teléfono, poniendo toda su fuerza en su agarre. "Lo pensaré".
Divorciarse de Jorge sería como arrancar un pedazo de carne de su propio pecho. ¿Cómo podría ser fácil?
Bruno le pidió que regresara al hospital al día siguiente. Lorena prometió hacerlo, pero en realidad no lo tomó en serio.
Además de ser la esposa de Jorge, también era la presidenta del Grupo Mendoza, y siempre había asuntos que atender.
La capacidad de resistencia de las personas es como la de un camello, pueden llevar cargas pesadas bajo presión. Pero a menudo, lo que termina por matar al camello es solo una paja más en su lomo.
Después de colgar la llamada, Lorena dejó caer el teléfono en la mesa de noche. Su estómago le dolía constantemente y temía que no pudiera dormir esa noche. Abrió el cajón, sacó dos frascos de medicina, uno para el dolor y otro para dormir, tomó dos pastillas de cada uno y se acostó en la cama.
No sabía si era a causa de los medicamentos, pero su mente comenzó a sentirse confusa y tuvo pesadillas frecuentes. Sentía una opresión insoportable en el pecho, como si no pudiera respirar. Se despertó con dificultad, sacudiendo la cabeza, y de repente se dio cuenta de que lo que la oprimía era Jorge.
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