Él terminó volviendo a casa sin que ella lo buscara.
Parecía que fue Andrés quien lo presionó.
Observando a Nadia por un momento y con un tono de alegría, Marta dijo, "Acabo de subir a cambiar las sábanas y vi al Señor llevando ropa al baño. Supongo que no se irá esta noche."
Cuando el marido regresa a la casa, hasta los sirvientes se alegraban por ella, como si una concubina caída en desgracia finalmente hubiera captado la atención del emperador. Nadia se burló de sí misma en su mente.
Después de cambiarse los zapatos, Nadia dijo con una sonrisa, "Está bien, subiré a echar un vistazo."
Al abrir la puerta del dormitorio, Lisandro estaba saliendo justo del baño y Nadia no pudo evitar sonreír, "¡Has vuelto! Espera un poco, voy a darme una ducha primero."
Lisandro frunció el ceño y dijo, "¿Nadia, no puedes pensar en otra cosa?"
Con una sonrisa, Nadia respondió, "¿Qué tiene de malo que me duche al llegar a casa?"
"Además, si te digo que no tengo ese deseo, eres tú quien debería estar llorando en este momento."
Lisandro se quedó sin palabras.
Cuarenta minutos más tarde, cuando Nadia salió de la ducha, Lisandro estaba acostado en la cama leyendo un libro, con sus gafas de montura dorada puestas.
Con un espíritu renovado, Nadia se acercó, se subió la pierna del pantalón y se sentó a horcajadas sobre el muslo de Lisandro.
Lisandro Levantó su rostro refinado y elegante, y Nadia, como si no notara su mirada, desató con un ligero tirón el cinturón de su bata de dormir.
Con el libro en la mano derecha, Lisandro la miró sin expresión alguna y le dio una orden sin mostrar emoción alguna, "Vete."
Nadia detuvo el acto de desvestirlo y lo miró preguntando, "Lisandro, ¿acaso tienes algún problema? Si es así, puedo acompañarte al hospital."
El hombre la miró fríamente y Nadia dijo con tacto: "¿No quieres hablar de eso? Está bien, hablemos de algo más serio entonces."
Lisandro dejó su libro a un lado y habló con una rareza suavidad, "¿Te loo has pensado bien? ¿Planeas divorciarte?"
Nadia replicó, "¿Podrías pensar en algo positivo?"
Dicho esto, movió su trasero hacia adelante.
Lisandro bajó la mirada, Nadia tenía sus brazos colgados alrededor de su cuello, "Representante legal del Grupo Lández, ¿crees que podrías ...?"
Nadia no había terminado de hablar cuando Lisandro la interrumpió. "Ni siquiera pienses en eso", dijo él.
"¡Por favor!", exclamó Nadia. "¿Cuál es la diferencia entre representar a otras firmas y representar a El Amanecer? ¡Podemos discutir las condiciones!"
Lisandro la evaluó con la mirada y sonrió irónicamente. "¿Cómo discutimos acerca de ello? ¿Usando métodos poco éticos? Nadia, ni siquiera me involucro en eso por dinero, menos aún pagar por ello."
Nadia era hermosa, con una belleza capaz de atrapar a cualquiera, y cualquiera que la veía, quedaba cautivado por ella día y noche. Sin embargo, Lisandro ya había descifrado sus intenciones cuando entró por la puerta.
Lisandro bajó la mirada y Nadia, con los brazos alrededor de su cuello, jugueteando con su lóbulo decía, "¿Qué tal si yo pago los honorarios de representación legal y tú me das un hijo?"
Lisandro levantó la cabeza, "¿Para que tu hijo herede mi fortuna? Tienes ideas muy hermosas."
Han pasado dos años de matrimonio y cada vez que veía a Nadia, ella solo hablaba de tener hijos, lo que hacía que Lisandro se sintiera como si fuera solo una herramienta para la procreación.
Nadia sonrió, "¿Cómo sabes que será un hijo? ¿Qué tal si es una hija? ¿O si me comprometo a que mi hijo no herede tu fortuna?"
Con eso, Lisandro se mostró aún menos dispuesto.
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