Andrea miró a todos lados, confundida, como si Zack acabara de golpearla en la cabeza con algo contundente.
—¿Qué buscas? —preguntó él frunciendo el ceño.
—La cámara oculta... —respondió ella—. O la camisa de fuerza que debe tener por ahí... porque no veo que esté muy cuerdo ahora mismo.
Él respiró profundo tratando de calmarse.
—OK, perdón si me expresé mal, es que estoy nervioso...
—¡Y debería! ¡No se le pide algo así a alguien, más bien a nadie! —sentenció ella abriéndole los ojos.
Zack se levantó y le dio la vuelta a su escritorio para sentarse frente a ella, en una silla más cerca.
—Escucha, sé que esto puede parecer una locura, pero realmente es un favor importante para mí —declaró mirándola a los ojos—. Mi padre está enfermo, muy enfermo, y el médico dijo que quizás sean las últimas Navidades que pase con nosotros. Mis padres creen que yo tengo una familia, novia y un bebé, y no quiero llegar allá y tener que decirles que eso es mentira.
El ceño de Andrea se frunció y su boca hizo inconscientemente un puchero preocupado.
—De verdad lamento mucho lo de su padre —murmuró—. Pero... ¿por qué sus padres creerían que usted tiene una familia?
—¿Porque... quizás yo se lo haya... dicho? —respondió él y Andrea le torció los ojos—. ¡Es una historia demasiado larga, si las cosas hubieran salido como debían, yo realmente tendría ahora una esposa y un hijo! —exclamó con frustración mesándose los cabellos—. Pero nada sale como uno quiere, ¿verdad? Si la vida fuera justa yo tendría una familia y tú no estarías sola con tu hija, ¿no es verdad?
A la mujer le temblaron los labios y asintió. Realmente tenía razón en eso, pero no justificaba que dijera una mentira como aquella.
—Yo... no puedo hacerlo, señor Keller. No me sentiría bien engañando a alguien, menos a buenas personas como deben ser sus padres y menos... ¡Oiga, esto no es por ninguna herencia, ¿verdad?! —preguntó y Zack se rio.
—Salte de la novela, Corín Tellado, que yo no necesito el dinero de mis padres, ni mis hermanos ni yo, ese solo se lo disputan mis hermanas —respondió él—. Créeme, no me hace feliz engañarlos, pero mi padre padece del corazón, anoche mismo tuvo una crisis, y si me aparezco allá solo, o si le digo la verdad... no quiero ser el causante de que se ponga peor de lo que está.
A Andrea se le encogió el corazón, se notaba que su padre era muy importante para Zack, pero aun así...
—Es que...
—¡Te pagaré! —le dijo él—. ¡Te pagaré mucho! ¡Diez mil dólares! Solo tienes que acompañarme.
La vio abrir mucho los ojos y apretar los puños con la indecisión asfixiándola. Andrea no quería engañar a nadie, pero diez mil dólares era mucho dinero, con eso y el bono como aprendiz de representante, podría pagar casi totalmente el crédito con el hospital, y luego empezar a ahorrar para darle una vida mejor a su bebita.
—A ver, míralo de esta forma —dijo él tomando su mano—. ¿Tienes dónde pasar la Navidad? Que no sea sola. ¿Tienes familia además de tu hija con la que estar en Navidad? —Exactamente como esperaba, Andrea negó—. Entonces imagina que yo soy tu amigo y te invitaré a pasar la Navidad conmigo y mi familia, solo que en lugar de decir que eres mi amiga, diremos que eres mi novia. ¡Solo eso!
Andrea jadeó a mitad de una risa de incredulidad.
—¿Y eso le parece normal? Digo... ¿quién se lo va a creer? —lo increpó ella.
—¿Y por qué no se lo iban a creer? —preguntó Zack.
Andrea se puso de pie y dio una vuelta por la oficina sin encontrar el modo de decir aquello.
—Andrea, contéstame. ¿Por qué no se lo iban a creer?
—¡Pues porque usted es...! —lo señaló de arriba abajo—. ¡Usted! Usted es como Thor, solo le faltan los truenos y eso, y yo soy como la versión pirata de Betty la Fea... ¡o sea más fea!
El rostro de Zack se ensombreció y se cruzó de brazos.
—¿¡De dónde sacas esa estupidez!? —rezongó—. Gracias por lo de Thor, por cierto... ¿¡Pero quién te dijo que eres fea!?
Andrea se miró de los pies al pecho y luego hizo una mueca como si fuera evidente, solo le faltó exclamar: ¡Taráaaan! Pero él pareció no hacer ningún caso a eso.
—Mira, que por alguna razón no te sientas bonita ahora no significa que no lo seas, solo que nadie te lo dice y yo tampoco te lo voy a decir porque acabas de denunciar a Trembley por acoso sexual...
—¡Zaaack! —exclamó ella y él rio porque sabía que sacarle eso iba a surtir ese efecto.
—¡Ya, ya! Eres una mujer muy bonita, solo se te ha olvidado en el camino —replicó él—. Y además tienes muy buen corazón. Escucha, Andrea, voy a hacer esto de cualquier manera, pagaré lo que sea por no darle un disgusto a mi padre, pero ya que lo voy a hacer, preferiría que fuera con alguien en quien confío. Por favor, ayúdame. Imagina que solo vamos a tener unos lindos días festivos, una aventura en Suiza, y que tu beba va a estar rodeada de comodidad y de amor para su primera Navidad.
Andrea hizo un puchero con el corazón encogido, pero acabó asintiendo. Ni aunque hubiera querido habría podido despreciar aquellos diez mil dólares.
—Está bien... —susurró—. ¿Qué tengo que hacer?
Zack suspiró con alivio.
—¡Ahora toca entrenamiento! —exclamó—. Te invito a almorzar hoy y vemos los detalles.
¡Y vaya que había detalles que discutir!
Cuando Zack la llevó más tarde a un agradable restaurante y sacó la silla cortésmente para ella, sintió que se hacía pequeñita.
—¿Qué te parece si empezamos a vernos después del trabajo? —le pidió él—. Necesito pasar más tiempo con ustedes, o si no mi madre se va a dar cuenta de que tu bebita no se da conmigo. Puedo llevarte la cena hoy.
Andrea apretó los labios. La primera vez no había podido controlarla, pero no quería que Zack fuera a su casa, le daba pena el hecho de que ni siquiera podía invitarlo a sentarse porque no tenía... nada.
—Bueno... señor Keller...
—¡Uy, no! Ya no me puedes decir así, si se te escapa delante de mi madre estamos fritos. Mejor Zack. Antes me decías Zack...
—Pues para empezar nadie tiene que ver su pasaporte, y si lo ven solo diremos que estoy esperando por la ciudadanía canadiense para inscribirla —respondió él mientras mecía a la nena.
—De acuerdo. ¿Besos, abrazos y demostraciones de afecto en público? —preguntó la muchacha.
—Esas sí hacen falta —murmuró Zack como si nada—. Mis padres saben que soy muy cariñoso, si no me ven darte ni un abrazo, van a empezar a sospechar. ¿Quieres añadir áreas prohibidas?
Andrea arrugó el ceño.
—¿Como de la casa?
—¡Como del cuerpo, Andrea!
—¡Ah! ¡Ya! Como por si se te ocurre apretarme una chichi... —su voz iba desapareciendo mientras lo decía y se ponía roja como la grana—. Bueno... somos adultos y tú eres muy respetuoso. ¿Verdad?
—¡Extra! —confirmó Zack.
—Entonces dejémoslo en que se aceptan demostraciones de afecto en público... —murmuró ella y estuvieron de acuerdo en eso y en casi todo lo demás.
Para las once de la noche ya la nena dormía en los brazos de su mamá y Zack le pedía que le enseñara cómo se dormía a una bebé lo más pronto posible. Andrea acostó a la pequeña en su bambineto y se acercó a la barra de la cocina para firmar aquel contrato para él.
—Listo —susurró entregándoselo.
Zack tomó una de sus manos y la apretó con un gesto de agradecimiento.
—No importa que te esté pagando por esto, igual me estás haciendo el favor más grande del mundo. Gracias por eso —le dijo.
Ella asintió y lo acompañó a la puerta, pero cuando estaba a punto de marcharse Zack se dio la vuelta.
—Oye, ya que hay que besarnos en público, ¿no será mejor que vayamos ensayando? Digo... para que no sea raro después —dijo él y Andrea miró inconscientemente su boca.
Era demasiado linda. Zack tenía labios gruesos y húmedos, enmarcados por aquella barba suave y cuidada.
—Este... ¿y si ensayamos a partir de mañana? ¡ya debería irme a dormir!
Zack la miró por un instante y se aguantó la risa. Jamás había conocido a una mujer más nerviosa que esa, pero se mordió el labio y terminó asintiendo con una sola palabra, una que con aquella voz ronca y profunda a Andrea le pareció una advertencia.
—Mañana.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
Después del capítulo 39 no hay mas...