UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 14

Andrea sentía una opresión en el pecho difícil de describir. No solía importarle lo que pensara la gente de ella. Pero la verdad era que dolía que mujeres que habían trabajado con ella por más de cuatro meses, pudieran hablar tan superficialmente de lo que le había pasado con Trembley o lo que hacía con Zack.

—Sigue siendo prostitución laboral —rio otra mujer—. ¡Aunque yo al dueño se lo hacía hasta gratis!

—Eso es muy cierto, yo no quiero un ascenso, con comerme a ese bombón me sobra —dijo otra.

—¡Pues Andrea se llevó el ascenso y al bombón! Al final no es nada diferente de que se hubiera acostado con Trembley, que este sea atractivo no demuestra que no lo hizo por ascender.

Andrea apretó los puños con frustración. Todas las mujeres que estaban sentadas allí habían recurrido a ella en más de una ocasión para pedir favores, y Andrea las había ayudado con gusto. No esperaba que se lo retribuyeran, pero al menos se habría conformado con que no hablaran mal de ella a sus espaldas.

—Todas creímos que era una chica complicada, de las buenas. Pero resultó que estaba esperando por el bombón, a lo mejor incluso ya sabía quién era cuando llegó y por eso se acercó a él; y en este caso además se llevó un ascenso y un buen sueldo —se carcajeo otra mujer—. ¡Qué suerte tienen unas!

—¡Mientras tenga buen sexo y un buen dinero...! —canturreó otra.

—¡Ese tiene de todo! Cuando menos lo esperes ya se lo echó en el bolsillo y lo tiene reconociendo a su hija. ¡Los hombres son tan idiotas cuando una mujer se les... mueve bien!

Andrea ya no podía seguir soportando aquello. Solo eran ofensas, como si no tuvieran nada bueno para decir, pero apenas se dio la vuelta cuando chocó de frente con un cuerpazo que ya conocía.

—Zack... —susurró con voz ahogada, y por la forma en que él la miró ya podía decirse que también había escuchado todos aquellos cuchicheos.

Andrea jamás lo había visto tan sombrío, tan molesto.

—¿No vas a responderles? —gruñó él con incomodidad y ella dio un paso atrás.

—No vale la pena —replicó Andrea rodeándolo y dirigiéndose hacia la oficina, porque no quería que él la regañara delante de la gente.

Zack cerró la puerta tras él y la enfrentó en medio de aquella habitación.

—¿Cómo que no vale la pena? ¡Te estaban ofendiendo! —rezongó exasperado.

—Ninguna de ellas me importa, ninguna me ayuda o me da de comer, así que pueden decir y pensar lo que quieran, eso no es problema mío —replicó Andrea.

Zack apretó los puños con impotencia.

—¡Por Cristo! ¿Cómo puedes ser tan dócil? —rezongó—. ¡Me lo tragaba con Trembley porque podía despedirte! ¿Pero con estas? ¡La mayoría está por debajo de tu nivel de paga y te están ofendiendo! ¿¡Por qué tienes que aguantarte eso!?

Ella negó con suavidad respiró profundamente.

—No me están ofendiendo, lo que están diciendo en esa sala no habla mal de mí, sino de ellas. ¿Qué tiene de malo no querer responder a eso?

Zack se puso colorado.

—¡Por Dios te juro que me exasperas, mujer! ¡Quiero ver que te defiendas por una vez! ¡Plántales cara, jala algunos pelos, hazte respetar!

—La fuerza no trae respeto, Zack...

—¡Pues la debilidad tampoco! ¡Al menos diles algo! ¿No te cansas de ser tan sumisa? —le espetó con frustración.

Andrea abrió mucho los ojos y contuvo el aliento durante un instante, pero luego pasó saliva y asintió.

—Tienes razón —murmuró—. Procuraré lidiar mejor con eso la próxima vez.

Salió de la oficina y Zack se quedó allí rumiando su inconformidad. Sabía que era una mujer valiente, entonces ¿qué le costaba demostrarlo un poquito y no dejarse ofender?

Pasó toda la tarde incómodo y molesto por aquella discusión, y lo exasperaba aún más el hecho de que ella hubiera terminado cediendo de nuevo, aunque fuera ante él.

Finalmente cuando llegó la hora de ir a casa, pasó por la guardería para recoger a Adriana, pero una de las enfermeras le dijo que ya su mamá se la había llevado. Zack se asomó apurado a uno de los ventanales y alcanzó a ver como Andrea se subía al autobús con la beba.

"Bueno, al menos que esté enojada ya es un avance, pero ¿por qué tenía que ser conmigo?

Se fue a tirar la puerta de la oficina de Ben y un minuto después su mejor amigo le aguantaba un largo discurso sobre la emancipación los derechos de la mujer y lo desesperante que era que Andrea fuera tan sumisa.

—¡Es que si al menos defendiera un poco su posición! —exclamó malhumorado—. ¡No soy su caballero andante! ¡No puede esperar que la ande salvando de todos lo que la agredan porque la vida es muy jodida y esos no se van a acabar! ¿Verdad?

Ben lo escuchó atentamente y luego replicó.

—Bueno, creo que solo debería decirte... que la cagaste. ¡Monumentalmente!

—¿Disculpa? —rezongó Zack.

—Sí eres su caballero andante, ni siquiera intentes negarlo, pero la verdad es que ella no te pidió que la salvaras.

—¡Pero...!

Apenas Zack la tomó en brazos cuando la nena volvió a vomitar sobre su pecho, pero él ni siquiera se inmutó, solo lanzó la chaqueta a la cajuela de su coche y las acomodó en el asiento trasero antes de sentarse al volante otra vez.

—Vamos con el pediatra del niño de Ben —le explicó apurado—. Tengo entendido que es el mejor de la ciudad.

Ella solo asintió y él se apuró tanto como pudo.

El doctor Ferguson los esperaba ya cuando llegaron a la clínica y a pesar de la angustia que sentían Zack y Andrea, él logró calmarlos en un instante.

—Todavía no está deshidratada, pero si ha tenido seis vómitos entonces vamos a ponerle fluidos por si acaso y enseguida la revisamos —sentenció—. Se nota que son papás primerizos, pero no se asusten, su hija está en buenas manos.

Otra doctora cambió a la bebé por ropita de hospital más cómoda y Zack inconscientemente apretó la mano de Andrea cuando le pudieron aquella pequeña vía en su bracito. Minutos después el pediatra le hacía una revisión exhaustiva y pidió algunos análisis.

Poco a poco Adriana se fue calmando en el cunero, pero con un dedo de Zack agarrado y otro de Andrea. Él sentía que apenas podía respirar, así que ni siquiera podía imaginar cómo se sentía ella. Adriana era demasiado pequeñita para estar enferma, odiaba la simple idea de que estuviera allí.

Finalmente el médico regresó y su rostro denotaba buenas noticias.

—Va a estar muy bien esa princesa, según los análisis, solo le hizo rechazo a la fórmula —explicó.

Zack y Andrea respiraron con alivio pero ella enseguida frunció el ceño.

—Pero... yo le compro una buena fórmula, doctor, jamás he escatimado en eso... y es la que toma desde que nació...

—Eso no importa —le aseguró el médico—, el rechazo a la lactosa puede salir en cualquier momento. Solo tenemos que cambiar por una fórmula sin lactosa y todo estará bien, se lo aseguro.

Andrea asintió más tranquila y después de verificar que la bebé estaba mucho mejor, el médico le dio el alta y las indicaciones sobre una nueva dieta para la bebé.

Zack no pudo evitar abrazar a Andrea mientras sacaban la aguja del bracito de la nena, y respiró profundo cuando las tuvo de nuevo en el asiento de su auto. Adriana dormía tranquilamente y él aprovechó para detenerse por un momento en una farmacia cercana para comprar la fórmula que le había orientado el doctor. Sin embargo Andrea lo vio salir no solo con la fórmula sino con un carrito lleno de cosas de bebé.

—¿Qué es eso, Zack? —preguntó sin comprender.

—Solo son algunas cosas que necesitamos —murmuró él.

—Pero es que yo tengo de todo eso en casa.

—Ya sé, pero no vamos a tu casa —sentenció él—. Vamos a la mía.

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