UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 20

Llegó escondida, camuflada, camaleónica y tan silenciosa que cuando escuchó aquel "Andrea" despegó el trasero del asiento como treinta centímetros del susto que se llevó.

—¡Aaaaaaah! —ahogó un grito y luego se agarró de los brazos de su silla, mirando a Zack.

—Así tendrás la conciencia —se burló él—. ¿Es mi impresión o me estás evitando?

—¿Quién? ¿Yo? ¡Noooo! —murmuró ella poniéndose colorada en un solo segundo.

Él se inclinó sobre Andrea y achicó los ojos, porque no podía creer que ella de verdad se estuviera sonrojando como una cría de quince años... pero con comprobarlo no se perdía nada.

—Oye si es por lo del beso, no tienes que ponerte incómoda —murmuró—. Tú tómatelo como un incentivo económico. Esta boquita —dijo Zack señalando a sus labios—, vale diez mil euros.

"Y yo se la besaría gratis", pensó ella pero enseguida esquivó su mirada.

—Ya sé, es solo que estamos en el trabajo, no veo la necesidad de que la gente empiece a murmurar, recuerda que todavía tendremos que convivir con ellos cuando regresemos, ¿no?

Zack asintió conforme pero sabía que la gente igual iba a murmurar cuando los vieran salir juntos a almorzar, otra vez y todos los días que siguieron porque había demasiado que aprender el uno del otro.

El entorno de Andrea era simple: hija única, su madre había escapado de casa cuando ella tenía diez años, su padre la había criado solo, pero en cuanto había visto que era independiente, se había ido a recorrer el mundo en una camioneta traqueteante y hacía más de tres años que Andrea no sabía nada de él.

Él, por otra parte, tenía una familia grande. Eran cinco hermanos en total, pero todavía no había sobrinos a la vista. Los varones eran todos unos buenazos, las dos mujeres eran conflictivas y un poco elitistas.

—¿Un poco? —quiso asegurarse Andrea.

—OK, mucho —admitió él—. Mi padre fue banquero toda su vida, siempre tuvimos una buena posición económica, pero nos criaron con sencillez. Los chicos y yo emprendimos el vuelo temprano, y cuando mi padre decidió retirarse mis hermanas casi se matan por la empresa. Ahora son dos super banqueras que no aprendieron nada de la humildad de mi padre.

—Ya veo —murmuró ella—. Espero que no me la pongan difícil.

—Pues a ti no, en todo caso a mí si no te visto de Prada de la cabeza a los pies —se rio él.

Andrea negó con vehemencia.

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