UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 21

—Sí, en mamelucos, pero en la ropita de varón —respondió la empleada.

—¡No me importa! ¡Ella es una bebé dura! ¿No es verdad mi amor? ¡Tú vas a usar un mameluquito de Snowboard! —exclamó haciéndole una mueca y Adriana se desternilló de la risa.

Andrea se apoyó en una de las perchas viendo aquello. No podía ni comenzar a expresar lo feliz que se sentía sabiendo que su hija tendría tantas cosas lindas, pero aquello también era un recordatorio de todo lo que le faltaba. Para enero Adriana no tendría un papá que la abrazara o la consintiera, y ella sentía que era su culpa.

La impotencia le subió a los ojos mientras los observaba y cuando Zack se giró hacia ella se dio cuenta de que se estaba limpiando las lágrimas apresuradamente.

—Oye, perdóname si me estoy extralimitando... es que las cosas de bebé son tan lindas que todo se me antoja para ella —le dijo con suavidad.

—Tranquilo, creo que tengo que asumir que eres de los que se extralimitan a menudo —sonrió ella.

—¡Perfecto, en ese caso, me perdonarás la última! —exclamó pasando un brazo sobre sus hombros y empujándola hacia el otro extremo de la plaza hasta que llegaron a un lujoso spa—. Te pedí un paquete de consentimiento completo. Tres horas de relajación...

—Pero...

—¡Pero nada! —replicó él—. No hay mujeres feas, solo novios tacaños, y nadie podrá decir jamás que yo soy uno. ¡Podré ser falso, pero tacaño, jamás! Así que métete ahí, disfruta tu masaje, uñas y todo lo que toca, y esta beba hermosa y yo estaremos bien paseando por aquí.

Le hizo un gesto a la chica de la entrada y tres mujeres llegaron apresuradas para llevarse a Andrea.

—¿El paquete completo, verdad señor? —preguntó la dependienta cobrándole.

—Sí, completito —dijo Zack antes de cargar a la bebé y echarse a reír—. Es que verás mi amor, tu mamá de verdad necesita esto. Aquí la van a poner tan bonita como tú. Le harán sus cejitas, y su cabello, y su...

De repente se escuchó un grito ahogado y Zack se envaró.

—Es la cera —sonrió la dependienta.

Luego se oyó un "rrrrrrris" y un:

—¡Aaaaaaaaaahhhhh! ¡Zaaaaaaaaaaack!

—¡Ups! Había olvidado la depilación. Nos vamos, princesa, corre, corre... —rio llevándose a Adriana de allí y pronto se detuvieron en el área infantil.

La bebé parecía muy a gusto tomando solecito y Zack estaba en las nubes con ella, de verdad era una niña hermosa y le reventaba el hígado que hubiera un imbécil en algún lugar que hubiera decidido alejarse de ella.

—Pero no te preocupes, tu mami es más fuerte que tres padres juntos, vas a estar muy bien con ella, princesita, porque no hay nada que tu mami no haría por ti, te lo aseguro —le dijo meciéndola.

Poco después le dio su biberón y Adriana se durmió en sus brazos mientras él terminaba de hacer las compras.

Tres horas después Andrea salió del spa muy relajada, y moviendo el trasero como una patita.

—No... te atrevas a abrir la boca, Zack —le advirtió mostrándole un dedo—. ¡Esto lo voy a considerar como un accidente laboral! ¡Quiero horas extras!

Él apretó los labios para no estallar en carcajadas y se la llevó a cenar a ver si se le pasaba el... dolor.

Ya era de noche cuando por fin regresaron al departamento de Andrea. Zack comenzó a descargar bolsas de las compras que llenaron media sala, pero si ella creía que él les había regalado demasiadas cosas, definitivamente la última la dejaría muda.

—OK, cierra los ojos —pidió él y Andrea contuvo el aliento mientras él descargaba de la camioneta su último y más importante regalo—. ¿Estás lista?

—Sí, supongo —murmuró ella con voz queda mientras abrazaba a su hija, y sintió que Zack caminaba hasta ponerse detrás de ella para girarla un poco.

—¡Ya puedes abrirlos!

Andrea abrió los ojos y vio aquella cuna, grande y blanca, con sus almohadas en color rosa y su sonajero colgante de animalitos. El corazón comenzó a latirle tan fuerte que creyó que se le saldría del pecho, y solo pudo acercarse a la cuna mientras intentaba contener el mar de lágrimas que amenazaban con caer.

—Es preciosa... —murmuró y lo vio sonreír—. Zack... ni siquiera sé cómo empezar a darte las gracias.

—Ni tienes que hacerlo, Adriana es la bebé más dulce del mundo, se merece una cuna cien veces mejor y tú necesitas dorm...

Pero no pudo terminar de hablar, porque enseguida se escucharon unos golpes demasiado fuertes en la puerta. Zack le hizo un gesto a Andrea para que se quedara detrás de él, pero al abrir era una mujer la que llamaba. Se quedó un poco sorprendida al verlo pero luego miró adentro buscando a alguien más.

—¡Andrea! —llamó al verla—. ¡Andrea, tienes que venir!

—Mildred, ¿qué pasa? —le preguntó a su vecina.

—¡Es la señora Wilson... se ha puesto mal, la ambulancia ya viene!

Andrea se giró hacia Zack y él le hizo un gesto de apoyo.

—Ve, yo me quedo con la beba. Ve.

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