UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 31

—Lo siento mucho, se nota que era algo muy importante para ti.

—Debí decírtelo antes pero... la verdad es que nadie de mi familia conoció jamás a Gisselle, no pensé que mi hermana la traería a colación —murmuró él.

—Sí, debiste decirme, ahora me veo como una rompehogares, pero eso sí, seré una rompehogares muy dulce —replicó ella y Zack levantó la cabeza para mirarla a los ojos.

—Si mis hermanas vinieron con ánimo de molestar, esto solo se va a poner peor —dijo él—. Quizás sea mejor si nos vamos a un hotel, o a una cabaña...

—¡Por supuesto que no! —declaró Andrea—. Vinimos aquí a que pases una hermosa Navidad con tu padre, y si tus hermanas se ponen pesadas pues allá ellas. ¿Qué es lo peor que pueden hacer?

Zack suspiró encogiéndose de hombros.

—No tengo idea, pero algo se les ocurrirá —murmuró con impotencia—. Y por cierto, ¿qué fue eso de Thorcito?

Andrea dejó escapar una carcajada y le sonrió con picardía.

—Tú dijiste que debía ponerte un apodo cariñoso, y eso fue lo que me salió. Te juro que cuando miraste a tu hermana de verdad vi las nubes con rayos y truenos sobre tu cabeza. ¿Y qué fue eso de Pastelito, a ver? —lo increpó.

—¡Tú misma lo dijiste, eres dulce! —exclamó él y Andrea se inclinó para mirarlo a los ojos.

—Todo va a estar bien. Deja que nos molesten, nada puede ser peor que lo que ya pasamos este año, ¿verdad?

Zack asintió con cansancio y se abrazó a su cintura, encondiendo el rostro en su abdomen por un segundo mientras ella le acariciaba el cabello.

—Acabas de pasar de empleada imprescindible a amiga en un segundo —murmuró él y Andrea le pegó en el hombro.

—Aun así me tienes que pagar, Thorcito.

—Copiado, Pastelito.

Andrea lo sintió suspirar y de repente un carraspeo risueño los sobresaltó.

—En esta casa nadie se puede poner cariñoso hasta después de las diez de la noche —se rio la madre de Zack mirándolos desde la puerta—. ¡Cámbiense y vamos, hay galletas que hacer!

Zack la soltó con un gesto suave y luego miró al ropero, porque conocía muy bien las tradiciones de la familia. Sus suéteres navideños ya estaban allí, así que los dos hicieron turnos en el baño para cambiarse.

—¡Mira esto, si eres un tierno muñeco de nieve! —exclamó Zack al verla y ella hizo una pirueta antes de llevarse una mano a la boca.

—Thorcito, me apena profundamente decirte esto, ¡pero eres un reno!

Zack puso los ojos en blanco viendo su suéter y rezongó tres veces mientras salían de la habitación.

En la cocina, que era enorme, estaban todos reunidos y en efecto, el señor Nikola todavía no había soltado a la bebé.

—¡Luana, hay que cambiar a la princesa! ¿Dónde está ese mameluco que le compraste? —dijo emocionado.

Poco después la recién estrenada abuela regresaba con Adriana enfundada en un mameluquito navideño exactamente igual al de su abuelo y Andrea sonrió viendo que lo de combinar ropa le venía a Zack de familia.

—Bueno, tenemos cientos de actividades que hacer —declaró la señora Luana—, pero primero lo primero. Andrea, estamos muy felices de que estén aquí, tú y la nena. ¡Bienvenidas a la familia Keller!

—Gracias, señora Luana, y también estoy muy feliz de estar aquí —respondió ella con suavidad.

—¡Bien, primera tarea! ¡A hornear! Vamos a hacer parejas, la casita de jengibre más bonita recibirá un regalo especial.

Zack apachurró a Andrea contra él en una reclamación obvia y le levantó las cejas.

—¡Dime que sabes hacer esto!

Ella sonrió y asintió.

—Adivino, antes siempre hacías pareja con tu mamá para llevarte el premio —lo acusó—. ¿Qué tan bueno es?

—Pues mi mamá hace regalos increíbles, así que mejor tratamos de ganar —sentenció él.

—OK. Por suerte para ti, sí, sé hacer casitas de jengibre espectaculares. Tú ve por la decoración y yo hago la masa.

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