UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 32

Zack estaba contagiado con el espíritu Navideño, y aunque ya algunos creían que estaban muy grandes para esos juegos, nadie se atrevió a contradecir a la señora Luana. Se desperdigaron entre las cocinas de la mansión y Zack atacó la despensa de los dulces.

Adriana estaba más que feliz en los brazos del señor Nikola, que la mimaba como si fuera una princesa, y poco después Andrea golpeaba la masa.

—¿Todo bien? —preguntó Zack llegando junto a ella—. No, espera, eso es mucha masa y si le pones mucha harina masa quedará muy dura...

—Eso es lo que quiero.

—Pero luego no habrá quien se lo coma —replicó Zack.

—Créeme, cuando termine con esta casita nadie se la querrá comer —declaró ella—. Además tu mamá dijo la casita más linda, no la más sabrosa.

Zack la señaló con un dedo y se rio.

—¡Eres una tramposa! ¡Me gusta! ¿Necesitas ayuda?

—La verdad sí, está pesada la masa, me duelen los dedos —dijo ella con un puchero.

Zack se arremangó el suéter y se paró tras ella, metiendo también los dedos en la masa para aplanarla.

Andrea contuvo la respiración por un instante, viendo aquellos antebrazos tatuados a su alrededor, y sintiendo el calor que se desprendía de aquel cuerpo pegado a su espalda.

—¿Así está bien? —preguntó él y ella contuvo el aliento.

—Un poquito más... —casi susurró mientras él terminaba de amasar la base para la galleta de jengibre.

Zack sonrió por lo bajo porque era fácil sentir cada estremecimiento en ella. Era una chica nerviosa, pero a su modo eso era muy tierno.

Extendieron la masa sobre cuatro charolas y enseguida se pusieron a hacer moldes de cartón. Zack jamás había hecho casitas de jengibre de aquella forma, pero se estaba divirtiendo mucho y cuando la vio pegar todo aquello hasta levantar una casa de tres pisos casi se quedó mudo.

—Ahora entiendo por qué tanta masa —murmuró.

—Pues vamos a hacer el glaseado que hay que pegar la galleta a todo eso —dijo ella haciéndole un guiño.

Si Andrea era sincera debía reconocer que hacía mucho tiempo que no se divertía tanto, y terminar llena de harina, glaseado y con Skittles en el cabello era lo mejor del mundo.

—¿Está mal si me chupo tu cabello? —se rio Zack—. ¡Dios, tienes chocolate derretido colgando de la...!

—¿Dónde...?

—¡Espera...!

Estaban más sucios que dos niños, y Zack trató de sacarle el chocolate de la cara con el dorso de la mano, la mano, los dedos.

—¡Carajo qué torpe ando, ven acá! —se rio tirando de ella y acabó pasándole la lengua por la mejilla para sacarle aquello.

—¡Auch!

—¡Ya no protestes! ¡Al menos sabes bien! —exclamó él y Andrea acabó de limpiarse muerta de risa.

Se quedaron riendo y mirándose por un minuto, hasta que la risa de repente se les fue acabando. Zack no la había visto tan feliz desde que la había conocido, y de verdad era una persona que se merecía ser feliz.

—¿Pero se van a besar o no? —escucharon desde la puerta y los dos se giraron para ver a la señora Luana, que traía a la beba

—¡Mamá! ¿Todo bien? —se acercó Zack y tomó a la niña en brazos.

—Sí, pero creo que tiene hambre —dijo su madre.

—En ese caso, la llevo a darse un baño y le doy su biberón —le dijo Andrea a Zack con un guiño, llevándose a Adriana, y apenas desapareció por el corredor cuando su madre se inclinó hacia él.

—No me lo tomes a mal, hijo, pero eres muy lento. Si quieres que tu padre se crea esto, vas a tener que besarla más.

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