UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 41

Nadie volvió a mencionar la boda esa noche. Andrea sonreía, conversaba y jugaba con su hija, pero a los señores Keller les bastaba con ver la cara de Zack para saber que nada iba bien. Finalmente la bebé empezó a llorar por su biberón y Andrea pidió permiso para retirarse.

Cuando Zack entró a la habitación media hora después, ella ya se había cambiado y estaba intentando dormir a la bebé. Se mesó los cabellos despacio, sentándose frente a ella en una pequeña banqueta y trató de encontrar sus ojos.

—Lo lamento, no debía hablarte así —murmuró y ella lo miró—. Siento haberte dicho eso, por favor discúlpame.

Andrea respiró profundo, pero no dejó de mecer a su hija.

—No tengo nada que disculparte, Zack. No dijiste nada que no fuera cierto —respondió con firmeza.

—Sí lo hice —negó él con frustración—. No eres mi empleada, eres mi am...

—No, no soy tu amiga —replicó ella interrumpiéndolo—. Tu amiga no te hubiera cobrado por esto, y yo lo estoy haciendo porque por desgracia es un lujo que no puedo darme, así que no soy tu amiga, soy tu empleada.

—Andrea...

—Está bien. De verdad. Sabíamos que esto iba a ser un show desde el inicio, solo que no esperaba que llegara tan lejos —murmuró ella levantándose para acostar a Adriana en su cunita. Por un instante la miró y respiró profundo, sin importar cuánto tuviera que sacrificar o cuánto le doliera en aquel momento, haría todo eso y más por ella—. Tienes razón, estoy a tu servicio —dijo girándose—. La próxima vez valoraré mejor a quién le vendo mi alma, pero por esta vez te garantizo que no tendrás quejas de mis servicios. Procuraré meterme mejor en el papel a partir de mañana.

Zack se levantó con un gesto de frustración y se acercó a ella.

—¡Eso no es lo que te estoy pidiendo, Andrea! ¡Te estoy pidiendo perdón! —exclamó él tomando sus manos—. ¡Quiero que las cosas sean como antes de que yo dijera esa estupidez! ¡Quiero que sigas siendo mi amiga, que sigas siendo mi cómplice...!

Se detuvo con la respiración pesada y ella apretó sus manos, asintiendo.

—Está bien, todo va a ser como antes —dijo sonriéndole.

—¿De verdad?

—Claro que sí. Nada va a cambiar. Solo... vamos a olvidarlo todo y vamos a hacer que esta sea la mejor Navidad para tu papá —susurró Andrea con suavidad.

—Y para Adriana —añadió Zack.

—Por supuesto, también para Adriana.

Él asintió mientras suspiraba y se aguantó las ganas de abrazarla allí mismo, la verdad no supo por qué. El ambiente estaba cargado de una extraña electricidad pero no era de la que solía sentir antes cuando estaban juntos.

—Voy a cambiarme. ¿Necesitas... necesitas algo?

—Mmmm... Tijeras —respondió ella y fue hasta el closet para sacar los regalos que habían comprado—. Voy a envolverlos, los de tus hermanas me hacen mucha ilusión, pero no encontré tijeras en el cuarto.

—Claro, ya voy por ellas —accedió Zack viendo cómo ella ponía todos los regalos en la alfombra frente a la chimenea y se sentaba en el suelo.

—Gracias —le sonrió Andrea.

Zack salió de allí apurado, hasta que recordó que quizás quisiera algún dulce o algo y volvió a abrir la puerta, solo para ver a Andrea en silencio, con aquella mirada triste perdida en el fuego de la chimenea... y entendió.

—¡Maldición! —gruñó para sí mismo saliendo al pasillo y el pecho se le hinchó de la impotencia porque ella le había dicho exactamente lo que él quería oír, pero seguía tan herida como cuando él había acabado de decirle todas aquellas estupideces.

Salió a la terraza de la cocina y se apoyó en la baranda, intentando que el frío de la noche le aclarara las ideas.

—Tan mal están las cosas ¿ah? —escuchó una voz dulce junto a él y Zack asintió al ver a su madre.

—Sip. Esta vez sí que jodí todo en serio —murmuró.

—No digas eso —lo consoló Luana acariciando su espalda como si fuera pequeño—. Solo dime qué hiciste y lo arreglaremos. No hay nada que tu madre no pueda resolver.

—Le grité a Andrea que era mi empleada y estaba a mi servicio.

—...Puessss eso no te lo puedo resolver —replicó Luana y se apoyó en la baranda, negando—. No puedo creer que le hayas dicho eso. ¿Cómo puedes ser tan bruto, hijo?

—¡Pues... me ofusqué! —gruñó él con impotencia—. Solo quería que papá fuera feliz y... ella no quería seguirme el juego en lo de la boda, así que le dije eso.

—A lo mejor todavía tiene arreglo. ¿Qué te dijo ella?

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