UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 55

—¿Qué fue lo que mi padre le dejó a Adriana?

Aquellas fueron las primeras palabras de Zack cuando llegó a la casa y se encontró con su madre. Estaban todos en el salón jugando con la bebé, a excepción del señor Nikola que estaba durmiendo su siesta en su habitación.

Luana frunció el ceño mientras lo veía caminar por la habitación con paso decidido, con su fuerza de voluntad impuesta en cada paso.

—¿De qué hablas? —le preguntó.

—¡De mi padre, o mejor dicho, del testamento de mi padre! —exclamó Zack—. Él dejó algo para Adriana ¿no es así?

Luana lo miró con ojos que transmitían tranquilidad pero también con preocupación. Se quedó en silencio por unos momentos, como si evaluara su respuesta y sus hermanos sintieron la tensión en el aire.

—No me mientas... sé que papá le dejó algo. ¿Qué fue?

Finalmente, su madre despegó los labios.

—Un fideicomiso. Uno que podrá retirar cuando cumpla los dieciocho. ¿Cómo te enteraste?

—¡Porque eso es lo que ha tenido a Chiara y a Noémi descontroladas! —replicó él y su madre se levantó.

—¿Cómo? —se levantó Milo.

—¡Las confronté hoy! Ellas no solo invitaron a Giselle a venir, sino que mandaron hasta un avión a traerla —le dijo Zack—. Fui a buscarlas para pedirles una explicación y eso me dijeron. Están tratando de demostrar que Adriana no es mi hija para que papá no le deje nada.

El rostro de Luana se demudó por la sorpresa.

—¿Qué dijiste?

—¡Lo que oyes! Estuvieron vigilándome, mamá —gruñó Zack con impotencia y Loan soltó un gruñido, molesto—. Mis propias hermanas estuvieron vigilándome este año solo para asegurarse de si tenía un hijo que pudiera quitarles su dinero. —Zack vio a su madre apretar los puños, pero no podía quedarse callado—. Tú sabes que yo jamás quise nada de papá... al menos no su dinero...

—¡Lo sé, hijo, lo sé! —murmuró su madre mirando a sus tres varones—. En su primer borrador tu padre dejó en testamento una parte de sus bienes iguales para cada uno, pero ustedes...

—Milo, Loan y yo nos rehusamos —recordó Zack y sus hermanos asintieron—. Salimos a conseguir nuestro dinero y nuestro futuro nosotros mismos y le pedimos a papá que se lo dejara todo a ellas, porque eran las niñas de la casa, las princesas que no debían enfrentarse a la crueldad del mundo, pero ¿sabes qué? ¡Solo las hicimos crueles a ellas!

Luana apretó los puños y sus ojos se humedecieron, no podía creer que sus hijas fueran capaces de tanto solo para quitarle dinero a una sobrina suya.

—No puedo creer que hayan caído tan bajo —murmuró Milo con impotencia.

Zack asintió con la cabeza, con los ojos fijos en la cara de su madre.

—Lo siento, pero ya no estoy dispuesto a renunciar a la herencia de mi padre —sentenció él con firmeza, consciente de lo que esto significaba—. Si papá no me quiere dejar nada, está bien, pero no me voy a hacer a un lado solo para que mis propias hermanas me lo quiten a la brava.

Loan y Milo se miran entre ellos, pero ninguno dijo nada. Su madre también mantenía silencio, pero Zach veía el brillo de tristeza y decepción en sus ojos.

Bien —dijo Luana finalmente—. Es una decisión muy madura. Estoy orgullosa de saber que estás dispuesto a defender no tus derechos... porque sé que no lo haces por ti, sino los derechos de tus hijos. Su padre y yo construimos un imperio para ustedes, para todos ustedes. Justo es que todos lo compartan.

Zack asintió y Loan se cruzó de brazos, acercándose a su madre.

—Esto ya se pasó de la raya —declaró—. Nosotros también vamos a reclamar nuestra parte de la herencia de papá.

Milo se aproximó también y los apoyó.

—Sí —dijo con decisión mientras acunaba a Adriana—. No me interesa el dinero, ya tengo bastante, pero no está correcto que ellas saboteen el futuro de los niños de la familia solo por codicia. Yo también quiero mi parte.

Luana respiró profundamente y asintió.

—Yo me encargaré de todo —les dijo, porque estaba seguro de que Nikola no tendría ningún problema en volver a poner aquel testamento repartido entre sus hijos.

Después de eso, Andrea no pudo dejar de notar que Zack parecía fuera de la realidad, ensimismado, inquieto. Su único momento de relajación era cuando tenía a Adriana en los brazos, porque eso significaba que debía estar tranquilo para ella.

A Andrea casi le costó trabajo quitársela de los brazos y acostarla. Lo empujó suavemente hacia el baño y le quitó la ropa despacio, mientras él cerraba los ojos y disfrutaba de su tacto.

Pocos minutos después, desnudos y metidos en el jacuzzi de la habitación, Zack apoyaba su frente en la de Andrea y la besaba como si con eso pudiera hacer que todas las cosas desaparecieran.

—¿Por qué lo le pides a tu padre que quite el fideicomiso? —murmuró—. Quizás tú mismo estás complicando las cosas más de lo necesario, Zack. Es comprensible que ellas no quieran que el dinero que su padre hizo con tanto esfuerzo vaya a parar fuera de la familia...

—¡No las justifiques porque no tienen razón, Andrea! —espetó él—. ¡Y los hijos no son solo de sangre! ¡Lo que me jode es que precisamente ellas se porten así...! —gruñó con impotencia. Y Andrea no podía comprenderlo pero él sí, porque si se guiaban por la sangre, Chiara y Noémi no tenían derecho a un solo franco suizo que tuvieran los Keller.

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