UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 69

El departamento estaba limpio, muy limpio, pero eso era lo único que se podía decir en su favor. Cuando Andrea abrió la puerta, la mujer alta y delgada de unos cincuenta años que estaba a su lado, con el rostro severo y la mirada firme, hizo un gesto momentáneo de sorpresa. En la mano llevaba un portapapeles y Andrea sintió un escalofrío cuando la vio anotar algo en él.

—Creía que venía a evaluar un departamento... pero veo que no hay mucho que evaluar —dijo con preocupación.

No había alfombras, ni muebles, ni cuadros, nada que suavizara la crudeza de la habitación. Las paredes estaban desnudas, las ventanas sin cortinas, el suelo agrietado y la luz tenue. Andrea sintió que la invadía una oleada de pánico. Sabía que era el tipo de lugar en el que nadie querría quedarse durante mucho tiempo, y mucho menos con un niño.

La mujer inspeccionó el apartamento con ojo crítico, tomando notas a medida que avanzaba. Andrea la siguió, con el corazón palpitante.

—¿Desde cuándo vive así? —preguntó rodeando el salón y asomándose a los cuartos, pero tampoco había nada que ver allí.

—Desde que Adriana nació —dijo Andrea con seguridad—. Cuando llegamos del hospital todo estaba vacío, el padre de mi hija, el mismo hombre que me está demandando para quitármela, vendió todo lo que tenía.

La mujer la miró con rostro impávido mientras chequeaba el único mueble que había en la casa: la cuna de la bebé.

—Sé que esto está vacío, pero son solo muebles, señora —murmuró Andrea con los ojos húmedos—. El único realmente necesario es la cuna de Adriana y ahí está. Este lugar tiene todos los servicios, agua, electricidad, calefacción. En mi nevera hay comida y si revisa lo que le doy a mi hija es de buena calidad. Además está en su guardería, tengo un buen trabajo y... todo va a empezar a mejorar. Hago lo que puedo para que vuelva a ser un hogar, pero ha sido duro.

La trabajadora social asintió lentamente y respiró profundo anotando todo lo que creía importante. Finalmente, la mujer despegó los labios.

—Esto no es lo que esperaba encontrar —dijo—. Tengo que ser honesta con usted, este no es un ambiente adecuado para un niño.

—Lo entiendo —dijo—. Pero ahora que ya pagué la deuda con el hospital, le prometo que haré lo que sea necesario para que este lugar sea adecuado. Cualquier cosa que mi hija necesite, la conseguiré. Se lo prometo".

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