UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 68

Los exámenes fueron rápidos y una semana más pasó. Una semana en la que Andrea no dejaba de llorar ni un solo día y trabajaba como desesperada para conseguir un buen contrato: un contrato significaba dinero, dinero para pagar un abogado.

La próxima vista ante el juez fue para leer algo que ella ya conocía perfectamente.

—Según los resultados del análisis de ADN, el señor Mason Lee es el padre biológico de la menor, por tanto la demanda por la custodia queda aceptada —declaró.

—En ese caso, escucharemos las declaraciones de las partes.

El juez llamó al abogado contrario y Andrea sintió que se le hundía el corazón. Lo había investigado: Basil Gagnon era un abogado muy conocido, con fama de despiadado. Empezó a exponer su caso, enumerando todas las razones por las que Andrea no era una madre apta. Andrea sintió que la ira y la frustración brotaban de su interior, pero guardó silencio. Sabía que aquel no era su momento de hablar.

—Entonces la conclusión es obvia —lo escuchó decir por fin—. Mi cliente está en una mejor posición económica para darle a su hija todo lo que necesita para crecer sana y feliz.

—¿Y por qué no le dice al juez por qué está en esa buena posición, eh? —se levantó Andrea llena de impotencia y el juez hizo sonar su mazo.

—Señora Brand, debe esperar su turno de hablar —la regañó, pero Basil Gagnon negó con la cabeza.

—No hay problema, su señoría, yo ya he terminado —dijo con una sonrisa maliciosa mientras el juez se giraba hacia Andrea.

—Señora Brand —dijo este con un suspiro—. ¿Su abogado no piensa presentarse?

Andrea pasó saliva.

—No tengo abogado, su señoría... porque no tengo dinero para pagar uno. —El silencio que se hizo en la sala fue sepulcral, pero ella no se dejó amilanar—. No tengo dinero para un abogado porque absolutamente todo lo que tenía fue para pagar la deuda en el hospital que ocasionó el nacimiento de mi hija. Entiendo que Mason ahora está en una muy buena posición económica, ¡pero si es así es por todo lo que nos quitó! Mason me abandonó en la sala de urgencias del hospital y a los cuatro días cuando desperté del coma, supe que él ni siquiera había ido a conocer a Adriana. Cuando traté de pagar la deuda médica me di cuenta de que se había robado todo mi dinero, ¡veinte mil dólares que había ahorrado para mi hija! ¡Él se los llevó y nos dejó sin nada! —Para ese punto las lágrimas rodaban por sus mejillas—. ¡Y como si eso no fuera suficiente vendió todo lo que había en nuestra casa, todo! ¡Cuando llegué no tenía ni dónde dormir...!

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