UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 9

Andrea se abrazó el cuerpo, intentando espantar el frío mientras lloraba al verse contra la espada y la pared. Su corazón latía aceleradamente, su mente estaba confundida en muchas cosas menos en la principal: no podía perder a su hija.

Miró a Adriana, dormida en su bambineto en aquel colchón y sollozó desesperada al darse cuenta de que no había otra salida. Podía denunciar a Trembley por acoso, pero en lo que el proceso se concretara ella ya estaría despedida y sin un céntimo. Además de que aquello figuraría en su expediente laboral, y le costaría mucho encontrar un nuevo trabajo donde no le tuvieran miedo a una demanda.

Con mano temblorosa tocó de nuevo a la puerta de su vecina.

—Señora Wilson... sé que esto es demasiado pedir, pero tengo una emergencia en el trabajo. Por favor ¿podría cuidar de Adriana unas horas más?

La señora Wilson se dio cuenta de que algo estaba pasando, así que con gusto se quedó con la bebé.

—Lamento que estés pasando por un mal momento, Andrea. Ni tú ni esta criaturita se lo merecen —le dijo.

La muchacha asintió nerviosa y luego fue otros cinco minutos a su departamento para cambiarse antes de salir. No tenía nada apropiado para salir de noche ni le importaba tampoco. Se puso la misma ropa que usaba para el trabajo y salió a la calle.

No había nada que no fuera capaz de hacer por su hija. No podía soportar el pensamiento de que Adriana no tuviera un futuro mejor que el suyo, así que aunque sintiera que estaba a punto de morir del asco y de la vergüenza, solo apretó el paso para llegar lo más rápido posible.

El hotel que su jefe le había indicado era un lugar muy elegante y exclusivo, y le dio escalofríos al verlo. Sabía a lo que se enfrentaba, pero aún su estómago se revolvió cuando vio a aquel hombre sentado en el bar. Parecía un sapo acomodado y no había dinero ni ascensos que pudieran cambiar su aspecto desagradable.

Cuando Andrea se acercó, él la miró fijamente. Ella detuvo sus pasos, paralizada por el temor, pero él le hizo una señal para que se acercara a él.

—¿No pudiste ponerte algo mejor? —siseó Trembley mirándola de arriba abajo con molestia.

—No vine a una cita ni a conquistar a un hombre —replicó ella—. Vine a resolver un problema, y eso no necesito hacerlo con un vestido elegante que además no tengo.

Trembley la miró con desaprobación, pero luego le hizo una señal al barman, que le sirvió un trago adicional y él lo empujó hacia Andrea.

—Bebe —le ordenó Trembley—. A estas alturas ya deberías haber aprendido a respetarme, Andreíta. No te conviene resistirte, y mucho menos ponerte de bocona, porque cada palabra que no me gusta te la voy a cobrar de la peor manera en esa habitación.

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