Un disparo en mi corazón romance Capítulo 30

Después de que terminó completamente la fiesta, Jairo se fue con Yolanda.

Nubecielito se encontraba en las afueras de la ciudad, lejos de la villa de la familia Figueroa, y los dos que atravesar casi toda la ciudad para regresar a casa.

El hombre conducía el Maybach por la autopista a toda velocidad.

Jairo no dijo nada en el camino, con la cabeza en otra parte.

Yolanda habló primero después de dudar un buen rato:

—Briana y tú tenéis un contrato de matrimonio, ¿verdad?

Jairo recuperó del aturdimiento y la miró de reojo.

Yolanda dio una pausa y lo miró al hombre a los ojos profundos.

—¿He oído hablar que ella te ha salvado la vida? —Yolanda se quedó bastante desconcertada.

En su impresión, Briana nunca había sido ese tipo de personas que estuvieran dispuestas a echarle una mano a los demás. ¿Cómo sería posible que ella hubiera salvado a Jairo? Además, Briana nunca había recibido formación de los primeros auxilios.

—Sí —respondió el hombre, sin querer hablar más de Briana con Yolanda.

Un silencio reinó en coche y el ambiente se hizo un poco incómodo.

Justo cuando Yolanda estaba a punto de hablar, Jairo le interrumpió:

—Divorciémonos cuanto antes. Ella me ha salvado la vida, y tengo que ser responsable de ella.

Tras decir eso, se sintió muy extraño.

En realidad, Jairo tuvo el presentimiento de que Yolanda iba a proponerle el divorcio, por eso, decidió mencionarlo primero.

—Bueno, lo entiendo —ella respondió con un rostro inexpresivo.

Jairo la echó una mirada y se sintió un poco deprimido al ver que ella no mostró ninguna reacción.

El ambiente en el coche se hacía cada vez más deprimente, dejando a los dos muy incómodos.

—Vamos a solicitar el divorcio mañana, ¿vale? Pero quiero que te quedes en casa y cuides de la abuela después de que nos divorciemos. Por favor oculta el divorcio a la abuela. Puedo pagarte una suma de dinero como compensa.

Sin saber por qué, Jairo se sintió más molesto por dentro después de terminar sus palabras.

—Sí, no hay problema. La abuela me trata muy bien y yo cumpliré con mi responsabilidad. No hace falta que me des más dinero. Lo que me has dado ante ya es suficiente.

Yolanda miró a través del espejo retrovisor atentamente.

—Uno, dos, tres, cuatro —ella contó en silencio.

—Hay cuatro coches atrás en total —Yolanda puso una cara preocupada—. Ahora ya estamos en el extrarradio alejado, que es lo mismo que estamos expuestos a su vista.

Mientras Yolanda hablaba, dos coches a su espalda les alcanzaron a toda la velocidad.

Acto seguido, se oyó un ruido grande. Los matones en aquellos dos coches empezaron a disparar directamente hacia ellos.

En realidad, Yolanda podía juzgar la trayectoria de la bala según el sonido del arma, por eso no era difícil para ella esquivar los disparos.

La reacción de Jairo tampoco era lenta. Sin dudar ni un instante, él giró violentamente el volante con una mano para evitar el tiro y apretó la cabeza de Yolanda contra su pecho con la otra mano para proteger su seguridad. La bala de gran calibre era tan destructiva que atravesó el parabrisas delantero y pasó rozando el asiento.

Estando tan cerca del hombre, Yolanda podía escuchar claramente los violentos y poderosos latidos de su corazón, y su peculiar aroma masculino le parecía muy seguro a ella.

Ella misma había sido fuerte durante demasiado tiempo, y nunca había tenido este tipo de seguridad y tranquilidad después de tener buen juicio.

En el fondo, una emoción diferente le crecía lentamente a ella.

Los matones se volvieron más feroces, disparándolos incesantemente.

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