Un extraño en mi cama romance Capítulo 276

Pocas veces veía a Abril tan impotente y vulnerable. Me provocaba un gran conflicto.

—No te preocupes, Abril —dije estrechándola por los hombros—, aún me tienes a mí.

—Todo está bien, soy fuerte. Nadie puede hacerme nada —dijo. En ese instante timbró su teléfono, y salió para tomar la llamada. Al regresar, me contó:

—Arturo vino a visitar a mi padre. Voy a subir. ¿Quieres venir?

—No, estoy bien.

—Bueno —dijo ella, sonriendo por fin. No la había visto hacerlo desde que se enteró del diagnóstico de su padre. Debía gustarle mucho Arturo. Pero ¿y si él resultaba ser mi verdadero padre? Entonces Abril sería mi madrastra. No me importaría. Realmente, no lo haría.

Me senté en la cama y me puse a leer. Abril me había traído una novela detectivesca muy interesante. Era lo único que mantenía mi ansiedad bajo control.

Roberto llegó a media lectura. No despegué la mirada del libro, pero pude ver de reojo que estaba de pie ante la cama, con sus pantalones cafés y una camisa blanca, colores tranquilizadores y poco amenazantes.

Atendí al sonido de mi nombre y fingí que no lo había visto hasta entonces.

—Veo que ya volviste —dije.

—¿Podrías decir algo menos aburrido? —replicó antes de echar un vistazo a la habitación y señalar el jarrón que estaba sobre la mesilla.

—¿Qué es esto?

—Flores.

—Ya lo sé...

—Rosas —añadí.

Con toda probabilidad, la botánica era la única área en la que tenía más conocimientos que él.

—No me importa qué tipo de flores son —repuso arqueando la ceja—. Quiero saber de quién son.

—Alguien me las dio, claro. No llegaron caminando al jarrón.

—Isabela —bufó y continuó con una sonrisa falsa—, si tan sólo pudieras ser tan sarcástica en nuestras reuniones de la Organización Ferreiro. Tu difunto padre estaría complacido.

Sabía que diría que sólo era mordaz con él. Tal vez porque casi no se enojaba cuando lo hacía; eso debía volverme descarada. Volví a concentrarme en mi libro, pero me lo arrancó de las manos. El filo de las páginas me cortó la piel. Me llevé el dedo a la boca de inmediato; ardía. Él lo sacó y preguntó:

—¿Qué pasa?

—Me corté.

Observó el corte y dijo:

—Llamaré a un doctor para que lo arregle.

—No hay necesidad. Es superficial. Sanará solo.

—¿Eres un extraterrestre de sangre azul? —preguntó al tiempo que tomaba el antiséptico y me frotaba el dedo bruscamente.

—¿Qué es un extraterrestre de sangre azul?

—Son personajes de una novela de ciencia ficción que se pueden curar solos cuando se lastiman.

—Es ficción, pueden hacer lo que les dé la gana.

—No metas el dedo en tu boca —advirtió luego de limpiar el corte—. Te emborracharás.

—No soy tan intolerante al alcohol —rezongué. Era un corte diminuto y el alcohol dejó de arder tras un instante.

Pensé que gracias a eso no volveríamos a tocar el tema de las rosas, pero volvió a la carga luego de poner el antiséptico en su lugar.

—¿Quién envió esas flores?

Capítulo 276 ¿Quién envió esas flores? 1

Capítulo 276 ¿Quién envió esas flores? 2

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