Una segunda oportunidad romance Capítulo 117

Con un ruido sordo, la daga dio en el blanco perfectamente.

Solo que... no era una amenaza como esperaba. Ningún asaltante al acecho.

No… era un árbol.

Mierda.

A decir verdad, mientras iba a recuperar mi arma, no pude evitar sentirme algo aliviada. Esto no era la calle ni una misión que requería fuerza letal. Estaba en una maldita fiesta. ¿Qué demonios me había pasado esta noche?

Era como si los pensamientos y los comportamientos racionales estuvieran ausentes. ¿Y si el sonido que había escuchado era simplemente un animal que se acercaba desde el bosque cercano?

Pero... tenía la sensación de que algo andaba mal. Era raro que mi instinto se equivocara. Y en ese momento, mis instintos me seguían gritando que algo estaba pasando, que algo se acercaba… que alguien estaba...

Ahí.

Otro sonido de movimiento detrás de mí me hizo reaccionar al instante, solo que esta vez estaba significativamente más cerca. De hecho, estaba justo detrás de mí.

Sabía que si se tratara de un anfitrión del evento, me habrían llamado o hecho notar su presencia antes de acercarse. ¿Pero esto? Esto era otra cosa. Era como si alguien se estuviera acercando con sigilo intencionadamente a mí.

Saqué la daga del árbol y la empuñé inmediatamente, me giré para defenderme de quienquiera que estuviera allí, contra lo que fuera que iba a atacar.

Y… al instante, me agarró de la muñeca.

Moviéndose más rápido de lo que esperaba, consiguió tirar de mi mano hacia atrás y quitarme la daga con un rápido movimiento. Una técnica que necesitaría una velocidad y una habilidad considerables para lograrlo. Después de todo, mi propia habilidad no era natural.

Pero ya no había duda de la situación... Él me tenía atrapado. Desarmada, sola y básicamente inmovilizada contra el árbol detrás de mí. Mi única oportunidad era que podría darle una patada en el estómago, crear algo de espacio, evaluar la situación y...

Y...

Y entonces el mundo simplemente pareció... detenerse.

Atravesando el pánico en mi mente, la sensación de chispas que brotaban a lo largo de mi brazo pronto se hizo imposible de ignorar. Como un placentero cosquilleo que bailaba a lo largo de mi piel... y que procedía del lugar donde el hombre aún me sujetaba la muñeca.

Confundida, mis ojos se dirigieron lentamente hacia arriba, empezando por donde su mano aún me sostenía. Hasta que, finalmente, miré su rostro y me encontré con sus ojos.

Sus ojos oscuros me estaban mirando fijamente, lo que invocó una abrumadora sensación de anhelo y familiaridad dentro de mí. Como si lo conociera... como si siempre lo hubiera hecho... y como si él fuera...

Como si fuera...

‘Mío’.

La palabra había sido susurrada dentro de mi cabeza, pero no parecía venir de mí.

‘Mío... mío... mío…’.

Se repetía con cada vez más fuerza, casi como si tratara de forzar mis labios a hablar en voz alta, por alguna razón. Pero me resistí a hacerlo.

"No es precisamente el momento que siempre imaginé", dijo él.

Su voz llegó rápidamente a mis oídos y resonó en mi interior. Era como la miel y derretía mi dolor, derretía el ardor que había existido momentos antes. En ese momento solo estaba él. Solo su presencia que me abrumaba y amenazaba con hacerme olvidar todo lo que conocía.

‘Mío’.

Olvidé lo que había estado haciendo.

Esos labios suyos llamaron mi atención... Los observaba con una nueva curiosidad. ¿Serían suaves? ¿O tal vez más ásperos?

‘Míos’.

Y ese pelo castaño oscuro... ¿Qué se sentiría al tocarlo? ¿Al pasar mis dedos por él?

"¿Sueles sacar cuchillos frente a extraños?", preguntó bromeando. Sus labios se tornaron en una sonrisa.

Esa sonrisa…

Esa fue una pequeña expresión que me hizo olvidar cómo respirar por un segundo. Era la sonrisa más perfecta que había visto nunca. Si eso fuera lo último que viera, no me arrepentiría.

"¿Hola…?", me preguntó al ver que todavía no había dicho palabra alguna.

Volví a mirar rápidamente hacia sus ojos y noté que su color había cambiado. Ya no eran los orbes oscuros que había visto al principio... sino de color avellana. Una combinación fascinante de verde y marrón.

"¿Perdón…?", logré preguntar, sin haber asimilado nada de lo que acababa de decirme.

"Dije que si sueles sacar cuchillos frente a extraños", repitió.

Y yo salí inmediatamente de mi trance.

En serio… ¿qué demonios me pasaba?

Me arranqué el brazo de su agarre y me pegué a un lado del árbol, lo cual dejó unos treinta centímetros entre nosotros. Dejando de lado mi extraña fascinación, no podía refutar los hechos de mi situación actual. Una en la que había bajado estúpidamente la guardia contra alguien que me había acechado desde la oscuridad.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una segunda oportunidad