"¿¡Aria!?".
Comprensiblemente, estaba sorprendido de verme, al igual que la chica debajo de él a la que también le faltaba la blusa.
Estaba acostada en un escritorio de la escuela con las piernas envueltas alrededor de él, así que desvié rápidamente la mirada antes de ver algo más.
"¿Qué demonios estás haciendo aquí?", gritó él. Podía oír el sonido de él subiéndose el cierre de los pantalones y poniéndose una camisa.
"¿Qué estoy haciendo aquí?", repetí con incredulidad. "¿Quieres decir por qué estoy aquí después de que me hiciste esperar durante más de una hora?".
Me di la vuelta para encararlo cuando asumí que ya era un momento seguro para hacerlo.
"Ay mierda, ¿eso era hoy?".
"Oh, ¿en serio? ¡¿No te acuerdas a pesar de que literalmente te lo recordé hace solo unas horas?!".
Se frotó la nuca mirando al suelo. Al menos parecía estar un poco arrepentido, pero no me importó porque estaba furiosa. Nada de lo que pudiera decir me calmaría. Era como si algo dentro de mí hubiera detonado, y podía sentir que perdía el control.
"... Lo siento, Aria".
"¡¿Lo sientes?! ¿Estabas tan preocupado cogiéndote a esta chica que ni siquiera pudiste hacerme saber que no tenías intención de venir?".
Levantó los ojos para mirarme, y sentí la misma sensación familiar de querer desesperadamente doblegarme bajo el peso de esos ojos. Pero no ese día. Ese día, me negué a retroceder mientras alimentaba mi rabia.
"Ey, espera", intervino la chica. "Vamos a dejarme fuera de esto, ¿de acuerdo? No necesito quedar atrapada en tu extraña... mierda de marcada por la Diosa".
Si todavía hubiera tenido a mi loba, le habría arrancado la garganta en ese mismo momento. Probablemente tenía suerte de que todavía fuera menor de edad.
"Kira", advirtió Cai, dejando en claro que no creía que lo que había dicho fuera apropiado. "Creo que es mejor que te vayas si realmente no quieres involucrarte".
"Está bien, está bien. Disfruta de tu cita de juegos después de la escuela", dijo ella con un resoplido. La escudriñé de arriba abajo, observando cómo se arreglaba la falda hasta que, finalmente, caminó hacia la puerta.
Me alegré de verla largarse de ese lugar, pero la sensación duró solo unos segundos.
"Bicho raro", susurró ella mientras pasaba junto a mí.
Levanté mi mano tan rápido que estuve a segundos de agarrarla, pero Cai estaba allí de repente, reteniéndome con sus brazos. Cedí y solo la miré con malicia hasta que se fue.
"Aria, cálmate ya".
"¿Es así como me ves?", pregunté, ignorando su petición.
Me volteé hacia él, sintiendo una ola de lágrimas de ira burbujeando en la superficie. Apreté los dientes en un intento de evitar que se cayeran, pero no funcionó.
"¿Cómo te veo?", preguntó él, confundido.
"¡Como una niña! ¡Trabajo de caridad! ... Un bicho raro".
Soltó mi brazo sorprendido. "¿Qué? No, por supuesto que no".
"¿Pero preferiste pasar tu tiempo aquí, dentro de su falda? Porque no es tan divertido estar conmigo, ¿verdad? Porque crees que solo soy una niña, ¿no es así?".
Suspiró y se movió incómodo. "... Lo entenderás cuando seas mayor".
Estallé en carcajadas. ¿Era eso realmente lo único que podía decir? En realidad, yo era ocho años mayor que él, pero él tenía el descaro de pensar que no entendía exactamente lo que había estado haciendo y por qué.
Avancé hacia él rápidamente, caminando con absoluta convicción. Con cada paso que daba, Cai retrocedía en respuesta, inquieto por mi súbito acercamiento. Pero seguí caminando y acortando la distancia hasta que su espalda quedó contra la pared y finalmente quedó atrapado.
Y lo miré a los ojos con extrema seriedad.
"¿De verdad crees que no sé nada, Cai?".
Él todavía estaba tratando de pegarse más a la pared, pero fue un intento inútil. Lo único que creaba distancia entre nosotros en ese momento era nuestra diferencia de altura. Cuando finalmente llegó a la misma conclusión de que no tenía sentido tratar de moverse, finalmente me miró. Sus ojos escudriñaron los míos, como si estuviera buscando algo.
Esperé su respuesta mientras él abría y cerraba la boca varias veces, casi como si tratara de encontrar las palabras correctas para decir pero nada salía.
Entonces, finalmente, perdí la paciencia.
Suspiré con enojo, me di la vuelta y me dirigí hacia la puerta.
"¿Quieres saber cuál de nosotros es el niño? Ve y mírate bien en el espejo, Cai".
"Aria, espera", me llamó. "Te lo compensaré. Podemos tener algunas lecciones adicionales e incluso te enseñaré una técnica de lucha especial que solo se enseña en mi manada".
Ignoré lo que estaba diciendo y seguí caminando, eligiendo responder sin siquiera volverme a mirarlo. "No te molestes, Cai. Prefiero no pasar mi tiempo con alguien que ni siquiera puede tomarme en serio".
"Bueno, de todos modos, se te concederá tu deseo", gritó. "No voy a estar aquí por mucho más tiempo".
"¿Qué estás haciendo...?", pregunté, completamente sorprendida.
Pero no me respondió.
Sin saber qué más hacer, traté de golpearlo de nuevo; un gancho de derecha directo a su estómago. Tosió y se tambaleó hacia atrás, pero, aun así, no trató de defenderse.
Grité de ira al ver cómo se negaba a defenderse y corrí hacia él. Lo golpeé una y otra vez varias veces más, todo lo cual soportó y nunca levantó una mano contra mí.
"¡Dije que me golpearas, Cai!".
"¡No! ¡No lo haré!", finalmente gritó de vuelta. "Esto no es el gimnasio, esto no es un entrenamiento. No voy a lastimarte".
El peso de sus palabras comenzó a agotarme lentamente mientras continuaba atacándolo. Mis golpes contra él se fueron debilitando lentamente.
"...Por favor... golpéame...". Podía sentir mis lágrimas regresar, y tragué saliva para mantenerlas a raya.
Se negó a responder y siguió dejándome acercarme a él.
Cuando finalmente admití que no iba a reaccionar, caí de rodillas frente a él, derrotada. Solo había tomado unos pocos golpes más antes de que finalmente me detuviera. Mis lágrimas habían caído lo suficiente en ese punto como para opacar mi visión.
"¿Ya terminaste?", preguntó él después de que habían pasado varios momentos.
No podía seguir así. No podía soportar este sentimiento de ser insignificante una vez más. ¿Era realmente imposible esperar que alguien pensara en mí primero por tan solo una vez? ¿Que yo fuera la prioridad de alguien?
Porque me di cuenta de que esa era la verdadera razón por la que estaba tan enojada. No se trataba de la chica o de que llegara tarde... era porque pensaba que Cai realmente se preocupaba por mí, que éramos amigos. Pero sabía que no había ninguna razón real para que él se sintiera de esa manera. Era un tipo increíblemente carismático y amigable con todas las personas que conocía. La verdad era que probablemente tenía un montón de amigos, tal vez incluso un mejor amigo esperándolo en casa. Y sin embargo yo tenía la audacia de suponer que tal vez yo era igual de importante para él.
… Que tal vez yo le importaba.
"... Vete", susurré en voz baja.
"¿Que acabas de decir?", preguntó él, sonando inseguro de si había oído bien.
"¡Dije que te fueras, Cai!", grité, levantando la mirada repentinamente para verlo a los ojos. "¡Vete ya! ¡Regresa con tu manada y disfruta de una gran vida!".
No dudó ni un segundo más.
Simplemente se dio la vuelta y salió directamente por la puerta, sin necesidad de que se lo dijeran por tercera vez.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una segunda oportunidad