Una segunda oportunidad romance Capítulo 38

Era muy obvio que esto era obra del Alfa Tytus.

“Casualmente” había elegido una noche en la que mi padre estaba fuera de la ciudad y mi madre tenía que trabajar en el hospital. Esto significaba que Aleric y yo estaríamos… solos.

Parecía que había asumido erróneamente que Tytus había terminado de hacer de intermediario entre nosotros. Cuando me habían aceptado como heredera Beta a prueba, es normal que hubiera pensado que las citas sorpresa llegarían a su fin. ¿Creía que iba a fracasar en mi intento de superar a Alexander? ¿O su idea era convencerme de que abandonara la carrera por el título si me enamoraba de Aleric?

Dejando todo eso de lado, en ese momento tenía menos de siete horas para preparar toda la casa.

Que el alfa o el heredero alfa fueran a cenar a mi casa ya se consideraba un honor bastante grande, pero recibir a Aleric solo haría las cosas más difíciles. Nunca había sido una persona fácil de complacer en mi pasado.

Trabajé incansablemente desde el momento en que supe que vendría para organizar todo hasta el más mínimo detalle. Desde informar a los asistentes sobre los comportamientos que debían evitar con él hasta crear un menú para que los cocineros pudieran preparar los alimentos preferidos de Aleric, nada se dejó al azar.

Cuando por fin terminé de organizarme, me di cuenta de que solo tenía una hora para prepararme y vestirme.

Y entonces, finalmente, llegó el momento.

Cuando Aleric entró en la casa, lo vi detenerse un momento para asimilarlo todo. Me pregunté qué estaría pasando por su mente y no pude recordar si había ido a mi casa antes. Pero a juzgar por su rostro, él tampoco lo recordaba.

"Saludos, heredero Alfa", dije, inclinando la cabeza.

"Buenas noches, Ariadne", respondió él.

Levanté la vista y vi que ya me miraba con extrañeza. ¿Había hecho algo raro? Me devané los sesos, pero no se me ocurrió nada.

"Es un honor recibirlo esta noche", continué. "Si me sigue a la sala, podemos sentarnos allí mientras esperamos a que nos preparen la comida...".

Entramos en la gran sala de estar con dos sofás. Me quedé en la puerta, pues quería dejar que él se moviera primero para elegir el lugar en dónde sentarse. Cuando se puso cómodo, me senté a propósito en el sofá de enfrente con la distancia justa. Lo suficientemente cerca como para no ser grosera, pero lo suficientemente lejos como para no tener que preocuparme de sobresaltarme ante cualquiera de sus movimientos repentinos.

"¿Cómo has estado, Ariadne?", preguntó él finalmente tras varios momentos de silencio. "Ha pasado... una semana desde nuestro último encuentro, ¿verdad?".

"Así es, heredero Alfa", dije. "He estado bien. ¿Y usted?".

"He estado bien...", dijo, y su rostro volvió a tener ese mismo extraño ceño fruncido. "Puedes llamarme Aleric, ¿sabes? Ahora eres una heredera Beta. Las formalidades no son necesarias".

Oh... Así que por eso me había mirado de esa forma en la puerta. Estos últimos meses me resultaba más fácil llamarlo heredero Alfa, pues el sonido de su verdadero nombre en mis labios siempre me dejaba un sabor amargo.

Apreté la mandíbula, preparándome para forzar las palabras. "Mis disculpas... Aleric".

Me miró con recelo. Obviamente, algo más que no había mencionado le seguía molestando.

Pero no acabó sacando el tema porque, poco después, uno de los asistentes entró para anunciar que la cena estaba lista. Exhalé un suspiro de alivio. Al menos, tener la comida delante me daría una excusa para no mantener la conversación.

Nos sentamos en el comedor: Aleric a la cabeza de la mesa, yo a su derecha, como siempre había sido. Sentí que la ansiedad empezaba a invadir mi pecho ante su proximidad, sabiendo que estaba al alcance de su mano en cualquier momento. Pero dejé de lado ese pensamiento. Ya me había vuelto más fuerte.

La comida empezó a salir entonces y agradecí que todo se hubiera preparado exactamente como yo había indicado. La comida era lo suficientemente variada para cuatro personas, pero no quería dejar nada al azar.

Levanté la vista para ver cómo estaba Aleric, para juzgar su reacción, pero parecía estar completamente bien; esto era al menos un consuelo para mi ansiedad. Sabía que nunca lo sabría con certeza, ya que era imposible leerlo.

"¿Está todo a tu gusto... Aleric?", pregunté.

"Sí, todo está muy bien", dijo. "Gracias".

Eso no me decía mucho, pero al menos no lo había odiado de inmediato.

Y tras eso, ambos comenzamos a comer.

Sin embargo, al cabo de varios minutos, me di cuenta de que él aún no había dicho nada... y empecé a preocuparme de haber hecho algo mal.

Me aclaré la garganta. "Entonces... ¿Cómo fue tu intercambio?".

Me miró directamente mientras hablaba, y traté de no asustarme ante el repentino contacto visual. "Estuvo bien. Fui a un territorio del norte llamado Marea de Ópalo. Es la manada central de esa región".

No estaba demasiado familiarizada con ellos, pero sabía que eran una manada bastante poderosa. Aleric los había dejado de lado durante sus años de tirano. Supongo que por fin sabía por qué.

"Eso es... bueno", dije antes de darle otro bocado a mi comida.

"Ariadne...", dijo, interrumpiendo.

"¿Sí?".

Parecía confundido, como si quisiera hablar de algo, pero no estaba seguro de si debía hacerlo.

"No importa".

Apretó la mandíbula y volvió a comer.

Una parte de mí sentía curiosidad y quería saber qué había querido decir, pero pensé que era mejor no presionarlo para que respondiera.

Acabamos comiendo el resto de la comida en silencio. No sabía de qué hablar ni si debía intentar iniciar una conversación o no, así que le dejé tranquilo.

Cuando finalmente terminó, dejó los cubiertos sobre la mesa. "Estaba delicioso, gracias. Por favor, dile al cocinero que ha hecho un gran trabajo".

"Me alegra escuchar eso", dije, genuinamente aliviada de que todo hubiera salido como estaba previsto.

"¿Crees que podría molestarte con una taza de té?".

Oh, ¿quería té? Supongo que podría prepararle algo.

Me levanté y comencé a caminar hacia la cocina.

"Ariadne, ¿qué haces…?".

Lo miré confundida. ¿No había dicho que quería té? Iba a llevarle té....

"... No importa", dijo de nuevo, recostándose en su silla.

Me detuve un momento más, todavía insegura sobre lo que había sido eso, pero seguí mi camino hacia la cocina, de todos modos. Le pedí al encargado que me hirviera agua mientras preparaba las hojas de té. Ellos también me dirigieron una mirada extraña que aún no descifraba.

Varios momentos después, estaba de vuelta con su té en la mano y caminé directamente hacia él.

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