Una segunda oportunidad romance Capítulo 79

“¿Algún dolor, molestia o náuseas últimamente?”, me preguntó mi madre. Ella estaba tomando notas mientras yo estaba acostada encima de la mesa de revisión.

Llevábamos ya un rato con esto, así que estaba segura de que ya estábamos llegando al final de la cita.

“¿Además de vivir cada día con la plata quemándome el cuello? No”, respondí.

“¿Y cómo ha sido tu dieta? ¿Estás comiendo bien?”.

“Probablemente no estoy comiendo tanto como debería...”, admití. “Aunque mi dieta ha consistido en comidas saludables. Cortesía de los cocineros de la casa de la manada, por supuesto”.

Su boca formó una línea recta para hacer una mueca de desaprobación, pero aun así lo anotó.

“¿Estás haciendo ejercicio y te mantienes en forma? Sé que ya no tienes que entrenar para el puesto de heredera Beta, pero espero que al menos te hayas mantenido activa”.

“Hasta hace unas dos semanas, no hacía ejercicio, no”, confesé. “Aunque estas últimas semanas he estado en el gimnasio todas las mañanas durante unas horas. Aleric me ha estado ayudando a recuperar la forma. Ya sabes... por todo lo que estamos planeando...”.

Ella suspiró. “Sí, no me lo recuerdes”.

Mi madre había accedido a ayudar, aunque de mala gana. No porque se opusiera a la idea, ya que estaba completamente disgustada con las acciones de Tytus, sino porque estaba preocupada por mí. Preocupada por si algo salía mal y me hacía más daño del que ya tenía. Honestamente, ella debería haber estado más preocupada por ella misma.

Ella se levantó, se quitó los guantes desechables y los tiró a una papelera cercana.

“Bueno, parece que estás bastante sana... aunque definitivamente necesitas ganar algo de peso”, dijo ella, mostrando su tono maternal. “Espero que el entrenamiento en el gimnasio te ayude a ello, así como a aumentar tu consumo de calorías. Deberías comer más proteínas en tus comidas”.

“Está bien...”, dije e hice una pausa antes de formular mi siguiente pregunta. “Y... ¿la otra cosa? Ya sabes... ¿El control de fertilidad?”.

Ella me miró de forma extraña y probablemente se debió a que se preguntaba por qué estaba preguntando por eso a mi edad, sobre todo porque planeaba convertirme en Alfa, no en Luna.

“... Bueno, no hay nada físicamente malo en ti por lo que puedo ver”, dijo ella. “Al menos, nada evidente”.

Fruncí el ceño y me senté erguida en la mesa. Ya que en mi vida anterior había tardado unos cuantos años en ser etiquetada como infértil, no me sorprendió tanto escuchar que no había nada físicamente malo en mi interior. Pero sí me hizo preguntarme qué factores habían intervenido en el diagnóstico.

“…¿Y las otras cosas menos obvias que podrían causarlo?”.

“¿Estás intentando quedarte embarazada?”, me preguntó ella. Me tomó desprevenida con su franqueza.

“¿Qué? No. No, claro que no”, dije rápidamente, retractándome. “Solo tengo... curiosidad. Hipotéticamente, digamos que llevo unos… cinco años intentando quedarme embarazada. En mi estado actual, ¿crees que hay alguna razón médica para que no sea posible? ¿Por qué podría considerarme infértil?”.

Ella me miró de nuevo con extrañeza, pero aun así se sentó a mi lado para responder.

“La fertilidad no es... un asunto tan fácil de entender, Aria”, dijo ella. “Hay muchos factores complicados que entran en juego. Si después de tantos años de intentarlo no hay resultados, existe, por supuesto, la posibilidad de que simplemente no sea posible. Sin embargo, eso no significa que justifique un diagnóstico hermético. La verdad es que a menos que pueda ver algo definitivamente malo que impida el embarazo, no me sentiría cómoda etiquetando rápidamente a alguien como infértil. Requiere un amplio proceso de prueba y error, por no hablar de examinación”.

“... Entonces, ¿cuál crees que sería la causa si no es física?”, pregunté con nerviosismo.

“¿Hipotéticamente? … Bueno... dado tu estado actual, y si lo has intentado durante tanto tiempo, diría que la causa puede deberse a ti misma o a tu entorno”, dijo ella.

“… ¿Yo?”.

“Bueno, tienes bajo peso y vives con niveles extremos de estrés a diario”, respondió ella. “La plata probablemente tampoco ayuda. Tu cuerpo es como una máquina, Aria... si no se cuida bien, entonces, ¿por qué esperas que funcione correctamente? Además, hay que tener en cuenta que tienes que mantener a dos personas, no solo a ti”.

Y entonces me di cuenta de que tal vez ella tenía razón. Las condiciones en las que había vivido en mi vida anterior eran diez veces peores. Mi cuerpo había tenido un peso aún más bajo en aquel entonces por vivir constantemente bajo las presiones de la culpa, el dolor y el rechazo. Constantemente con el miedo de no ser lo suficientemente buena ni para mi manada ni para mi pareja.

… ¿Así que realmente había sido mi culpa todo el tiempo?

Había estado tan desesperada por conseguir alguna evidencia concluyente de que no era yo el problema, esperando algo que me permitiera limitar las opciones al doctor salvaje o tal vez al envenenamiento de Thea.

… Pero ¿y si todo el tiempo era solo... yo? ¿Y si hubiera podido arreglarlo desde el principio? ¿Y si hubiera tenido la oportunidad de vivir una vida más feliz desde el principio?

Por supuesto, Thea probablemente tuvo algo que ver al hacer que el médico me diagnosticara, pero me dolió oír que existía la posibilidad de que hubiera sido algo que estaba en mis manos arreglar todo el tiempo.

“No tienes que preocuparte por nada de eso todavía”, dijo mi madre y devolví mi atención a ella. “Todavía eres joven y tienes mucho tiempo por delante. Solo... cuídate, ¿sabes? Hazlo y así al menos te estarás dando la mejor oportunidad para lo que decidas hacer en el futuro”.

Mientras seguía sentada a mi lado, ella extendió su brazo por encima de mi hombro y me atrajo hacia ella en un abrazo lateral.

“Pase lo que pase, quiero que sepas que estoy orgullosa de ti”, dijo ella con cariño y besó mi sien. “Eres muy valiente y fuerte. Te vas a convertir en una excelente líder”.

Y yo esperaba sinceramente que tuviera razón. Era un puesto que nunca quise y, sin embargo, me veía obligada a aceptar el título, de todos modos.

Lentamente, bajé la cabeza contra su hombro y me permití un momento de relajación, cerrando los ojos en el proceso. Pero, aunque deseaba poder quedarme allí para siempre, sabía que aún quedaban cosas por hacer. Cosas que tenía que preparar.

“Oh, eso me recuerda...”, dije y fruncí levemente el ceño mientras me concentraba de nuevo. “En realidad, hay una cosa más en la que necesito tu ayuda”.

“¿Y qué sería...?”.

… Y así le conté mi petición adicional. Me sentí aún más aliviada cuando aceptó ayudar.

Ese era otro recordatorio de lo afortunada que era de tenerla a mi lado.

~~~~

Aquel día de la cita me reiteró una cosa... y es que a veces tenía que impulsar el cambio que quería ver. Era fácil culpar a Thea y a Selene como las únicas causantes de todos mis problemas, pero a veces el resultado que quería era algo que podía lograr yo misma.

Así que trabajé para hacer exactamente eso.

Los días pasaron rápidamente después de reunirme con mi madre. Días que pronto se convirtieron en semanas ante mis propios ojos.

Y cada día me esforcé más que el anterior. Entrené más duro, trabajé más duro, rompiendo mi rutina de ejercicios al ir al gimnasio todas las mañanas y entrenando la autoridad de mi marca por la noche. Las tardes las pasaba organizando todo e investigando. No había un momento libre en el que no estuviera haciendo algo activamente en preparación para el gran día.

… El cual no tardó en llegar.

Antes de que me diera cuenta, por fin llegó el momento de ejecutar la primera parte del plan. Ese día, mi madre tendría la reunión con Tytus para darle la dosis del brebaje de acónito antes de mi cumpleaños del día siguiente.

Y como todas las mañanas de los últimos dos meses, Aleric y yo nos reunimos en su gimnasio privado para entrenar. Pero podía sentir mi cuerpo encendido por el nerviosismo, constantemente al límite al pensar en todo lo que podía salir mal. Hasta el momento parecía que el plan había permanecido en secreto, pero sabía que esta sensación de ansiedad no me abandonaría hasta que todo terminara la noche del día siguiente.

“Buenos días”, dijo Aleric, saludándome al entrar. Oí el sonido familiar de sus pasos por el suelo de madera.

Giré la cabeza para mirar, pero continué con mis estiramientos. “Buenos días”.

Había mejorado mucho mi salud desde la cita. Para mi alivio, mi cara se había rellenado más y mi cuerpo había vuelto a tener un peso más saludable. Me veía casi tan bien como durante mis días de heredera Beta.

“¿Todo listo para mañana?”, preguntó él mientras tiraba su bolsa y su toalla a un lado.

“Sí. Ayer terminé los últimos arreglos”.

“... Así que esto está sucediendo de verdad”, dijo él lentamente, casi como si estuviera incrédulo.

“¿Estás teniendo dudas?”.

Él me miró y levantó una ceja. “Ya es un poco tarde para eso”.

“Sigue haciendo bromas como esa y harás que me preocupe”, dije con tranquilidad. A veces odiaba su humor. “En cualquier caso, ¿en qué querías trabajar hoy?”.

Empecé a dirigirme hacia el equipo para elegir lo que usaríamos, pero sus palabras me detuvieron.

“He pensado que hoy podríamos probar otra cosa”.

Sorprendida, me giré para mirarlo. “… ¿Cómo qué?”.

“Como... el combate cuerpo a cuerpo”, dijo él. “Has estado entrenando para estar en forma, lo cual está muy bien, pero no estás realmente preparada para el peor de los casos que pueda ocurrir mañana. He pensado que tal vez quieras repasar tu técnica, ya que hace mucho tiempo que no practicas de forma adecuada. Es importante que recuerdes cómo hacerlo con todo lo que está pasando”.

Él tenía razón, no había hecho nada parecido desde que había entrenado para ser heredera Beta. Era realmente importante que me pusiera al día sobre cómo hacer todos los movimientos básicos contra un oponente vivo.

… Pero él estaba loco si pensaba que iba a enfrentarme a él.

“Estás bromeando, ¿verdad?”, pregunté, mirándolo con incredulidad. “¿Quieres tener un combate de práctica... contra mí? ¿Yo, la chica que es tan débil como un humano ahora mismo... contra ti, que supuestamente posees la fuerza de un maldito dios? Eso no es una competencia justa”.

Él se rio, pero luego se dirigió a donde estaban nuestras maletas y rebuscó en ellas para sacar lo que buscaba.

“Me imaginé que ibas a quejarte por ello, así que pensé en igualar un poco el terreno de juego. Incluso te daré la ventaja. Y, para incentivarte aún más, si consigues derribarme durante solo tres segundos, lo contaré como una victoria para ti”.

Miré lo que tenía en la mano. En una mano había un par de esposas de plata y, en la otra, la daga de plata que había empezado a llevar conmigo a todas partes en caso de emergencia. Esa era la que me había dado la noche en que debía escapar. La había guardado todo este tiempo por si había más intrusos con los que lidiar.

“... ¿Para qué son esos?”, pregunté.

“Me pondré las esposas para que sea equivalente a tu collarín”, dijo él. “E incluso las usaré detrás de mi espalda para que tengas toda la ventaja contra mí. Haz lo que creas que lo hará más justo, como usar la daga si lo deseas”.

“Teniendo en cuenta todas esas desventajas, parece que en serio confías en que vas a ganar”, dije mientras lo miraba con los ojos entrecerrados. “Es casi insultante”.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una segunda oportunidad